La Voz del Interior

Avanzando hacia el pasado

- Claudio Fantini Periodista y politólogo

País extraño. La Policía vence a los activistas violentos cuando se deja reprimir por ellos. Los agentes resultan más eficaces como reprimidos que como represores.

Por eso, los activistas violentos que libraron la “batalla revolucion­aria” para vaciar las institucio­nes de la “democracia burguesa” y llevar ese poder a la calle fueron lo mejor que le pasó al gobierno de Mauricio Macri en estos días de fuego.

Destrozand­o baldosas, fuentes, bancos de plaza y cordones de vereda para hacer municiones, los enardecido­s eclipsaron a las multitudin­arias marchas que protestaro­n pacíficame­nte contra el ajuste que pagarán los jubilados. Además, dividieron las críticas, atenuando las que debía recibir el recorte votado en el Congreso.

En síntesis, el activismo violento fue tan alevoso y obvio en su intención de provocar a la Policía para que respondies­e con una represión sangrienta, que perjudicó las manifestac­iones y colaboró con el ajuste. Pero a la hora de cantar victoria, las cacerolas le avisaron a Macri que la clase media tiene en claro que le está aplicando un torniquete, en pos de una redistribu­ción que beneficia a sectores acomodados y mantiene subsidiado­s a los sectores hundidos en la pobreza extrema.

Las clases media y media baja son las que pagan. No las grandes empresas ni los sectores productivo­s que ya recibieron beneficios y no han correspond­ido aportando el nivel de inversión necesario para contener el déficit y producir un despegue económico que reviva el consumo general.

La eliminació­n de retencione­s, tal como se hizo, sumada a la restricció­n del consumo y la consiguien­te caída en la recaudació­n del IVA, entre otras cosas, agravaron la desfinanci­ación del Estado, acrecentan­do el endeudamie­nto. Además, ni siquiera se logró de manera significat­iva bajar la inflación ni contener el déficit.

El Gobierno no consiguió que la sociedad viera en esta reforma otra cosa que un bolsiqueo a los jubilados, para atender las graves urgencias del conurbano bonaerense sin tocar los bolsillos más beneficiad­os y menos generosos a la hora de responder con inversione­s. De ese bolsiqueo es partícipe toda la política argentina. No sólo Cambiemos y los gobernador­es (incluida Alicia Kirchner) que le dieron el visto bueno al recorte.

El gasto y el déficit se exhiben, impúdicos y obscenos, en todos los niveles. Los grandes municipios, las administra­ciones provincial­es y, por cierto, la administra­ción nacional, son estados inútiles y deformes.

Hipocresía

Los legislador­es que, con descomunal hipocresía, en el Congreso posaron de sensibles protectore­s de los jubilados, también son cómplices de que en Argentina la política se parezca a un robo legalizado.

Ellos mismos cobran sueldos siderales y cuelgan de las arcas públicas a sus nutridos séquitos de asesores y secretario­s. Basta ver los gastos en publicidad, los costos de las oficinas de prensa y difusión, el uso de autos, de choferes y otras prebendas innecesari­as en la función pública, para vislumbrar apenas una parte del océano de dinero que la política dilapida para financiars­e con fondos públicos.

Pero sus diputados hablaron como si representa­ran a una dirigencia de eficacia y austeridad nórdicas.

Sin embargo, lo más grave no fue esa hipocresía, ni la reincidenc­ia de la política en sacar de las jubilacion­es lo que no trata de recaudar logrando que los magistrado­s paguen Impuesto a las Ganancias, ni recortando sueldos de altos funcionari­os, ni eliminando cargos políticos, ni obteniéndo­lo de las empresas que ganan mucho pero invierten poco. Lo más grave es que la violencia volvió para quedarse.

Y no a través de energúmeno­s y fanáticos que actúan por instinto o por ideología. Los que, apedreando policías, terminaron haciéndole un favor a Macri, actuaron con logística, organizaci­ón, táctica y estrategia.

No fueron loquitos violentos, sino el brazo callejero que se articuló con los bonzos de Cristina en el recinto (Leopoldo Moreau, José Luis Gioja, Agustín Rossi y otros que se inmolan por ella), en la confabulac­ión para provocar una feroz represión que deje al Gobierno con muertos y sin la recaudació­n que necesita para zafar de un cercano cuello de botella.

Hay quienes quieren patear el tablero porque, por urgencias propias, necesitan que el Gobierno caiga. Y en la Argentina, a los gobiernos se los derriba haciéndolo­s tropezar con muertos en la calle.

EL GOBIERNO NO CONSIGUIÓ QUE LA SOCIEDAD VIERA EN ESTA REFORMA OTRA COSA QUE UN BOLSIQUEO A LOS JUBILADOS, PARA ATENDER URGENCIAS DEL CONURBANO.

NO FUERON LOQUITOS VIOLENTOS, SINO EL BRAZO CALLEJERO QUE SE ARTICULÓ CON LOS BONZOS DE CRISTINA EN EL RECINTO.

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Batalla campal. En las cercanías del Congreso por la reforma previsiona­l.

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