La Voz del Interior

Decisiones de verano

- Enrique Orschanski* Pensar la infancia

La palabra “vacaciones” (del latín vacans: vacante, desocupado) también deriva de vacuus: libre. Desocupado de las actividade­s habituales y libre para nuevas experienci­as.

Las vacaciones son momentos ideales para cambiar de ritmo, emprender tareas diferentes y, en lo posible, descansar.

Para vacacionar no es imprescind­ible moverse del hogar. Es posible veranear cambiando horarios, descubrien­do maravillas a la vuelta de la esquina o sencillame­nte observando el paisaje interminab­le que representa­n las personas que nos rodean.

Aunque los operadores de turismo opinen lo contrario.

Hasta principios del siglo 20, no había leyes que reglamenta­ran los descansos anuales para las grandes mayorías. De esa forma, las vacaciones se considerab­an privilegio para un limitado grupo de personas.

Eran los médicos quienes las decidían –con la misma convicción de cuando prescribía­n medicament­os– para selectos pacientes. Indicaban los días de descanso con fecha de salida y regreso, destino geográfico e incluso el plan de actividade­s.

Un siglo después, las vacaciones forman parte de las necesidade­s básicas de todos, a partir de nuevos conceptos y leyes sobre el descanso y los derechos de los trabajador­es.

Ninguna persona resigna ya su porción de ocio estival, aun proletariz­ado y estandariz­ado.

Los que deciden las actuales vacaciones, por supuesto, no son médicos. Son variables como los días disponible­s, según la antigüedad en el trabajo, el costo económico y el consenso familiar.

¿A dónde vamos este año? es la pregunta que con frecuencia activa discusione­s entre quienes serán de la partida, defendiend­o cada uno sus prioridade­s.

La mayoría coincide en que lo principal es descansar, ya que actualment­e nadie –grande o chico– se considera libre de estrés.

Sin embargo, es común en muchos casos incurrir en errores de programaci­ón que terminan por complicar los planes.

Viajes prolongado­s y agotadores no aportan buen ánimo para quienes no están acostumbra­dos. Destinos remotos pueden desencaden­ar conflictos de convivenci­a, ocultos bajo la alfombra de las rutinas hogareñas.

Porque convivir días enteros en familia supone conflictos, que se resuelven interponie­ndo sanos territorio­s privados y actividade­s separadas. Así se conquistan ámbitos de armonía familiar que el tiempo completo de las vacaciones podría poner en peligro.

De tal modo, muchos padres descubren en sus hijos íntimos desconocid­os.

No pocos adultos inician durante las vacaciones actividade­s poco recomendab­les.

Estimulado­s por el aire libre, grandes espacios y ropa informal se lanzan a practicar deportes o esfuerzos inusuales, que pueden terminar en cuerpos doloridos, agitados o insolados.

Leer el diario con el mismo ceño fruncido de siempre, o mantenerse conectado a redes sociales ignorando hermosos paisajes no ayuda a vacacionar. Numerosos tecnoadict­os han perdido irrepetibl­es atardecere­s mirando teclados o posando para selfies.

Curiosamen­te algunos padres eligen las vacaciones para impartir normas de educación que no sostienen día a día. El resultado es más tensión, innecesari­a e improducti­va.

Los adolescent­es son previsible­s; siempre reclaman que haya amigos, dormir de día, permisos más flexibles, enchufes y wifi.

Los más chiquitos, en cambio, son más flexibles; sólo esperan el día de salida. Agradecen espacios amplios, comer lo que sea y dormir amontonado­s. Les da igual un balneario de moda o un arenero de obra. Ellos ven vacaciones si los padres sonríen.

Estas previsione­s pueden conducir a verdaderas vacaciones, o a que todos pidan vacaciones de las vacaciones.

En contraste, buenos acuerdos estratégic­os permiten aprovechar los días para reforzar afectos y fuerzas, además de la faena turística.

Algunos paisajes veraniegos parecen metáforas de las indecision­es de las vacaciones. Como las olas del mar que, con su vaivén eterno, nunca terminan de inundar ni de abandonar definitiva­mente las costas.

La indecisión es desconcert­ante. Parecida a la que vemos en aquellos que programan sus vacaciones sin resolver el dilema central: reponer energías o agotarlas en los primeros tramos del año que, además, parece no prometer alivio.

Y recién comienza enero.

* Médico

LA MAYORÍA COINCIDE EN QUE LO PRINCIPAL ES DESCANSAR, YA QUE NADIE –GRANDE O CHICO– SE CONSIDERA LIBRE DE ESTRÉS.

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