La noche mágica de Abel Pintos
Una mirada sobre la memorable presentación del cantante en Cosquín. El artista celebró los 20 años de su debut en la apertura del sábado, en el escenario mayor.
Fue como un rayo que atravesó la agitada espesura de un mar en movimiento. La inesperada quietud en los alientos parecía haber detenido la respiración de la plaza: la voz de Abel Pintos comenzó a cantar sola frente al micrófono en un acto de ensimismamiento. De repente ya no importaba que entre los pliegues del abrumador silencio se colaran los ecos cercanos de alguna peña cruzando la calle.
“En tu viejo brazo se quedó el ayer…”. Casi entre susurros, El antigal, la maravillosa, profunda y compleja de cantar creación de Daniel Toro, comenzó a disolverse en su boca y a crecer palabra por palabra.
Y creció y creció hasta alcanzar una estremecedora dimensión expresiva, capaz de revelar lo más arcano de esa tremenda reunión de melodía y poesía, en una multi- plicación de sentido que sólo la música popular hace posible.
Abel Pintos cantaba solo, pero su voz no estaba sola. Con ella estaba lo más entrañable de su sensibilidad, macerada en los sueños primeros de cantar los sentimientos de su tierra y expandida luego en la experiencia de miles de escenarios que caben en el camino del aún joven artista.
La plaza no esperaba el tenor de esa conmoción, y se entregó rendida a la ovación.
De inmediato, Abel Pintos retomó definitivamente su ruta pop y puso a bailar y a cantar a la multitud, lo que sabe hacer como nadie. Sin principio ni final, Tu voz, Aquí te espero, De sólo vivir, Cómo te extraño, A-Dios, fueron algunos de los temas que precedieron el delirio final, cuando ya los relojes comenzaban a pensar en dar las cuatro de la madrugada. Habían pasado más de dos horas de concierto.
La gran noche de los 20 años de Abel Pintos sobre el escenario mayor, la inaugural de esta edición del festival, fue realmente memorable. Además de la confirmación de la salud del carisma del cantante de Bahía Blanca, decisivo en el lleno total que presentó la plaza, lo fue sobre todo por lo inspirada y formidablemente resuelta que resultó la presentación.
El amplio recorrido por toda su carrera, que incluyó temas de cada uno de sus discos publicados, se inició con un tramo folklórico que no sólo dejó constancia de la caudalosa precisión de su voz y la sensibilidad interpretativa, sino también de una inquietud estética que cada vez ocupa más espacio en sus presentaciones.
Esta constante intención de superación de la puesta musical con recursos sutiles y oportunos (los arreglos son de su hermano Ariel) logra algunos delicados climas a partir de instrumentaciones mínimas que luego apuntala con su modo de cantar que saborea las
ABEL PINTOS CANTABA SOLO, PERO SU VOZ NO ESTABA SOLA. CON ELLA ESTABA LO MÁS ENTRAÑABLE DE SU SENSIBILIDAD.
palabras. La versión de la chacarera La flor azul fue una clara muestra de eso, aunque el gesto también se pone en evidencia en las nuevas versiones de sus éxitos.
Al recordar el valor de su paso por Cosquín y otros encuentros populares, se reconoció hijo de los festivales. Y al cabo de haber seguido luego un esplendente camino pop con motivos románticos y trabajada gestualidad de escena, lo que lo puso en otras situaciones de público y de mercado, surge la pregunta por el sentido de su presencia en estos escenarios.
En la madrugada del domingo dio sus propias respuestas sobre el tema, no sólo porque en los festivales están las huellas de sus comienzos, sino también porque todo lo vivido y todo lo cantado han esculpido su dimensión de artista popular.
Las lágrimas que lo hicieron intentar esconder sus ojos al comienzo y las sonrisas de plenitud que le deparó la intensa comunicación que alcanza con su público (al que llama “familia”) hablaron también de la extensión de sus emociones y sentimientos, los que lo encuentran parado en el vórtice de su propio remolino.