La Voz del Interior

Viajealoqu­equedade nuestra peor tragedia aérea

En 1995, un avión de la Fuerza Aérea impactó contra las Sierras Grandes. Murieron todos sus pasajeros: 52 personas. En un sitio casi inaccesibl­e, quedan restos y se suman placas de amigos y familiares, quienes no dejan de llegar hasta el lugar. estuvo ah

- Carina Mongi Correspons­alía

Las nubes, que a esa altura se mueven más rápido, taparon en un segundo las tres cruces que apuntan hacia el lugar de la tragedia. Unos metros más abajo, están los restos del fuselaje aún incrustado­s en la montaña. Esa pronunciad­a ladera de las Sierras Grandes, con fisonomía de precipicio, fue el escenario, en la noche del 8 de noviembre de 1995, de la peor tragedia aérea que se recuerde en Córdoba.

La crónica recordará que murieron 52 personas. Cero sobrevivie­ntes. Pero cuando se está ahí, los datos fríos se convierten en Alejandro, de 19, o en Juan José, Liliana y sus hijos Gabi, Malen y Fabri. O en Aldana, de cuatro añitos. Cada año, se suma alguna placa recordator­ia que insiste: los 52 siguen vivos en la memoria.

Esa noche

El Fokker F 27 TC-72 de la Fuerza Aérea había salido a la siesta del aeropuerto de Comodoro Rivadavia, con destino a Córdoba. El vuelo se había organizado para trasladar a siete suboficial­es junto a sus familias para la fiesta por las Bodas de Plata de ingreso a la Escuela de Suboficial­es de la Fuerza Aérea de la promoción 35.

Tras una breve escala técnica en San Luis, la aeronave se preparaba para desandar el último tramo. Se había advertido sobre una fuerte tormenta sobre las Sierras Grandes, pero con un desprecio fatal, despegó igual.

En el tramo final del viaje, en medio de una fuerte tormenta eléctrica, se estrelló a 2.450 metros de altura, contra el cerro San Agustín, un macizo de la ladera oeste de las Sierras Grandes. Los restos aún se esparcen en la parte superior de la quebrada La Irma, unos 20 kilómetros al sur del cerro Champaquí.

Hasta ahí llegó La Voz. La escena se asemeja a un montaje de cine catástrofe. El paso de los años hizo que algunos hierros parezcan fundidos en la piedra. Se estima que la nave golpeó en un sector más alto y cayó unos metros, se incendió y ardió toda El recuerdo desde Luyaba, el pueblo más cercano. la noche. El sitio, en plena montaña, es aún hoy de muy difícil acceso. El complejo rescate, hace 22 años, hizo base en la pequeña localidad de Luyaba.

Los pequeños zapatos que están al pie de una gruta con varias placas, junto a algunos hierros del avión, recuerdan que el vuelo estaba lleno de niños y de adolescent­es.

El accidente tuvo fuerte impacto en Comodoro Rivadavia (Chubut), donde vivían 38 de las víctimas. Las 14 restantes residían en Río Gallegos (Santa Cruz).

La fiesta más triste

El suboficial José Gutiérrez, junto a otros compañeros cordobeses de la promoción 35, eran los encargados de la logística y de la organizaci­ón de la fiesta. Como era tradición con cada grupo que cumplía 25 años de ingreso a la escuela, las celebracio­nes duraban varios días. Más de un centenar de egresados junto a sus familias se alojarían tres días en el hotel de Luz y Fuerza en Villa Giardino.

Gutiérrez estaba a cargo de la coordinaci­ón de los compañeros que comenzaban a llegar en colectivos.

“Me llamaron para avisarme que el avión estaba demorado; cuando miré la hora me di cuenta de que no era una demora más, que algo les había pasado”, recuerda ahora.

Momentos después, la noticia no deseada se escuchaba en la radio. La tristeza sin fin que sintieron en ese momento la volvió a sentir Gutiérrez hace un mes, cuando regresó al lugar de la tragedia.

La reunión de Giardino se redujo a lo protocolar, sin espacio para festejos. Fue puro dolor.

Lugar de culto y respeto

No es fácil llegar al sitio donde se estrelló el avión. Hay que transitar unos 25 kilómetros de ripio desde Villa Yacanto (en Calamuchit­a) por el camino que conduce al cerro los Linderos, hasta el punto conocido como “bifurcació­n”. Hasta allí, con esfuerzo, se llega en vehículo.

Desde ahí, queda una caminata de unos 10 kilómetros en la que hay que atravesar minas de cuarzo y mica, explotadas en otros tiempos de forma artesanal, una

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En Luyaba, población de dos mil habitantes, el accidente del TC-72 quedó grabado en la memoria colectiva. Mario Altamirano (74), un marplatens­e que ejercía la presidenci­a de la comuna en ese momento, recuerda la noche tormentosa. “Hubo testigos que...

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