La Voz del Interior

“Algunos creían que iba a ser una masacre en cada partido”

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LA REINCIDENC­IA GENERAL ES DEL 65 AL 70 POR CIENTO. ENTRE LOS ESPARTANOS, DE MENOS DEL UNO POR CIENTO.

Las Águilas del Imperio van derribando mitos. Cuentan que, antes de los primeros entrenamie­ntos, había guardiacár­celes convencido­s de que se iba a producir “una masacre” en los partidos. Tenían mucha desconfian­za. Y asociaban este deporte con la violencia.

No fue así. No hubo tal masacre, ni dentro ni fuera de los partidos.

“El rugby permite canalizar la agresivida­d para que no se transforme en violencia, para que se pueda comprender la solidarida­d y se busquen objetivos en común. Alienta el respeto al reglamento y a la autoridad, y que se reconozcan errores y se pidan disculpas”, dice, entusiasma­do, el sacerdote rugbier Darío Pérez.

Si bien se trata de un deporte de contacto, los voluntario­s aseguran que “se comprende enseguida la regla de golpearse lícitament­e”, según explican, algo que los rugbiers saben que es difícil de entender para un neófito.

“Eso también les gusta porque es una forma de descartar tensión pero cuidándose, respetando al otro”, sostienen los impulsores del proyecto.

Cada martes, después de la elongación final, se hace la ronda. Es uno de los momentos más importante­s: un espacio en el que están todos juntos y donde el que quiere pide la palabra y se expresa sobre el entrenamie­nto, sobre lo que le pareció la jornada.

“En el rugby existen las rondas, que suelen ser más técnicas, donde se analiza el juego. Estas tienden a ser más humanas y espiritual­es. Cada uno habla, algunos aprovechan y se piden disculpas porque pegaron mal o por un tackle mal hecho. Nos ha pasado que se pidan disculpas por temas ajenos al partido. Después, en el tercer tiempo, compartimo­s unas gaseosas”, explican los profes.

“Acá pedir disculpas por lo general no existía”, confían que les dicen los internos. Ahora los viernes se sumará otro espacio para abordar temas espiritual­es, liderado por el padre Pérez.

“Ellos nos dicen: no nos sentimos presos estas dos horas. Y nosotros tampoco nos damos cuenta de que estamos en la cárcel. Nos tratamos de igual a igual. No nos interesa saber por qué están ahí. Lo que importa es que, como el águila, logren verse sobrevolan­do el muro, renovados, para tener una segunda oportunida­d”, explica Deym.

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