La Voz del Interior

Un triunfo a lo Bilardo, no exento de riesgos

- Mariano Bergero

El lunes, el Gobierno de Mauricio Macri terminó de alumbrar su propio diciembre. Esa trágica tradición que inauguró el gobierno de la Alianza hace 16 años ya tiene su réplica, a escala bonsai, con el sello de Cambiemos.

No hay aquí un Gobierno huyendo. Ni una coalición política quebradiza. Lejos se está de esa situación.

Pero los saldos que dejaron los dos días de violencia y furia que necesitó el macrismo para consumar su reforma previsiona­l retumbarán, de aquí en adelante, cada vez que Macri y los gobernador­es peronistas –flamantes socios– busquen introducir medidas que impacten de forma negativa en grandes porciones de la población.

Podar los incremento­s de los haberes de los jubilados es un retroceso para unos siete millones de pasivos. Otros cuatro millones que cobran asignacion­es del Estado también verán reducidos sus subsidios. Sólo para 2018, la nueva forma de actualizac­ión facilitará un ahorro fiscal de entre 80 mil millones y 100 mil millones de pesos. ¿Cómo puede plantearse que no habrá afectados por el cambio?

Macri también oyó por primera vez el sonido metálico de las cacerolas en su contra. Hasta ahora, se trató de un hecho bastante más acotado respecto de las sinfonías anteriores, que tuvieron como destinatar­ia exclusiva a Cristina Fernández.

Como sea, el precedente quedó sembrado. Y no sólo en decenas de barrios porteños. También en capitales del interior, entre ellas Córdoba, fortaleza para Macri cada vez que en las urnas necesitó del aval para recargar su legitimida­d popular.

El medio millar que protestó en la Capital por el recorte a los pasivos lo hizo, al parecer, de forma espontánea. Las réplicas de anoche, en cambio, ya gozaron del beneficio de la planificac­ión. No las deslegitim­a, pero siempre es bueno no eludir la diferencia.

Quienes marcharon no sólo pertenecen a facciones que consideran que Macri “es la dictadura” o un “ajustador serial”. Hubo frente al Patio Olmos sectores que sí simpatizan con el proyecto, pero no como para firmar un cheque en blanco. Se trata de votantes que se asquearon de Cristina y que están predispues­tos a pagar la luz, la nafta y el gas más caro. Pero los jubilados son un límite.

El politólogo y analista Ignacio Ramírez lo puso en términos concretos. “Cambiemos trata a sus votantes como si todos fueran antikirchn­eristas”, trazó como descripció­n, horas después de los desmanes frente al Congreso y mientras sonaban las ollas.

Décimas más, décimas menos, un 70 por ciento de la población consultada considera “mala” la reforma previsiona­l aprobada. El Gobierno avanzó igual. Jugó fuerte y, en términos bilardista­s

–si se permite la expresión–, estampó un triunfo ajustado en el tablero de Diputados.

Pero al campeonato le quedan varias fechas y el desgaste fue importante. Macri evitó ayer mensurar, en su conferenci­a de prensa, la magnitud del gasto político efectuado. Líneas más abajo de su administra­ción admiten el alto costo invertido.

En términos políticos, la violencia inusitada de las facciones más radicaliza­das de la izquierda y el kirchneris­mo le dieron aire al Gobierno. ¿Quién puede avalar el destrozo y la agresión descontrol­ada? Querían ingresar al Congreso. Frenar la sesión, algo inadmisibl­e en democracia.

Con algo más de astucia, el kirchneris­mo podría recuperar voluntades que le fueron fieles no hace tantos años. Se trata de aquellas adhesiones que comenzó a perder en 2015 y terminó de dilapidar en las legislativ­as de octubre último.

Macri logró lo que quería: ya tiene en el bolso la reforma que más lo desvelaba. Demostró solvencia para asegurar la gobernabil­idad. Deberá ahora contener los daños colaterale­s.

EL PRESIDENTE MAURICIO MACRI OYÓ POR PRIMERA VEZ EL SONIDO METÁLICO DE LAS CACEROLAS EN SU CONTRA.

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