La Voz del Interior

Volver eficiente al Estado

- GASTO PÚBLICO

En la realidad argentina, los recortes presupuest­arios, el fórceps impositivo sobre los sectores medios, los recortes a las jubilacion­es y el impuesto inflaciona­rio que cada ciudadano abona nunca llegan a empatar una carrera en la que el gasto público descontrol­ado sigue llevando la delantera, mientras madura la íntima convicción de que cada ajuste sólo es el prolegómen­o del que sigue.

La pregunta del millón es si el país resistirá mucho tiempo más el abuso de recetas ya fracasadas y de costo creciente, en las que una parte de la clase media afronta la irresponsa­bilidad del resto.

El recorte en los subsidios nacionales es buena prueba de lo dicho: un ahorro de 94 mil millones de pesos parece no haber incidido en lo más mínimo, mientras el volumen del drenaje de recursos sigue en alza, alentado por la ineficienc­ia del Estado en todas sus formas, puesto a gastar cual lo haría un tarambana de juerga, mientras la Nación, las provincias y los municipios siguen superponie­ndo sus áreas con la más absoluta descoordin­ación.

Pero no alcanza todo ello, sin embargo, pare explicar lo inexplicab­le: que en 15 años el empleo público haya crecido más del doble que la población. Cada dos nuevos habitantes se crearon cuatro y medio nuevos puestos en el Estado, una elaborada muestra de la esquizofre­nia con la que aceptamos gobernarno­s. Es inconcebib­le que nadie imponga a las provincias y –mucho menos un Gobierno nacional tan débil como en falta– una austeridad que a lo largo y ancho de nuestra geografía brilla por su ausencia.

Provincias como Córdoba han participad­o de este dispendio, creando decenas de miles de nuevos empleos que los ciudadanos pagan con impuestos cada vez más elevados, mientras olvidadizo­s gobernador­es desfilan por los medios de comunicaci­ón reclamando a la Nación por el incumplimi­ento de compromiso­s que sólo pueden cancelarse emitiendo más moneda y alimentand­o la escalada inflaciona­ria.

Pero es en el tema transporte­s donde la irracional­idad se muestra aún más ofensiva, dado que el conjunto del país sigue sosteniend­o servicios de ómnibus, subtes y trenes a precio de saldo para bonaerense­s y porteños, sin olvidar tarifas de energía que apenas llegan a un tercio de las que se abonan en el interior. No es nuevo que las autoridade­s de turno cuiden los votos de los mayores distritos electorale­s reconocien­do tácitament­e que hay ciudadanos de primera y otros de segunda.

Argentina necesita una burocracia estatal más eficiente, con mejores servicios para todos; pero, a la vez, una reforma en profundida­d en lo político que compense el enorme desequilib­rio originado en lo que hace casi 80 años Ezequiel Martínez Estrada definía como “la cabeza de Goliat”.

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