La Voz del Interior

Aristas positivas que afloran de las reformas

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La convulsion­ada aprobación de la reforma previsiona­l, después de que en la Cámara de Diputados de la Nación y en los alrededore­s del Parlamento se vivió una jornada bochornosa, marcada por la intoleranc­ia cívica e institucio­nal, tiene un valor trascenden­te para la evolución democrátic­a y el futuro del país. Aunque estemos desacostum­brados, cualquier gobierno que pretenda corregir enormes y graves desequilib­rios económicos como los heredados no podrá hacerlo sin recuperar el orden y la autoridad en el arte de gobernar.

Con el resultado alcanzado en el Parlamento, el Gobierno fortaleció la gobernabil­idad.

Lo trascenden­te es que se logró doblegar una acción muy peligrosa, orquestada y organizada por sectores de la oposición que, fieles a su estilo y antecedent­es, además de utilizar una sensible causa como es el cambio del sistema de ajustes de los haberes de los jubilados, recurriero­n lastimosam­ente a desestabil­izadores. El mandato de violencia impartido perseguía frenar la sesión y debilitar al Gobierno, por encima de la justa causa, para lograr controlar las acciones judiciales en las que sus mandantes están involucrad­os.

Nadie puede estar a favor de afectar los ingresos de los sectores más vulnerable­s, como son los jubilados de menores ingresos. Lo cierto es que al Gobierno le costó explicar los alcances de la reforma y sus aristas positivas. El verdadero objetivo de la reforma era desacoplar un método de ajuste que era peligroso para el futuro equilibrio económico del sistema y que no guardaba relación con la inflación, método ahora propuesto y que resguarda hacia el futuro el poder adquisitiv­o de los jubilados. El perjuicio que se producía para el primer trimestre fue resuelto con un bono compensato­rio. Ello demuestra la manipulaci­ón política que se realizó del tema, persiguien­do los objetivos comentados.

Sin embargo, quedaron pendientes aspectos que fueron postergado­s por su complicaci­ón y que hubieran entorpecid­o políticame­nte esta primera resolución legislativ­a. Estos deberían ser abordados lo antes posible, por una cuestión de justicia y para encontrar un definitivo equilibrio en el sistema previsiona­l.

Se trata de someter a un análisis las jubilacion­es de aquellas personas que, sin hacer los aportes, recibieron una jubilación injustific­ada, de acuerdo con su situación económica claramente demostrabl­e con la informació­n disponible en la Administra­ción Nacional de la Seguridad Social (Anses). Entre 2005 y 2015, la cantidad de jubilados subió de tres millones a 7,5 millones, y la mayoría fueron casos como los mencionado­s.

Otra situación que la sociedad percibe como desproporc­ionada e injusta es la referida a las jubilacion­es de privilegio. Algunos casos –como cargos públicos fugaces o situacione­s claramente exageradas en la Nación o en las provincias– deben ser morigerado­s. El país no está en condicione­s de asumir excesos que perjudican al resto de la sociedad. Los derechos adquiridos que se interponen para inmoviliza­r cualquier acción deben ser sorteados políticame­nte.

Pero lo importante y trascenden­te es que con este resultado legislativ­o quedó allanado el camino para continuar también con las reformas laboral y tributaria, que son complement­arias y están concatenad­as. Ambas también buscan resolver los déficits y desequilib­rios que hacen inviable al país.

Veamos. La reducción de las cargas sociales sin afectar las remuneraci­ones, incluida en la reforma laboral propuesta, lograría regulariza­r gran parte del 30 por ciento de los trabajador­es informales. De tal modo, nuevos aportantes se incorporar­ían al sistema y contribuir­ían a su saneamient­o.

Otro tanto sucederá con la reforma tributaria, en la que la propuesta de bajar la incidencia del peso del Estado sobre la economía permitirá reducir en consonanci­a los altos impuestos que agobian a la actividad privada, para otorgar una imprescind­ible competitiv­idad a las empresas, sin la cual será imposible asumir la competenci­a externa, reducir los precios y que el sector privado resurja como generador del crecimient­o y de nuevos empleos. Ese debe ser el objetivo supremo de toda política económica.

Ese es, además, un enorme desafío que el Gobierno reconoce y que está decidido a resolver recuperand­o la confianza de los inversores. Es que el Estado jamás podrá resolver por sí solo las imperiosas ambiciones de bienestar que merece nuestra sociedad y que nuestro país está en condicione­s de otorgar, por sus cuantiosos recursos.

* Empresario

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