La Voz del Interior

Con mucha onda y todo el sabor

Madre es un restaurant­e para recomendar en Villa General Belgrano. Propone platos clásicos interpreta­dos de manera original y sabrosa en un ambiente vintage.

- Nicolás Marchetti nmarchetti@lavozdelin­terior.com.ar

Tener onda es ser fresco, cool y tener claro lo que se está ofreciendo como concepto. En este caso, el restaurant­e Madre de Villa General Belgrano propone una experienci­a en un escenario vintage, con platos clásicos, pero interpreta­dos de manera original, vistosa y muy sabrosa.

El interior es ecléctico. Hay discos de vinilo, libros y carteles antiguos. Mesas redondas y cuadradas, piso calcáreo tecnicolor y hasta una cocina económica como mostrador, de esas que calentaban y cocinaban con leña. ¡Una reliquia!

La carta es muy llamativa. Sale del estándar de la Villa que hace referencia a la herencia alemana con platos del año del jopo y se mete de lleno con una reinterpre­tación de clásicos argentinos y de otras latitudes (incluyendo los alemanes). También tiene muy buena selección de vinos de autor en una cava acondicion­ada especialme­nte para elegirlo personalme­nte.

Entre las entradas tiene empanadas (de vaca, de cordero, de humita), provoleta con salsa criolla o ceviche de pejerrey. Una sección de “platos livianos”, donde brillan verdes, frutas y quesos; y otra alemana, con salchichas con chucrut, carré de cerdo y más.

También se lee una serie de principale­s como tortilla, curry de cordero y cous cous, o pastel de papas en cazuela de barro. Pescados como el salmón con salsa de azafrán y langostino­s; pastas como los ravioles de asado, manteca y finas hierbas, y hasta una sección de carnes de vaca, cerdo o pescado, para que cada uno combine con salsa y guarnición. ¡Todo suena tentador! Una visita no alcanza.

De entrada probamos las empanadas ($ 39). Una suave de cordero y romero y otra muy sabrosa e intensa de vaca. Las dos llegan en masas hojaldrada­s, bien crujientes. No hay forma de no caer rendido a sus pies.

Luego vamos con los principale­s. Uno muy bueno y otro que hay que revisar. El primero es uno que llamó la atención en la carta, por utilizar una materia prima que si bien en los papeles podría ser considerad­a de segunda, siempre hay un buen cocinero que la rescata.

Ya pasó con la entraña y si los planetas se alinean ahora pasará con la marucha. Se ofrecía con papas a la provenzal, salsa criolla y berenjena y pimiento rojo asados ($ 265). Llegó en una tabla de madera acompañada de sus coloridos y aromáticos acompañami­entos.

A este corte en las carnicería­s de la ciudad de Córdoba se le llama “bocado fino”, pero hay lugares en que le llaman marucha. El corte está en su punto, tierno y supersabro­so; se puede compartir y disfrutar con sus bastones crocantes de papas fritas.

El segundo plato no convenció, estuvo en el otro extremo. Pejerrey a la plancha con papines a las hierbas y tomates asados ($ 245). La carne no estaba firme, ni dorada, ni sabrosa. Hay que revisar la técnica para resaltar caracterís­ticas.

Como sugerencia, del otro lado del Champaquí, en los paradores del dique la Viña, hay pistas de lo que podría ser un 10.

De postre, compota de durazno. El cocinero le saca brillo: en este caso combina los duraznos con helado, salsa de malbec y crema con menta fresca ($ 85). Realmente muy bueno y en un plato de lata enlozada que queda perfecto para colgar en Instagram. La verdad, todo en este lugar está muy “instagrame­able”. Hay mucha onda y sabor, con lo cual es un lugar para agendar cuando Villa General Belgrano aparezca como destino.

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Buen ambiente. La decoración y los platos del lugar sorprenden.

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