La Voz del Interior

El salvador de Samira visitó al papa Francisco

- Laura Giubergia lgiubergia@lavozdelin­terior.com.ar

Una serie de variables excepciona­les pusieron a Gonzalo Suárez, aquel 11 de septiembre, en el lugar indicado y en el momento justo para salvarle la vida a Samira (6). Meses después, su accionar fue reconocido por la Policía, que lo hizo partícipe de una comitiva que visitó El Vaticano, y estuvo muy cerca del papa Francisco.

“No puedo explicar lo que significó para mí tener al Papa a un metro de distancia, que se haya frenado a saludarnos, y recibir de su parte un rosario bendecido como gesto de disculpas porque no nos pudo atender personalme­nte. ¡El Papa pidiéndono­s disculpas!”, dice, y todo su rostro acompaña el gesto de incredulid­ad, mientras sostiene el rosario.

“Hay un antes y un después en mi vida, fue un viaje que no hubiera podido hacer de otra manera”, describe Gonzalo, quien en noviembre pasado viajó junto con otros policías a Roma para participar de un intercambi­o con Gendarmerí­a vaticana. “Como católico, me abrió la cabeza, uno tiene una versión de lo que dice la Iglesia, pero cuando estás ahí es como una clase intensiva que te hace tomar dimensión de la profundida­d de cada cosa”, describe.

Luego de presenciar la misa en la Plaza de San Pedro, Francisco se detuvo frente a la bandera argentina que identifica­ba a la delegación. “Se frenó un ratito, nos saludó y recibió las cosas que llevábamos para entregarle”, recordó emocionado Gonzalo.

Y destacó a la actual plana mayor de la Policía por valorar el trabajo de los efectivos que están en la calle. “Es muy gratifican­te, porque los patrullero­s somos más identifica­dos por lo que hacemos mal que por lo que hacemos bien. Es muy importante que nos reconozcan, es un estímulo para hacer las cosas cada día un poco mejor”, destacó.

Salvador

Ese lunes, estaba de franco. Fue a buscar a su hija al club Universita­rio, donde ella juega al hockey, una hora antes de lo habitual. No planeaba si quiera bajarse del auto, pero lo hizo. Fue cuando escuchó gritos en la pileta y, al entrar, una profesora estaba haciéndole masajes cardíacos a Samira. “Lo estaba haciendo bien, así que colaboré con el soporte ventilator­io”, recuerda el sargento, quien también es enfermero profesiona­l. Cuando llegó la ambulancia, Samira había empezado a respirar por sus propios medios.

La niña estuvo en coma un par de días, en la terapia intensiva del Hospital de Niños. Javier Iñíguez, su papá, contó que la nena está muy bien, que volvió a nadar y que está en el equipo de la “U”.

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En el Vaticano. Gonzalo, feliz de poder ver al Papa en persona.

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