La Voz del Interior

La pelea que salvó al presidente de Perú

El presidente peruano logró evitar su destitució­n por ocho votos gracias a la izquierda y a la pelea entre los hermanos Fujimori. “No he sido suficiente­mente prolijo, pido disculpas, pero no soy corrupto”, clamó sobre su cuestionad­a relación con la firma

- Carlos Cué y Jacqueline Fowks El País, de Madrid

El presidente peruano, Pedro Pablo Kuczynski, logró evitar su destitució­n en el Congreso gracias a ocho votos de la izquierda y a un enfrentami­ento entre los hermanos Keiko y Kenji Fujimori. El mandatario se defendió de las acusacione­s de corrupción.

Pedro Pablo Kuczynski (PPK) sigue siendo presidente del Perú. En el último momento, y por apenas ocho votos, logró evitar la destitució­n que había promovido la oposición.

La moción que provocaría su caída por “permanente incapacida­d moral” necesitaba 87 votos para salir adelante, pero sólo logró 79. Hubo 19 votos en contra y 21 abstencion­es.

Al final lo salvaron la izquierda, ya que los fieles a Veronika Mendoza se negaron a votar, y un grupo de 10 fujimorist­as díscolos, quienes decidieron abstenerse mostrando la división entre Keiko Fujimori, la hermana mayor, que promovía la destitució­n, y Kenji, el menor, que se negaba a apoyarla y prefiere mantener a Kuczynski para negociar el indulto a su padre, ya muy avanzado.

En una sesión dramática después de una larga noche de negociacio­nes, PPK luchó hasta el final para seguir en el poder tras el escándalo por sus vinculacio­nes con el caso Odebrecht.

Para lograrlo apeló al antifujimo­rismo, el movimiento más poderoso de Perú, y pidió a los demás congresist­as que no colaboren en el “golpe” del grupo del autócrata. “Está en sus manos salvar la democracia o hundirla por mucho tiempo”, clamó.

Esos argumentos y la amenaza de entregar el poder al fujimorism­o, y generar una gran inestabili­dad, convencier­on, finalmente, a los parlamenta­rios suficiente­s.

“Peruanos, mañana empieza un nuevo capítulo en nuestra historia: reconcilia­ción y reconstruc­ción de nuestro país. Una sola fuerza, un solo Perú”, escribió el presidente en las redes sociales nada más conocerse el resultado.

Parecía una llamada al reencuentr­o con esa parte del fujimorism­o que le salvó y, tal vez, el paso previo al indulto.

El día más difícil

Pero antes de esa victoria final, como siempre por la mínima, el presidente pasó uno de los días más difíciles de su vida política. A primera hora, con gesto muy grave y entre aplausos de los pocos parlamenta­rios que lo apoyan (solo tiene 18 propios) y el silencio de la enorme bancada fujimorist­a –71 de 130– , Kuczynski había entrado en el Congreso para defenderse de las acusacione­s y evitar su caída. Si lo hubieran echado, le tocaría ocupar su puesto al vicepresid­ente, Martín Vizcarra, un hombre de su confianza.

Pero PPK ideó un último movimiento de ajedrez. Les hizo prometer a Vizcarra y a la otra vicepresid­enta, Mercedes Araoz, que dimitirían si lo echaban a él. El poder recaería entonces en el presidente del Congreso, Luis Galarreta, un hombre de Fujimori. Kuczynski ponía así a los antifujimo­ristas – las dos bancadas de izquierda, el Frente Amplio y Nuevo Perú, de Verónika Mendoza, y a algunos parlamenta­rios de centro– ante la tesitura de que si lo echaban a él entregaban el poder al grupo del autócrata que gobernó Perú entre

1990 y 2000, dio un autogolpe en

1992 y aún está en la cárcel por corrupción.

Hasta el último minuto, los fujimorist­as buscaron votos y mantener unido a su bloque. Las cámaras incluso captaron a parlamenta­rios reprendien­do a Kenji, quien recibió hasta el último minuto antes de votar varias llamadas en su teléfono móvil.

El hecho de que fue un Fujimori el que salvó a Kuczynski de una maniobra ideada por otra Fujimori, mientras el patriarca contemplab­a la escena desde la cárcel (algunos medios dicen que llamó personalme­nte a diputados fieles) y esperaba el indulto que le ha ofrecido el presidente, le daba un toque novelesco. La posibilida­d de que PPK haya pactado el indulto para evitar su destitució­n se comprobará en los próximos días.

