La Voz del Interior

La rompe en Perú.

Todos lo frenan para tomarle fotos y su conductor, Blangino, tiene un sueño: llegar al podio en nuestra ciudad el 20.

- Enviado especial a San Juan (Perú) Agustín Caretó acareto@lavozdelin­terior.com.ar

El Rastrojero cordobés que conduce Blangino en el Dakar causa sensación en tierra incaica.

La de Jorge Blangino es la típica historia de los pilotos que conforman el lado B del Dakar. Consciente de arranque de que sus chances de ganar son nulas, se anima a competir a bordo de un Rastrojero, una camioneta de industria nacional que se fabricó hasta 1979 en nuestra ciudad.

“Pipo” hizo un trabajo artesanal con su equipo y armó un vehículo que es impulsado por un motor Camaro V8 (de unos 300 CV). Y tras la enorme trascenden­cia nacional que tomó el año pasado, ahora el Rastrojero es furor en Perú, y probableme­nte lo sea en Bolivia. Y será sensación si llega a Córdoba para subirse a la rampa final el 20 de enero.

Todos quieren una foto junto al legendario vehículo que comanda Blangino con el también cordobés Fernando Acosta, que navega por tercera vez en un Dakar.

Al momento de explicar cómo nació la idea de competir con este coche tan particular, “Pipo” remarcó: “Compramos un Rastrojero en desuso. A partir de ahí lo fuimos construyen­do; hicimos todo en chapa, primero; lo agrandamos para que entre la mecánica, y con ello hicimos la matriz para luego trabajar en fibra de vidrio”.

A los 45 años, el piloto de Monte Cristo disfruta de su octavo Dakar. “Esto es todo a pulmón, muy casero, además acá no se consigue nada importado y por eso es todo artesanal. Compré un motor Camaro cero kilómetros en EE.UU. y el diseño es a ojo, acá no hay computador­a ni aire acondicion­ado”, cuenta Blangino, que tras su tercer día de competenci­a en Perú sigue en carrera.

“Gracias a Dios, va todo bien. Es muy bueno lo que está haciendo mi navegante. Hay mucho peligro en cada especial y hay que tener mucho cuidado. Vamos con un ritmo muy tranquilo”, explicó el piloto, quien vivió una experienci­a muy curiosa pocas horas antes del inicio de la carrera: “Mirá, loco, acá no hay mal que por bien no venga. Mi contador se confundió en hacer un pago a Francia para que le mandaran las gomas y no llegaron. Así que en Perú conseguí estas para la arena y son un espectácul­o. Le agradezco a Luisito por no haberlas comprado”.

Al momento de hablar sobre lo que viene, “Pipo” no duda ni delira: “El objetivo es seguir al mismo ritmo. La gran meta es llegar a Córdoba y terminar la carrera. Va a ser una gran fiesta”.

El auto no se descompone

La arena caliente quema a más no poder en las dunas de Perú. Tras el especial, Blangino desciende hecho “sopa” por todo lo que transpiró y, parafrasea­ndo a Andrés Calamaro, le dice a su grupo de trabajo: “Revísenme a mí, el auto no tiene nada”. A “Pipo” le cayó mal la comida y debió frenar en varias ocasiones porque estaba descompues­to.

“Podríamos tener mejores tiempos, pero estuve mal y paré a vomitar varias veces. No sé qué comí y no me cayó bien”, explicó el comandante del Rastrojero, quien luego amplió: “Pero siento que un ritmo más alto que este no es para nosotros, así que vamos bien. Varios ya se la han pegado. Hay muchos que tumbaron y terminaron en el hospital, nosotros estamos sanos”.

A su lado, lo observa Acosta, el copiloto que día a día se amiga más con este mítico vehículo: “La verdad es que se viene portando excelente. Se la bancó muy bien con estas gomas en la arena. Estamos sorprendid­os para bien y contentos. Pero es una locura como la gente nos para en la ruta pidiéndono­s fotos y la historia del auto”.

Y cada vez que algún fanático pregunta por el Rastrojero, el que habla es Blangino. Porque su padre tuvo uno y desde esa época le nació un amor a primera vista. Y “Pipo” cuenta que “se trata de un auto argentino que se hacía en Córdoba. Lo utilizaban los laburantes. En la época en que salieron las F100, con esa plata te comprabas diez de estos. Es un vehículo noble, legendario y económico”.

Tras semejante definición, todos quieren al menos una selfie con la máquina cordobesa. Que si bien es básica (no tiene ni aire acondicion­ado), causa furor adonde vaya. Su interior es muy sencillo, no tiene tablero y es agradable a la vista. No da sensación de encerramie­nto, la caja está baja y el piso también. En su interior, apenas hay una pala, gatos hidráulico­s, tres gomas de auxilio y repuestos básicos. Y como no podía ser de otra manera, allí dentro también viajan miles de sueños.

Y toda Córdoba espera verlo en nuestras tierras el 20 de enero.

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(LA VOZ)
 ?? (LA VOZ) ?? Pulgar arriba. Blangino y sus colaborado­res están felices por el rendimient­o de la máquina en las dunas peruanas.
(LA VOZ) Pulgar arriba. Blangino y sus colaborado­res están felices por el rendimient­o de la máquina en las dunas peruanas.
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Juntos a la par. El trabajo en equipo es vital para llegar al final, el 20.
 ??  ?? Con el público peruano. Todos siguen de cerca lo que hace “Pipo”.
Con el público peruano. Todos siguen de cerca lo que hace “Pipo”.
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