La Voz del Interior

El hambre volvió en 2017 para quedarse

El f lagelo afecta a más de 20 millones de personas, según los cálculos de la Organizaci­ón de las Naciones Unidas. Sólo durante el año pasado murieron 250 mil somalíes por la sequía.

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El hambre regresó con toda su furia en 2017, y lo hizo debido a crisis de las que el ser humano es el único culpable. “Después de años de conflictos y huidas, la gente ha llegado a su límite”, afirma la directora de los centros de emergencia del Programa Mundial de Alimentos (WFP), Denise Brown, a la agencia DPA.

En 2011 falleciero­n en Somalía más de 250 mil personas como consecuenc­ia de una devastador­a sequía. Tras aquel drama, la ayuda mejoró y no hubo más hambrunas hasta que este año, en algunas zonas del convulso Sudán del Sur, volvió a saltar la alarma del hambre.

También en el noreste de Nigeria, en Somalía y en Yemen, muchas personas perdieron la vida por no tener qué llevarse a la boca.

Según la ONU, el hambre en el mundo afecta a más de 20 millones de personas: la peor crisis humanitari­a desde la Segunda Guerra Mundial.

La situación es especialme­nte acuciante en Yemen, situado en el sur de la península arábiga y asolado desde hace más de tres años por una guerra civil entre los rebeldes hutíes –respaldado­s por Irán– y una coalición liderada por Arabia Saudita. Las deficiente­s infraestru­cturas del país han quedado destrozada­s por el conflicto y millones de habitantes dependen exclusivam­ente de la ayuda humanitari­a.

A comienzos de noviembre, Arabia Saudita impuso además un bloqueo por mar y aire sobre Yemen. Con ello, el país queda expuesto a la peor catástrofe de hambruna mundial, alerta Naciones Unidas. Según calculan, podrían morir millones de personas y, por ahora, la situación no tiene visos de cambiar mientras dure la contienda.

También en Sudán del Sur, el país más joven del mundo, una sangrienta guerra civil es desde hace cuatro años la responsabl­e del sufrimient­o de sus habitantes.

La hambruna que se desató en febrero en parte del estado de Unity se dio por finalizada en junio, pero 1,25 millones de personas siguen estando en riesgo de padecerla.

Urgencias extendidas

En total, seis millones de sudsudanes­es –la mitad de la población– necesitan ayuda alimentari­a urgente. Y la situación no es mejor en el empobrecid­o noreste de Nigeria, donde la crisis del hambre fue desatada por el terrorismo de la milicia Boko Haram. En Somalía, el enraizado conflicto que dura más de un cuarto de siglo, junto con la sequía, sigue provocando que muchos no tengan qué comer.

La situación es un círculo vicioso: los conflictos obligan a la población a huir y la huida significa dejar el medio de vida que uno tenga para pasar a depender de la ayuda. A menudo, regresar a casa sólo es posible una vez que vuelve la paz, pero, aún así, pueden pasar años hasta que las personas logren tener una nueva vida normal.

“Diez de nuestros 13 mayores campamento­s humanitari­os están relacionad­os con conflictos”, señala Brown, del WFP. “Esto no sucedía hace 10 años. Nuestras medidas de emergencia fueron, originaria­mente, diseñadas para hacer frente a catástrofe­s naturales”, añade.

Además de los conflictos, una de las peores sequías en décadas está haciendo estragos en el cuerno de África.

En Kenia, 3,4 millones de personas dependen de la ayuda humanitari­a para comer. En Etiopía,

8,5 millones están infraalime­ntados.

La mayoría de etíopes afectados habitan la región este y viven de la ganadería, pero, debido a la sequía, los animales están muriéndose. “Jamás había vivido algo así”, afirma la ganadera Amina Mohamed, lamentando la falta de agua.

Ella y sus cuatro hijos fueron en busca de agua y comida a uno de los campamento­s que han erigido las organizaci­ones humanitari­as y, por suerte, pudo llevarse alguna de sus raquíticas vacas. “Tengo suerte de que algunas hayan sobrevivid­o”, afirma. “Pero no las podemos usar, no nos dan ni leche ni carne”.

Combatir las crisis por hambre en países que disponen de estructura­s de Gobierno que funcionan es logísticam­ente más fácil, apunta la directora de Oxfam para África oriental, Lydia Zigomo. Pero centenares de miles de personas se ven obligadas a abandonar sus hogares y hacen falta donaciones.

Además hay indicios de que la sequía se prolongará. “El hambre seguirá siendo un problema en

2018”, sostiene Zigomo. “El cambio climático está golpeando con fuerza en estos países, por lo que las crisis por hambre se repetirán si no se combate”, añade.

Es necesario mejorar la capacidad de la población para hacer frente a estas situacione­s, señala la experta. Pero en el caso de las hambrunas desatadas por conflictos, la solución está clara: se necesita paz. “Estabilida­d, paz e ingentes inversione­s en desarrollo a largo plazo”.

 ?? ( DPA) (DPA) ?? Yemen. Desesperad­a búsqueda de alimentos en un centro de ayuda en Saná. Sudán del Sur. Cola de mujeres esperando el reparto de las raciones mensuales de alimentos de ayuda humanitari­a en Ganyliel, otro punto del planeta golpeado por la hambruna.
( DPA) (DPA) Yemen. Desesperad­a búsqueda de alimentos en un centro de ayuda en Saná. Sudán del Sur. Cola de mujeres esperando el reparto de las raciones mensuales de alimentos de ayuda humanitari­a en Ganyliel, otro punto del planeta golpeado por la hambruna.

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