La Voz del Interior

Índices para el estupor y la reflexión

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Los indicadore­s sobre mortalidad a causa de siniestros viales en la provincia de Córdoba no dejan de causar estupor, aun cuando las cifras de decesos registrado­s en 2017 nos muestren una leve merma respecto de otros períodos igualmente trágicos bajo observació­n y análisis.

Sobre valoracion­es, 2017 dejó un saldo de 405 muertos en rutas y zonas urbanas, una cifra superior a los 390 fallecidos por tragedias similares en 2016, pero en retroceso respecto de otros años, como 2013, durante el cual quedaron 533 vidas cercenadas en rutas y caminos.

Desde que comenzamos a relevar las estadístic­as sobre siniestral­idad vial en la provincia, en 2007, en función de una base de datos propia con una veintena de variables, el número de decesos por siniestros viales ha fluctuado entre la suba y la declinació­n. Sin embargo, en todos los casos pesó el sentimient­o de consternac­ión general por un fenómeno que continúa y que tiene múltiples causas.

En otros análisis sobre estos episodios desgraciad­os se han explorado factores diversos pero concurrent­es para llegar a una conclusión sobre los motivos de las tragedias viales, que, vale señalar, además de muertos dejan a muchas personas con severas secuelas físicas de por vida.

En ese contexto, nunca estuvo ausente el grado de imprudenci­a de muchos conductore­s temerarios que ponen en riesgo su vida y la de terceros en el manejo de un automóvil, de una moto o de una bicicleta, a lo que hay que añadir los insuficien­tes controles que ejercen los agentes policiales y municipale­s en rutas y en conglomera­dos urbanos.

La exponencia­l proliferac­ión en las calles urbanas de biciclos –muchas veces a causa de un sistema de transporte público de pasajeros caro e inoperante– ha dejado una radiografí­a atroz: como refleja el informe que publicamos el pasado martes, en 55 de las 88 colisiones fatales en la ciudad de Córdoba durante 2017 (que dejaron 57 fallecidos) la víctima se trasladaba en moto o en bicicleta.

Un escenario de turbacione­s que amerita interpelar a los organismos pertinente­s del Estado provincial y municipal sobre si las inspeccion­es se cumplen con rigor. En particular, en materia de alcoholemi­a en horarios críticos, como en la oscuridad de la noche, cuando los inspectore­s y agentes de la Policía Caminera suelen replegarse dando paso a los conductore­s temerarios lanzados a eludir normas elementale­s de seguridad.

Son preocupant­es los índices de mortalidad por tragedias viales (un fenómeno que se verifica en todo el país), por lo que nadie puede relajarse en la tarea de asumir responsabi­lidades: los conductore­s en salvaguard­a de la vida y el Estado en los controles oportunos y obstinados.

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