Para que todo vuelva a sus verdaderos protagonistas
Una nueva experiencia llamada Copa Amistad verá la luz esta noche en el Kempes. La esperanza es que este Instituto-Racing de Nueva Italia pueda desarrollarse con ambas parcialidades y en paz, de la misma manera que con el clásico amistoso entre Talleres - Belgrano. ¿Más? Que sean perfectos prólogos para el paulatino regreso del público visitante a las canchas, tras el Mundial. Está claro que con esa restricción surgió un nuevo fenómeno que mostró el país de barras en el que cada club cuenta con el sector de hinchas oficiales y los disidentes peleando por la dádiva de los administradores, técnicos y jugadores, quienes de no acceder resultaron apretados, caso Holan en Independiente.
Un país de infiltrados
(ir disfrazado a los partidos de visitante) y de cacerías (puede citarse el caso Emanuel Balbo, arrojado desde la tribuna de Belgrano porque al supuesto asesino de su hermano se le ocurrió decir que era de Talleres para escaparse de él así otros lo tiraban) completaron el cuadro de las violencias que siguieron afectando a nuestro clubes igual o más que los cruces de barras que se buscaba impedir con la restricción a los visitantes.
A aquellos dirigentes de AFA que lo decidieron no les importaba la seguridad, sino el hecho de no tener que pagarles los viajes a los barras. Se sintieron vencedores, pero en realidad resultaron vencidos porque la violencia jamás terminó, sino que cambió de formas. O se potenció.
La fiesta del fútbol volverá a depender de los protagonistas y de los hinchas verdaderos. De los profesionales y de quienes vayan a una tribuna dispuestos a disfrutar o a soportar a los resultados y a señalar a los violentos. Nada más ni nada menos.