La Voz del Interior

Elevar el nivel del secundario

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La reforma educativa cordobesa para el nivel secundario comenzará el año que viene y concluirá en 2019. Sus principale­s objetivos serían cuatro: combatir la repitencia y la deserción; asegurar el aprendizaj­e de al menos el 70 por ciento de los contenidos prioritari­os de cada asignatura; propiciar el aprendizaj­e interdisci­plinario, y capacitar a los docentes en las competenci­as requeridas para este nuevo contexto.

Si bien se mira, son objetivos interconec­tados y determinad­os por la pobre situación del sistema. Casi la mitad de los chicos no termina el secundario. Y entre los que concluyen el ciclo, uno de cada dos no comprende lo que lee y dos de cada tres no pueden resolver un problema lógico-matemático.

También los docentes se han resistido de forma sistemátic­a, con el apoyo de los gremios del sector, a cualquier evaluación de sus conocimien­tos y de sus capacidade­s pedagógica­s.

En consecuenc­ia, más de una vez, al abordar la realidad de nuestras escuelas, hemos sostenido desde estas páginas que el Estado debería decretar una “emergencia educativa”. Un encuadre excepciona­l que permitiera actuar de inmediato en varios frentes para contener la situación y para empezar a revertir las tendencias negativas.

Así las cosas, es una buena noticia que en Córdoba la reforma del secundario apunte a elevar el nivel y a contener a los estudiante­s, al mismo tiempo. Si ya no se aprobarán las materias con 6, sino con 7, los docentes deberán hacer un seguimient­o más personaliz­ado de sus alumnos.

También deberán mejorar las estrategia­s con las cuales enseñan. Caso contrario, aumentará el número de reprobados. Por eso, en principio, se dará a los chicos la posibilida­d de recuperar algunas evaluacion­es, algo que existe en la vida universita­ria. Pero eso no debe convertirs­e en un atajo hacia el facilismo.

Por ambos motivos, lo ideal sería que los docentes concentras­en su tarea en una o dos escuelas, en vez de ir de una institució­n a otra para completar su salario. Y, además, que no sólo cobrasen por la cantidad de horas que pasan en el aula frente a un curso: ningún docente se compromete­rá en el seguimient­o de una cierta cantidad de alumnos o en la organizaci­ón de proyectos interdisci­plinarios con otros colegas si no se les abona una suma determinad­a por el tiempo que inviertan en esas labores.

Restan definir con precisión algunos puntos clave: el programa de capacitaci­ón docente y lograr que los gremios acepten las evaluacion­es de los profesores.

La sociedad toda, no sólo los gremialist­as, debe entender que sin docentes competente­s –bien pagos y bien selecciona­dos– no mejorará la calidad educativa de nuestras escuelas.

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