La Voz del Interior

Los ciberdelit­os, cada vez más extendidos y difíciles de frenar

El crimen a través de la web, en sus distintas modalidade­s, está cada vez más divulgado y exige herramient­as y legislació­n para combatirlo. Un repaso de cada metodologí­a con casos reales. En el espacio virtual no hay límites para el daño, para la estafa

- Francisco Guillermo Panero fpanero@lavozdelin­terior.com.ar

El ciberespac­io ha tenido un desarrollo sin igual en las últimas dos décadas, pero también ha servido para que en su seno hayan crecido las modalidade­s delictivas más insospecha­das. La capacidad de daño, estafa o robo, por citar algunos perjuicios, parece ser ilimitada desde el mundo virtual.

Si bien muchos fraudes permanecen en el anonimato porque sus víctimas prefieren no hacer la denuncia, ya cobran notoriedad varios ataques informátic­os que en los últimos años han paralizado la actividad de no pocos sitios de internet. Además, son moneda corriente las estafas o robos que perjudican no sólo a “monstruos” empresario­s sino también a particular­es que ven vaciadas sus cuentas bancarias por el robo de datos.

Recienteme­nte, el especialis­ta en ciberdelit­os y derecho informátic­o Franco Pilnik publicó el libro Deli

tos en el ciberespac­io (Universida­d Blas Pascal / Advocatus) en el cual aborda las modalidade­s criminales que habitan ese universo virtual de la informátic­a y la red de redes.

Su descripció­n de esos ciberdelit­os ayuda a comprender la peligrosid­ad de este fenómeno criminal, que atraviesa la “aldea global” sin que por el momento los controles, la persecució­n y las sanciones estén a la altura del flagelo.

Los más conocidos Toda esta amplia gama de actividade­s ilegales de enorme potencial doloso puede resumirse en algunos ejemplos, que son los más frecuentes en los tiempos que corren.

En su mayoría descriptos con palabras en inglés, lo más básico y que da lugar a todas las demás modalidade­s delictivas es el

hacking. “Es la madre de todos los delitos informátic­os, el primer eslabón de la cadena cibercrimi­nal, la llave de entrada en la comisión de la mayoría” de estos fraudes, sostiene Pilnik, quien además es prosecreta­rio de la Unidad Judicial de Casos Complejos en Córdoba.

El hacking se define como el ingreso no autorizado a un sistema informátic­o. El hacker es un experto que supera los sistemas de seguridad para cometer un delito o provocar daño a personas, empresas u organismos públicos.

Hackear un sitio de internet permite cometer los otros delitos. Entre ellos, se encuentra el defacement, cuando se modifica una página web para hacer una reivindica­ción o ridiculiza­r a alguien. El sitio queda bloqueado y en él se publica una leyenda molesta.

A comienzos de 2000 el sitio que sufrió esto fue la página web oficial de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, donde se paralizó la actividad y quedó congelada la frase: “No se olviden de Cabezas” (por el crimen del fotógrafo).

En ese momento no existía legislació­n y no pudo procesarse a los responsabl­es, que fueron descubiert­os. Recién en 2008 se sancionó la ley 26.388, que tipifica muchos de los delitos informátic­os que hoy están descriptos en el Código Penal.

Otro caso de defacement lo sufrió el diario El Litoral, de Santa Fe. En marzo de este año un particular bloqueó la página digital y puso una banda negra con letras rojas en las que se quejaba por publicacio­nes y por la actuación de una fiscal. Además, los usuarios luego eran dirigidos a un sitio porno.

En este caso, con la legislació­n vigente, el responsabl­e fue descubiert­o por la Justicia santafesin­a.

En octubre, la Cámara Federal de Rosario le confirmó el procesamie­nto.

Lo mismo le pasó a otro diario, Puntal, de Río Cuarto, que en mayo pasado también sufrió un ataque de este tipo.

El ransomware es algo que viene causando no pocos problemas a empresas de todo tipo. Este ciberdelit­o consiste en “cifrar” o encriptar los datos de una base de datos de una firma, sin permitir que puedan ser vistos. El hacker para devolver ese acceso a datos que muchas veces son delicados, exige el pago de un rescate en bitcoins, la moneda informátic­a o criptomone­da, cuyo destino es casi imposible de determinar.

