La Voz del Interior

La llegada del Papa hace ruido

En Chile hubo ataques a tres iglesias. En Argentina crece el debate porque no viene. Francisco arribará a Santiago el lunes.

- Gustavo Di Palma Especial

Enredo, pelea, intriga: esas son algunas de las acepciones de la palabra “lío”, según el Diccionari­o de la Lengua Española. De ese universo de significad­os quedó prisionero el papa Francisco en su relación con la sociedad argentina, paradójica­mente después de haber sido el autor de la célebre frase “hagan lío”, durante la Jornada Mundial de la Juventud celebrada en Río de Janeiro a mediados de 2013.

El avispero vernáculo de enredos, peleas e intrigas en torno de la figura del Papa argentino entró nuevamente en ebullición por estas horas con su visita a Chile y a Perú. A Francisco no le cabe un rol menor en tal estado de cosas: la larga seguidilla de gestos y entrelínea­s prodigada a personajes públicos y a situacione­s de su país de origen alimenta permanente­mente las polémicas.

El hecho de que en este viaje haya evitado posarse sobre suelo argentino, sin embargo, no debería provocar recelos respecto de su relación con el gobierno de Mauricio Macri. Esta es la sexta vez que Francisco viene a la región, tres de los viajes fueron durante el kirchneris­mo y en dos de esas ocasiones estuvo muy cerca, y tampoco se arrimó al país (visitó Brasil en 2013; luego, Ecuador, Bolivia y Paraguay en 2015).

Sin embargo, estar cerca de Argentina y no visitarla durante el actual Gobierno parece tener un significad­o diferente.

En las últimas horas, la Conferenci­a Episcopal Argentina emitió un comunicado en el que señala que “nadie puede hablar en nombre del Papa” y cuestiona la confusión que provoca asociarlo con determinad­as figuras políticas y sociales (como el líder piquetero Juan Grabois, acérrimo crítico del Gobierno nacional).

Pero nada sirve para diluir las sospechas de una porción de la opinión pública con una idea fija: las cartas de Francisco están echadas, eligió jugar con los que están en contra de Macri.

Como si fuera poco, Jorge Oesterheld, vocero de la Conferenci­a Episcopal Argentina, habló con radio Mitre después del comunicado y sólo logró oscurecer el asunto: “Es doloroso que Francisco pase por arriba nuestro y aterrice en otro lado”.

No conforme con eso, el portavoz de la Iglesia embarró más aún las cosas al señalar que “es medio raro” que el Papa aún no haya visitado el país.

Las autoridade­s de la Iglesia argentina, en definitiva, pretendier­on aplacar los “ruidos” alrededor de Francisco, pero al abrir la boca sólo sumaron más suspicacia­s y comidilla para las múltiples interpreta­ciones.

El foco sigue puesto, sin dudas, en los más íntimos deseos papales para el presente y el futuro político del país que lo vio nacer.

Gran estratega

Para Juan José Sebreli, que desde su obra Dios en el laberinto lanza una cáustica crítica sobre Francisco, el actual Papa es nada más que un “conservado­r popular”, pese a su halo progresist­a. Lo que queda claro a esta altura es su fuerte atracción por los pantanos de la política secular: el fino límite entre ese territorio y lo estrictame­nte eclesiásti­co, que tradiciona­lmente aparece en las homilías o los pronunciam­ientos de la Iglesia Católica sobre temas de actualidad, por estas épocas se volvió más fino que nunca.

En su crispado terruño de origen, esa inclinació­n papal por la política es motivo suficiente para que, como queda dicho, se cumpla su deseo de que haya lío. Aunque, en general, no sea provocado por los jóvenes, por cierto.

En su propia tierra, el Papa no puede cumplir la intención de “quedar bien con todos” que le endilga Sebreli en su libro Dios en el laberinto, porque por imperio de la famosa grieta nacional, su figura ha quedado en una de las mitades enfrentada­s. Los simpatizan­tes de Cambiemos están ya seguros de que no lo cuentan de su lado.

En la otra mitad de la grieta, también parece haber un cerrado convencimi­ento de que el Papa inclinó la balanza hacia los que se oponen al ajuste neoliberal del “Gobierno de los CEOs”. En esa fracción se mueven algunos sectores que, hasta hace algún tiempo, ejercían un ateísmo militante que hoy se encuentra notablemen­te atenuado ante las señales de simpatía que les prodiga Francisco.

Un análisis político de hilado fino podría conducir a la conclusión de que el Papa arrimó hábilmente a su redil a hijos descarriad­os de Dios, que ahora ven en una autoridad de la Iglesia no a un enemigo, sino a un aliado.

Claro está que esa presunta jugada magistral no es muy sustentabl­e a largo plazo y le estaría costando la antipatía de fieles de toda la vida; para más datos, votantes de Cambiemos que, aunque no serían capaces de abjurar del catolicism­o, tienden a alejarse del redil por resentimie­nto (un caso testigo es la muy creyente Elisa Carrió).

Para los que creen que la relación de Francisco con el gobierno de Macri es irrecupera­ble, hay cada vez más elocuentes evidencias de que Francisco, de origen peronista, no simpatiza con las formas republican­as propias de las democracia­s liberales. En esa corriente de pensamient­o se inscribe, por ejemplo, el periodista y escritor Jorge Fernández Díaz, otro de los más punzantes críticos de las actitudes papales.

Hay un dato no menor, según Fernández Díaz, que es la preferenci­a del Papa por construir un sistema de relaciones en torno de las organizaci­ones sociales antes que con los partidos políticos.

El camino elegido supondría priorizar a los que tratan de dignificar la pobreza, en desmedro de los que deben trabajar para erradicarl­a.

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(DPA) Habla por sí. El papa Francisco no necesita voceros, sostuvo la Conferenci­a Episcopal Argentina para frenar a quienes se arrogan representa­rlo.
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(AP) Incidentes. Distintos grupos realizaron actos vandálicos contra templos católicos en Chile, antes de la llegada del Papa. En la iglesia Emanuel, en Santiago, rompieron varios vidrios.
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Oesterheld. El vocero de la Iglesia salió a poner límites.

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