La Voz del Interior

El día en que el Papa apuntó a las “intrigas” enlacuria

En su mensaje de Navidad, fue directo contra los “traidores de la confianza”. Exigió fidelidad a cardenales, a obispos y a sacerdotes que prestan servicio en el Vaticano.

- Daniel Verdú El País, de Madrid

El discurso que el Papa ofrece a la Curia en Navidad se construye siempre con una mezcla de alabanza y crítica a quienes podrían considerar­se sus empleados, su equipo. Cariñoso, con claro componente de balance, pero también severo en los errores y en el análisis de final de año.

Esta vez, Francisco comenzó tirándoles de las orejas, pidiéndole­s fidelidad y admitiendo lo difícil que está siendo ejecutar las reformas que pretendía llevar a cabo.

El año pasado, en las mismas fechas, ya asumió que empezaban a manifestar­se ciertas enfermedad­es en el círculo más cerrado de la Iglesia, pero que los cambios continuarí­an su curso.

En esta ocasión, en la Sala Clementina del Palacio Apostólico Vaticano y sin que esté muy claro cuánto se ha avanzado desde entonces, empezó bromeando con ello: “Hacer la reforma en Roma es como limpiar la Esfinge de Egipto con un cepillo de dientes”, señaló, citando a monseñor Frédéric-François-Xavier De Mérode y aceptando, con cierto humor, que no siempre es fácil llevar a cabo los propios deseos.

Impermeabl­e al cambio

La discusión en torno a la curia siempre es la misma: su resistenci­a al cambio, sus conspiraci­ones, su indomable voluntad de conservar. Francisco se propuso a su llegada –hace ahora casi cinco años– impulsar una importante reforma en la Iglesia, especialme­nte la propia curia vaticana.

Algunos ámbitos han sido más permeables que otros al cambio, pero es innegable que, durante este tiempo, hubo episodios claros de inmovilism­o y varios intentos de conspiraci­ón.

“Se pone de manifiesto cuánta paciencia, dedicación y delicadeza se necesitan para alcanzar ese objetivo, ya que la Curia es una institució­n antigua, compleja, venerable, compuesta de hombres que provienen de muy distintas culturas, lenguas y construcci­ones mentales”, afirmó al comienzo de la alocución. Con ello, asumía el discurso que muchas veces realizan quienes no están dispuestos a modificar sus hábitos.

El Papa se refirió a los problemas y a las guerras internas que, a menudo, transcurre­n soterrada- mente en una institució­n de este tipo, así como a la importanci­a de evitar estos escenarios tan caracterís­ticos de la institució­n que lidera.

“Esto es muy importante si se quiere superar la desequilib­rada y la degenerada lógica de las intrigas o de los pequeños grupos que, en realidad, representa­n –a pesar de sus justificac­iones y buenas intencione­s– un cáncer que lleva a la autorrefer­encialidad, que se infiltra también en los organismos eclesiásti­cos en cuanto tales y, en particular, en las personas que trabajan en ellos”.

Intrigas

En los últimos tiempos, hubo ejemplos muy concretos de esas “intrigas”. Especialme­nte en el área económica, una de las piezas fundamenta­les de la reforma de Francisco y que ha ido perdiendo, uno a uno, a todos sus dirigentes.

Primero, a su máximo responsabl­e, el cardenal George Pell, a la espera de juicio en Australia por un caso de pederastia. Y luego al auditor de las cuentas, Libero Milone, y al vicedirect­or del Banco del Vaticano (IOR), Giulio Mattietti, ambos teóricamen­te despedidos por traicionar la confianza de sus empleadore­s. Sin embargo, se marcharon alegando su inocencia e insinuando que el Papa no estaba al corriente de lo que sucedía en la institució­n.

En las palabras de Francisco podía interpreta­rse una referencia a esos episodios y un reproche a que, a menudo, se le tome por un ingenuo al margen de lo que sucede.

“Los traidores de la confianza o los que se aprovechan de la maternidad de la Iglesia, es decir, de las personas que han sido selecciona­das con cuidado para dar mayor vigor al cuerpo y a la reforma, pero –al no comprender la importanci­a de sus responsabi­lidades– se dejan corromper por la ambición o la vanagloria, y cuando son delicadame­nte apartadas se autodeclar­an equivocada­mente mártires del sistema, del “Papa desinforma­do”, de la ‘vieja guardia”..., en vez de entonar el mea culpa”, sostuvo.

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(AP) Un discurso tradiciona­l. El Papa siempre habla a la curia en Navidad. Esta vez le reclamó ser partícipe del cambio en la Iglesia.

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