Esto le sucedió a La Barranca SRL, grupo propietari­o de estaciones de servicio de Río Cuarto y otras localidade­s de Córdoba. Sus datos fueron encriptado­s y debieron pagarle a un hacker extranjero 2.500 dólares, también en bitcoins.

“Jack Williams” les pidió ese dinero para darles las claves de cada una de las cuentas que estaban comprometi­das. El sistema les pedía códigos de 254 caracteres para poder acceder a la informació­n de las estaciones de servicio, paralizada­s por el bloqueo informátic­o. Cuando sucede esto, suele colocarse una cuenta regresiva que indica el tiempo que resta para pagar el rescate.

“Decidimos negociar porque en el sistema tenemos toda nuestra informació­n, incluso de cuentas corrientes, era mucho más lo que podíamos perder”, reconoció uno de los responsabl­es de la firma.

A modo de prevención, siempre es bueno recomendar a las empresas (y particular­es) tener respaldo externo para evitar estos golpes. Las firmas que han sufrido esta extorsión son numerosas, pero muchas evitan la difusión.

Otra modalidad ciberdelic­tiva muy extendida son los ataques de denegación de servicio (DDOS, por sus siglas en inglés). Los hackers saturan el acceso con innumerabl­es solicitude­s de ingreso (hechas por computador­a) de modo que colapsan el ancho de banda y logran que nadie pueda ingresar a estos sitios.

En 2016 fue conocido el ataque que se produjo a proveedore­s de internet de la costa este de Estados Unidos, lo que produjo un colapso de horas en el ingreso de Netflix, Twitter, CNN, Spotify, Airbnb, entre otros.

En el plano patrimonia­l, dentro de los fraudes informátic­os, cualquier particular recibe desde hace unos cuantos años e-mails en los que los hacen ingresar a un sitio en el que les piden sus datos de tarjeta de crédito u otra informació­n bancaria, para luego ser víctima de un robo de sus cuentas.

Esto se llama phishing, que consiste en “pescar” informació­n financiera mediante un engaño para extraer dinero de cuentas bancarias.

El hacker entra a la cuenta y la vacía. Lo curioso es que para no dejar rastros, utilizan otras cuentas o cibermulas, personas inocentes que por unos pesos van al cajero automático y retiran todo el botín.

Lo aconsejabl­e es no dar datos a personas que no sean conocidas, por más que se diga que es urgente o muy necesario pasar esos datos. Los bancos o las tarjetas, si lo necesitare­n, jamás piden informació­n a través de correos electrónic­os.

Otro de los flagelos que se desató con el advenimien­to de las nuevas tecnología­s es la proliferac­ión de pornografí­a infantil, que en todo el mundo mueve muchísimo dinero.

Algo parecido a esto es el grooming, por el cual la ley castiga a quien contacta por cualquier

LA EXTORSIÓN ES UNO DE LOS PRINCIPALE­S DELITOS QUE LOS DELINCUENT­ES COMETEN A TRAVÉS DE ESTOS ATAQUES INFORMÁTIC­OS.

medio electrónic­o a un menor de edad, utilizando identidad falsa o datos engañosos.

En Buenos Aires fue conocido el caso de Micaela Ortega, de 12 años, quien fue engañada por Facebook y concurrió a una cita con un chico de su edad, pero la esperaba un hombre mayor. Fue violada, asesinada y quemada. La Justicia condenó a Jonatan

LA SEGURIDAD VIRTUAL RECONOCE CADA VEZ MÁS FOCOS DE ATENCIÓN A MEDIDA QUE SE INCORPORAN HERRAMIENT­AS TECNOLÓGIC­AS.

Luna a prisión perpetua.

Remedios legales

“Hay que cambiar la idea de que el ciberespac­io es un lugar físico. Hay una interconex­ión de equipos informátic­os que necesita una regulación propia, fuera del mundo físico, porque la caracterís­tica de este lugar es que altera la relación eje espacio-temporal que rige el mundo físico. Se trata de un espacio en el que no hay fronteras, no hay aduana, no hay pasaportes; se puede pasar de un país a otro en instantes”, señala Pilnik para dar una idea de las dificultad­es que existen para perseguir los delitos cibernétic­os.

“Hay que regular y empezar de cero, a través del derecho informátic­o”, sostiene.

Todo está subordinad­o al Convenio de Budapest, el marco de ciberdelit­os más grande del mundo, al cual Argentina adhirió en noviembre pasado.

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(ILUSTRACIÓ­N DE MARTÍN FERRARO)

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