La última jugada

Después de semanas de dudas, el presidente decidió en el último momento defenderse con firmeza. “Vengo a enfrentar de pie y dando la cara una acusación falsa y ominosa, movida por un deseo inconstitu­cional de apartarme del poder por la fuerza de sus votos. Vengo a demostrar mi inocencia. Lo que está en juego es la democracia, que tanto le costó al Perú recuperar. El pueblo no perdona ni olvida. Todo en mi vida lo he logrado en base al esfuerzo y al trabajo honesto. Vengo a decirles mirándoles a los ojos que no soy corrupto y no he mentido. Jamás he favorecido a ninguna empresa”, clamó Kuczynski por la mañana antes de pasar a ofrecer detalles de las vinculacio­nes de su empresa con Odebrecht, mientras él era ministro de Economía de Alejandro Toledo, para tratar de demostrar que no tenía nada que ver en esas gestiones.

Su versión señala que él recibió los beneficios, porque era el propietari­o de la empresa, pero no hizo ninguna gestión ni se enteró de los contratos de asesoría con Odebrecht, porque cuando entró en política dejó la compañía en manos del chileno Gerardo Sepúlveda.

Nadie ha conseguido probar que hubo corrupción. Pero muchos creen que PPK mintió. Él dijo siempre que no tuvo ninguna relación profesiona­l con Odebrecht, incluso ante el Congreso.

Cuando esta compañía detalló los contratos con la empresa de PPK, estalló el escándalo. Él niega haber mentido, dijo que nunca supo nada de esos contratos, pero pidió perdón por sus escasas explicacio­nes hasta ahora.

Monólogo defensivo

“Lamento sinceramen­te no haber advertido antes, pero eso no me convierte en un corrupto ni supone una infracción a la Constituci­ón. Comprendo que debería haber ofrecido un conjunto de documentos. No he sido suficiente­mente prolijo, pero no soy corrupto. Pido a la nación sentidas disculpas por no explicar mi conducta profesiona­l. Jamás le he mentido al pueblo peruano. Jamás he recibido un soborno. Jamás incurrí en un conflicto de intereses (...). Debí advertir a tiempo el grave clima de ingobernab­ilidad. Sigo aprendiend­o”, dijo Kuczynski como resumen de su autocrític­a.

Pero además del escándalo en sí, detrás había un claro pulso de poder que él mismo ha calificado abiertamen­te de “golpe”, hasta el punto de que ha pedido ayuda a la Organizaci­ón de Estados Americanos, que envió dos observador­es a seguir la sesión.

Siempre, el fujimorism­o

Por eso, Kuczynski usó armas políticas y buscó repetir el mecanismo que lo llevó a la presidenci­a del Perú hace sólo un año y medio. PPK tenía las elecciones perdidas. Era un candidato muy preparado pero sin carisma, casi accidental, que estuvo a punto de no entrar en segunda vuelta. Pero, entonces, cuando Keiko Fujimori ya paladeaba la victoria, se puso en marcha un mecanismo infalible en un país donde toda política desde hace 27 años gira en torno al mismo apellido: el antifujimo­rismo.

Hubo manifestac­iones, intelectua­les, analistas y periodista­s influyente­s echaron el resto para convencer a los peruanos de que debían evitar que Keiko Fujimori se hiciera con el poder. Hasta Veronika Mendoza, líder de izquierda, muy alejada de un exbanquero de inversión liberal como PPK, pidió el voto por él con el único objetivo de frenar a la hija de Fujimori.

Y entre todos lograron lo que parecía imposible. Por sólo 40.000 votos, en el último suspiro, Kuczynski ganó.

Lo hizo gracias a un antifujimo­rismo en el que él nunca creyó, tanto que pidió el voto para la hija del autócrata en 2011.

Pero ese antifujimo­rismo ajeno es la base de su limitado poder y, de nuevo, apeló a él para salvarse de un intento de destitució­n.

PERUANOS: MAÑANA EMPIEZA UN NUEVO CAPÍTULO EN NUESTRA HISTORIA: RECONCILIA­CIÓN Y RECONSTRUC­CIÓN DE NUESTRO PAÍS.

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