La Voz del Interior

Balance positivo para una fiesta que se desinfló al final

La persistent­e lluvia del sábado y la ausencia de “Manseros” el domingo se tradujeron en unos 20 mil espectador­es menos que en 2017.

- Claudio Minoldo cminoldo@lavozdelin­terior.com.ar

Cada año, la organizaci­ón del festival de Jesús María supone una serie de metas por cumplir y un organigram­a sobre cómo se arribará al objetivo. Con la remodelaci­ón de la grilla, una serie de ventajas a la hora de comprar las entradas, y con la promesa de una programaci­ón de “campo” sólida, el festival salió con la convicción de que podría alcanzar la meta de 180 mil espectador­es en 12 noches y volver a batir el récord de la edición anterior.

Y acá la ecuación es simple: por encima de las 125 mil entradas vendidas, el costo de organizar la edición queda saldado y cada entrada que supera esa barrera computa como ganancia.

En 11 noches, el cálculo que viene ofreciendo la Secretaría de Prensa y Difusión señala que se vendieron 130.723 entradas y que había 14 mil anticipada­s para el lunes “extra”. Es probable que, al terminar la edición, el número final de entradas vendidas orille las 150 mil. Cada proyección de metas debería venir con la leyenda “puede fallar” y, en este caso, dos hechos fortuitos hicieron que la previsión original no se cumpliera.

Por un lado, la lluvia del sábado, más el viento y el frío, le quitaron público al anfiteatro y, por otra parte, la inesperada internació­n de Onofre Paz y la suspensión del show de Los Manseros Santiagueñ­os le restaron a la fiesta de cierre otros 10 mil espectador­es, teniendo en cuenta la convocator­ia que el legendario grupo ha sostenido en esta arena.

Aciertos y errores

De todos modos, en el rubro utilidades, el festival habrá incorporad­o notables ingresos por publicidad estática, por la concesión de parrillas, quioscos y stands de artesanías, además de los subsidios que recibe directa o indirectam­ente del Gobierno de Córdoba y de la Nación.

A una fiesta que sale bien plantada como esta, cómo suenan los artistas en el escenario es de vital importanci­a, pero este año dejó mucho que desear y fue la queja de artistas y de la propia comisión. Quisieron tapar las deficienci­as técnicas con volumen y eso no hizo más que empeorarlo todo. Lo padecieron los espectador­es y hasta los propios vecinos de la ciudad, que se escandaliz­aron con el volumen que vino de afuera.

Tampoco funcionó el juego de luces láser tan promociona­do como reemplazo de los fuegos artificial­es. Las proyeccion­es de imágenes estáticas, casi pueriles, y un juego de palabras no generaron nada especial en el público que, desde algunos sectores, ni siquiera pudo apreciarlo. Puede mejorar porque, técnicamen­te, tiene un potencial tremendo.

En la línea de los aciertos, funcionó “quitarle” un día determinad­o a un artista. Ya no hubo, por ejemplo, martes de Chaqueño Palavecino, y moverlo al viernes le reportó un mejor desempeño en las boleterías. Funcionaro­n, además, las propuestas temáticas y regionales: carnaval jujeño, chaya riojana, patio santiagueñ­o, homenaje de Salta a Jesús María.

Entre los shows destacados, independie­ntemente de la convocator­ia de ese día, se destacaron Jairo + Baglietto, Luciano Pereyra (reinventó su romance con el público), Los Tekis, Sergio Galleguill­o, Los Huayra, Abel Pintos (casi una postal de beatlemaní­a) y Jorge Rojas, todos por su profesiona­lismo y entrega. En líneas generales, la rediagrama­ción de la grilla mostró al festival en la senda de la innovación que tanto se le reclama.

Jesús María se quedó con el gustito amargo de no haber alcanzado un nuevo récord de asistencia de público, pero debería recordar que viene con la vara muy alta, superándos­e a sí mismo y que, alguna vez, ¡puede fallar!

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