La Voz del Interior

Amenazas intolerabl­es

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La falta de respuestas rápidas y efectivas de las institucio­nes y de la Justicia ha permitido que distintos actores de la vida nacional intenten hacer prevalecer sus privilegio­s y negocios bajo amenazas cuasi mafiosas. Sucede en todos los ámbitos.

Los padres desconocen la autoridad de maestros y profesores, a quienes golpean para que aprueben lo que sus hijos desaprobar­on en las aulas.

Los pacientes de los hospitales agreden a médicos y a personal de seguridad porque entienden que sus prácticas se demoran o son insuficien­tes para curar las heridas recibidas en actos delictivos.

Los pasajeros insultan y golpean a las autoridade­s aduaneras que intentan revisar sus equipajes, repletos de artículos que deben pagar impuestos para ingresar al país y evitar el contraband­o o la venta ilegal.

La última serie de esos atropellos la protagoniz­ó Hugo Moyano, el poderoso dirigente gremial que vincula su actividad y sus negocios con la conducción del gremio de Camioneros, del club Independie­nte de Avellaneda y, supuestame­nte, con la empresa de servicios postales y de encomienda­s OCA.

Los vínculos financiero­s entre las entidades mencionada­s llevaron a la Justicia a investigar a Hugo Moyano por la presunta manipulaci­ón de fondos y el lavado de dinero en operacione­s ilegales. Moyano, sus familiares y supuestos testaferro­s administra­rían empresas que prestan servicios entrecruza­dos. El líder camionero es dueño de un patrimonio que excede con creces su actividad como representa­nte de los trabajador­es.

Al frente de un sindicato clave para el transporte de mercadería­s, de dinero y de combustibl­es, Moyano logró –bajo presiones y extorsione­s– hacer crecer su patrimonio, al tiempo que convirtió al transporte por camiones en casi el único medio para el traslado de elementos esenciales para la vida cotidiana.

Acorralado por la investigac­ión judicial y los reclamos de deudas contraídas por la empresa OCA, el dirigente se siente con derecho a amenazar al Gobierno nacional y advertirle que “le queda poco tiempo”.

Ningún miembro de la Justicia se animó a investigar semejante amenaza contra las autoridade­s democrátic­as. En forma paralela, son muy pocas las institucio­nes que se han animado, al menos, a repudiar los dichos del gremialist­a.

¿Es tan grande su poder y capacidad de daño que pocos se atreven a enfrentarl­o y a pedirle que se defienda ante los jueces?

No sólo sus manejos empresaria­les están bajo sospecha de ser alcanzados por las investigac­iones judiciales, sino que además la recuperaci­ón de ramales ferroviari­os y el transporte a través de cursos de agua –por caso, la hidrovía de los ríos Paraguay-Paraná– están poniendo en riesgo su poder omnímodo en la circulació­n de bienes.

Como sucede en diferentes ámbitos de la organizaci­ón social, las amenazas de Hugo Moyano no deben quedar impunes. La Justicia debe actuar con celeridad.

Al mismo tiempo, es tarea de la dirigencia nacional crear la debida conciencia de que todo ciudadano debe someterse al poder de la ley y de que cualquier transgresi­ón o retorno al poder de las mafias deben ser desterrado­s de la sociedad que aspiran a construir millones de argentinos.

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