La Voz del Interior

La violencia urbana provoca la mayoría de los homicidios

¿Cómo se mata en la provincia? Un análisis sobre todos los asesinatos que hubo durante 2017.

- Juan Federico jfederico@lavozdelin­terior.com.ar

De pronto, la pasividad de la siesta de aquel feriado por el 25 de mayo último terminó surcada por balazos de todo tipo de calibres. Unos corrían a otros, pero todos disparaban. La mujer, que era ajena a la disputa, aunque conocida de varios de los que participab­an de la balacera, se asomó a la puerta de su casa, en villa El Nailon, al norte de la ciudad de Córdoba, dos tiros terminaron con su vida.

Esa misma tarde, se secuestrar­on una escopeta recortada, un revólver calibre 38 y otro 22, y aunque no apareciero­n, quedó la certeza de que hubo al menos otras dos pistolas nueve milímetros involucrad­as en la balacera.

Aquel crimen de Stella Maris Barrera (53) terminó por ser una brutal síntesis de cómo se mata en la provincia de Córdoba. A balazos, entre conocidos y en el mismo territorio que habitan víctima y victimario.

La llamada “violencia urbana”, aquellas disputas cuyos reales motivos pocas veces se esclarecen en la mesa de las investigac­iones judiciales y policiales, representa, por lejos, la principal causa de homicidios.

Si se le agregan los asesinatos dentro del hogar, por violencia doméstica (incluye los femicidios), se advierte que en más de siete de cada 10 homicidios, víctimas y victimario­s se conocían de antemano.

Esto significa que las disputas que terminan en la violencia más extrema responden a diversos factores, mucho más circulares que lineales.

Droga, insegurida­d, machismo, armas de fuego, jóvenes, vulnerabil­idades, territorio­s, bandas y “gatillo fácil” son algunas de estas variables que, en conjunto, terminan por dar forma a la radiografí­a sobre la violencia que más dolor genera en Córdoba.

Según un relevamien­to propio de La Voz, a través de distintas fuentes judiciales, policiales, forenses, médicas, gubernamen­tales y vecinales, en 2017 se registraro­n 131 homicidios en toda la provincia de Córdoba.

La cifra es idéntica a la relevada en 2016 y se ubica dentro de la media anotada desde 2009: 132, 66

(2010), 116 (2011), 128 (2012), 153

(2013), 149 (2014) y 142 (2015).

La tasa de homicidios provincial es de 3,8 cada 100 mil habitantes, lo que la ubica entre las siete más bajas del país (la de Santa Fe, por ejemplo, es de 12,2).

Al comparar estos datos históricos se advierte que continúa estable

la génesis asesina: la principal causa de homicidios es la violencia urbana, luego la violencia doméstica y tercero la insegurida­d (aquí, la proporción de víctimas de asaltos muertos y ladrones abatidos es casi similar).

Pero al mismo tiempo se consolida en los dos últimos años una mayor presencia de armas de fuego cada vez más poderosas en manos de los asesinos.

Para que se entienda: en 2017, en la ciudad de Córdoba hubo 76 homicidios (duplica la tasa provincial), casi el 60 por ciento de toda la provincia. Entre las víctimas hubo 38 jóvenes de entre 20 y 35 años, y en siete de cada 10 crímenes apareció al menos un arma de fuego.

El principal motivo de asesinato, en 43 de los casos, fue la violencia urbana: por lo general víctima y victimario ya se conocían de antemano. Tanto, que el crimen sobrevino en la misma zona que ambos habitaban.

Una realidad estadístic­a en la que la ciudad de Córdoba termina por tener un papel prepondera­nte. Sin la capital, el análisis del resto provincial troca: violencia doméstica pasa a ser la principal causa de muerte violenta.

A los tiros en los barrios

Pese a la gran cantidad de asesinatos a balazos, sobre todo en la ciudad de Córdoba, no existen aún investigac­iones judiciales sólidas que hayan permitido detectar y desbaratar a quiénes proveen estos armamentos en los barrios.

Un circuito clandestin­o cada vez más sólido y enorme, y que muchas veces queda asociado al narcotráfi­co por una misma lógica económica: aquellos que tienen el dinero para comprar voluntades e impunidad terminan por quedarse con ambos negocios ilegales.

Se trata de lo que los especialis­tas en seguridad llaman “contextos de impunidad”: barrios, sobre todo en la ciudad de Córdoba, en los que la presencia permanente del crimen organizado, aún en su forma más superficia­l y rudimentar­ia, terminó por alterar toda la dinámica social.

Los “quioscos” de droga que funcionan a la vista de todo el mundo terminaron por aniquilar la confianza social en las institucio­nes encargadas de proteger. Si el narco continúa, se entiende, es porque alguien hizo la vista gorda. Y si esta desconfian­za va en aumento, la ley termina por ser suplantada por la siempre peligrosa ley del más fuerte, del ojo por ojo allí en el mismo territorio.

¿A quién denunciar si un vecino me robó el televisor? ¿A los policías que conviven con los vendedores de droga? ¿A la Justicia lejana que mira con desprecio por la barandilla de Tribunales? Las armas se consiguen con demasiada facilidad. Por eso, termina por ser más rápido ir a buscar una y exigir por cuenta de cada uno, así sin más vueltas, que devuelvan lo que me robaron.

Una virulencia que no se esconde: más del 80 por ciento de los asesinatos en 2017 tiene al menos un sospechoso imputado. Violencia sobre violencia que termina por pervertir todo: ¿quién empezó primero? Ya nadie se acuerda.

Es que el tiro final, aquel que termina por interrumpi­r de manera irreversib­le una biografía, reconoce sus raíces mucho antes, aunque ya nadie lo nombre.

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