La Voz del Interior

El remedio que la política no sabe darse a sí misma

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La unánime sentencia de un tribunal brasileño declarando culpable a Luiz Inácio Lula da Silva –tras un fallo similar de primera instancia del conocido juez Sergio Moro– parece destinada a complicar el futuro político de Lula.

También pone a Brasil y al Partido de los Trabajador­es (PT) en sendas encrucijad­as. ¿Ha decidido el sistema político brasileño que sólo acepta opciones políticas de fuerte conservadu­rismo y que ya no tolerará variacione­s progresist­as?

Y, más importante aún, ¿podrá el PT, tan desgastado por una corrupción en la que ha sido actor protagónic­o, seguir siendo una opción de poder?

Más allá de las interpreta­ciones sesgadas por el partidismo y el tono ideologiza­do de algunos, como Evo Morales –cuya crítica a la Justicia olvida sus notorios avances sobre la Constituci­ón boliviana–, puede aventurars­e que Lula y el PT quedaron atrapados en el laberinto que ellos mismos ayudaron a diseñar, tan heridos como el resto en una estructura de corrupción de dimensione­s tan gigantesca­s como lo es casi todo en Brasil.

Urgido por las necesidade­s de la política cotidiana, Lula se abrazó a esa estructura al llegar al poder y, en vez de desbaratar­la, fungió como amigo, utilizando como todos la invaluable caja de la estatal Petrobras para tejer alianzas y tranquiliz­ar oposicione­s, con lo que su partido gobernó cuatro períodos, hasta que la crisis le estalló bajo las narices a Dilma Rousseff.

La destituida presidenta abonó con la pérdida del cargo las culpas de todos, al no poder garantizar la impunidad de cada uno, a la vez que leía mal los profundos cambios operados en la sociedad brasileña. Las nacientes y siempre crueles clases medias le facturaron caro su visión de un país que ya casi no existía.

Pero Lula había atravesado incólume todas las crisis, por lo que alguna vez le llamaron “el hombre de amianto”. Seguía manteniend­o la más alta intención de voto, para procuració­n del establishm­ent paulista y de un sistema de partidos sin liderazgos claros y confiables, un cóctel letal que la investigac­ión del juez Moro removió con fuerza, generando un escenario por el momento imprevisib­le.

Lo que sería de desear es que el PT, por la buena salud del sistema, ajuste su estructura y vuelva a construir poder sin nombres providenci­ales, como un necesario contrapeso a otras opciones.

También sería deseable, por allá, por acá y por buena parte de América latina, que se entienda que cuando los jueces comienzan a corregir a la política están aplicando el remedio que esta no supo darse a sí misma. Y que, ante una sentencia, por ingrata que esta parezca, los cuestionam­ientos a la Justicia están sobrando y sólo cabe demandar aún más justicia.

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