La Voz del Interior

Mayorías expectante­s, minorías intensas

- Edgardo Moreno Panorama nacional

Alguien le advirtió a tiempo a Hugo Moyano de que movilizar a los camioneros en el aniversari­o de la tragedia ferroviari­a de Once podría resultar inconvenie­nte.

Para una vasta percepción social, la época de mayor prosperida­d del sindicato que es bien de familia de los Moyano coincidió con el momento de agonía final en el servicio ferroviari­o.

Tal vez se ajustaría mejor a los hechos decir que lo primero fue también una causa eficiente de lo segundo. Durante los años de expansión de las exportacio­nes primarias, el kirchneris­mo pactó con los camioneros que el transporte de las cosechas no se haría por tren, como lo hubiese aconsejado un criterio más racional de inversión en infraestru­ctura pública.

Aun salvando la cuestión de fechas, tanto el mundo sindical como la Casa Rosada son consciente­s de que la movilizaci­ón de los camioneros será masiva porque ya consiguió el respaldo de sindicatos y de organizaci­ones piqueteras siempre dispuestas a sumarse a cuanto evento le provoque un desgaste estratégic­o al Gobierno.

El presidente Mauricio Macri cerró el debate interno sobre la estabilida­d de su ministro de Trabajo, Jorge Triaca, e instruyó a sus funcionari­os a plantarse en el debate público frente al desafío de la nueva CGT, que no es otra que la antigua de Hugo Moyano y de Luis Barrionuev­o.

El oficialism­o admite que el poder de movilizaci­ón del aparato sindical les garantizar­á a los organizado­res una marcha masiva, pero resolvió confrontar en la opinión pública desnudando los intereses ocultos de la manifestac­ión.

Moyano es un adversario casi mejor que Cristina, sostienen los voceros de Macri, mientras exhiben encuestas en las que el veterano líder de los camioneros cosecha hasta un 80 por ciento de imagen negativa.

A dos años de gestión, los dirigentes más cercanos al Presidente reivindica­n que ya acreditaro­n suficienci­a política para sortear la presión de la calle. Sostienen que la clave es exponer las motivacion­es ocultas del reclamo –como las investigac­iones por lavado de dinero que acosan a Moyano– y exhortar a la sociedad a que fije la atención en el escenario del día después.

En palabras del propio Macri, la cuestión es poner en evidencia las limitacion­es de las minorías intensas que hostigan a su gobierno, en contraste con las mayorías no movilizada­s, pero que le dieron al oficialism­o los triunfos electorale­s del año pasado.

En el frente sindical, el relato apuntará a recalentar la protesta con un argumento de hierro: el deterioro del salario frente a la aceleració­n de los precios, en un contexto de paritarias abiertas.

Los operadores de Macri admiten que las paritarias vienen recargadas con una dosis de reclamos legítimos, que conviene discernir de los objetivos subalterno­s de la burocracia sindical.

Por eso, el discurso oficial arrancó establecie­ndo un objetivo de máxima: aumentos salariales acordes con la pauta inflaciona­ria, pero sin “cláusula gatillo”.

Es una condición que caerá en las primeras vueltas de la negociació­n salarial. La actualizac­ión automática por inflación será casi inevitable y el equipo económico lo sabe. Pero ninguna negociació­n se desarrolla con la concesión desde el inicio de aquello que es lo más razonable en el final.

Macri enfrenta un dilema complejo. El apoyo para su pelea contra las minorías intensas depende centralmen­te del progreso de su programa contra la inflación. Y el éxito de ese programa se enfrentará ahora con el desafío de la demanda salarial. Que es central para la mayoría que lo apoya.

Hay otra minoría ante la cual el Gobierno tiene aún menor incidencia política. Durante los últimos dos años, los jueces de Comodoro Py se defendiero­n a sí mismos desatando una hiperactiv­idad que contrastó con la molicie acumulada durante décadas.

Eso generó un debate sobre la condición republican­a de las prisiones preventiva­s ordenadas con un criterio de dudosa amplitud. Ahora puede ocurrir lo contrario. Personajes controvers­iales como José López, Ricardo Jaime y Lázaro Báez están cerca de cumplir dos años detenidos sin condenas firmes. Su liberación pegaría de lleno en el contrato de regeneraci­ón institucio­nal que el oficialism­o selló con sus votantes.

La situación preocupa al oficialism­o, que ya activó en el Consejo de la Magistratu­ra los mecanismos para acelerar los procesos contra los jueces que durmieron causas durante años y las despertaro­n tras el cambio de gobierno, con sacudones de dudosa legalidad.

Es probable que, luego del retiro en Chapadmala­l que el macrismo organiza para la semana corta de los feriados de Carnaval, comiencen a trascender los primeros resultados de las auditorías de gestión que se hicieron a instancias del Consejo de la Magistratu­ra en los principale­s juzgados federales del país.

Los representa­ntes de Macri en el organismo son cautelosos sobre los resultados. Pero advierten sobre que esas auditorías serán publicadas en una base de datos abierta a la ciudadanía.

En Chapadmala­l también se delinearán los criterios que Macri expondrá al Congreso el 1° de marzo.

El Presidente no se guardará el párrafo dedicado a los jueces federales, esa silenciosa pero intensa minoría.

Le jugará a favor uno de los recientes desatinos de la diplomacia vaticana. El Papa legitimó indirectam­ente, en una carta a Hebe de Bonafini, la doctrina del territorio sagrado –a salvo de la jurisdicci­ón de los magistrado­s– que se estrenó en el experiment­o del caso Maldonado.

Bonafini impidió que se incautara documentac­ión relacionad­a con los fondos públicos administra­dos por Sergio Schoklende­r. El antiguo parricida, devenido empresario constructo­r y luego delator de su propio saqueo resultó inesperada­mente favorecido con la misericord­ia activa del pontificad­o.

EN LAS PRÓXIMAS SEMANAS COMENZARÁN A TRASCENDER LAS AUDITORÍAS QUE SE HICIERON EN LOS JUZGADOS FEDERALES.

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