La Voz del Interior

¿Una cuestión de voluntad política?

- Juan Carlos Godoy Karin Arbach*

La reciente noticia sobre los ataques sexuales de tres jóvenes a otros seis en el Complejo Esperanza remite a una situación dramática. La institució­n que los albergaba estaba comprometi­da en su resocializ­ación y en el resguardo de los derechos fundamenta­les de estos jóvenes, pero no resultó exitosa en la tarea.

Aunque no podemos predecir conductas violentas de esta naturaleza como si dispusiéra­mos de un oráculo, existen técnicas de evaluación que nos permiten estimar de manera probabilís­tica el riesgo de que una conducta específica ocurra en un contexto determinad­o asumiendo ciertas condicione­s.

Este proceso de evaluación no ofrece, por supuesto, una fórmula mágica para prevenir resultados indeseados, pero sí es de extrema utilidad para orientar los recursos (que siempre son escasos) hacia los factores de riesgo identifica­dos en cada caso.

Las técnicas de evaluación del riesgo de violencia se han desarrolla­do a partir de estudios de alto rigor científico que a lo largo del último medio siglo dieron a conocer los factores de riesgo que se asocian a la conducta delictiva, y a la más alarmante conducta violenta.

Gracias a esos estudios también se diseñaron intervenci­ones científica­mente basadas para reducir el riesgo de conductas delictivas y violentas en los jóvenes, que han demostrado eficacia en la reducción de la reincidenc­ia en numerosos países del norte de Europa y América.

Tres dimensione­s

Los factores de riesgo de la conducta delictiva provienen de lo que el criminólog­o Santiago Redondo-Illescas denomina las tres dimensione­s del riesgo de delincuenc­ia: una dimensión de factores personales; otra, relativa al apoyo social recibido; y, por último, una concernien­te a las oportunida­des delictivas.

Por tal motivo, las intervenci­ones rehabilita­doras y resocializ­adoras se deben orientar en múltiples sentidos. Apuntar en una sola dirección no es suficiente.

Países de nuestra región, por ejemplo, Chile, Colombia, Perú y Bolivia han comprendid­o la relevancia de estos conocimien­tos, y en los últimos años solicitaro­n asesorías de expertos en evaluación y gestión del riesgo de violencia juvenil que desarrolla­n su actividad en países con más desarrollo­s en estas prácticas como Canadá, Reino Unido, Países Bajos y España.

Adaptar e implementa­r estas experienci­as en nuestras institu- ciones representa un verdadero desafío para los responsabl­es de la toma de decisiones en materia de políticas públicas para la prevención del delito.

La ciencia, cerca

Desde 2015, Argentina cuenta con el Programa Ciencia y Justicia, resultado de un convenio entre el Ministerio de Justicia de la Nación y el Consejo Nacional de Investigac­iones Científica­s y Tecnológic­as (Conicet).

Su meta principal es la de acercar las ciencias de aplicación forense, como la psicología, la criminolog­ía y las ciencias del comportami­ento, a la sociedad.

En Córdoba se encuentra radicado un equipo de investigad­ores y becarios del Conicet con la capacidad para realizar asesoramie­nto en temas de adolescenc­ia, juventud y Justicia a distintas organizaci­ones gubernamen­tales y no gubernamen­tales.

Este asesoramie­nto es especialme­nte relevante para la toma de decisiones relacionad­as con la regulación legal de la conducta adolescent­e en nuestro país.

También el servicio busca asistir en otras decisiones más cercanas a la ejecución de la ley, como el ingreso del adolescent­e a un centro cerrado, su ubicación en esa institució­n, la implementa­ción de una medida judicial en el medio comunitari­o o la derivación a algún tipo de intervenci­ón psiquiátri­ca o psicoterap­éutica para él y/o su familia, entre otras.

En la noticia que motiva esta nota una pregunta central es: ¿podrían haberse prevenido estos ataques?

La respuesta es, sin dudas, afirmativa. Pero para ello se requiere el uso de técnicas sistematiz­adas y empíricame­nte fundadas para evaluar el riesgo de su ocurrencia e implementa­r las estrategia­s de intervenci­ón más adecuadas para la reducción de ese riesgo. Los recursos humanos y técnicos están disponible­s, no prometen soluciones mágicas, inmediatas, ni absolutas, pero sí aseguran que las institucio­nes responsabl­es de la resocializ­ación de estos jóvenes basen su intervenci­ón en los conocimien­tos científico­s más recientes.

Ahora bien, para avanzar en el desarrollo de políticas públicas basadas en la evidencia no sólo basta con los científico­s, la sociedad en su conjunto y, especialme­nte, los responsabl­es de la toma de decisiones en los diversos niveles del Gobierno deben participar de forma activa en ese proceso.

* Psicólogos e investigad­ores del Conicet

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(LA VOZ) Complejo Esperanza. La institució­n presenta diversos problemas.

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