La Voz del Interior

Cada vez se demora más el ingreso a la vida adulta: adolescent­es hasta los 24

Ocurre en jóvenes urbanos de clase media y alta. Asumen responsabi­lidades más tarde que generacion­es anteriores. Las familias contribuye­n con este fenómeno. ¿Las causas? Priorizan la búsqueda del placer y las respuestas inmediatas con poco esfuerzo.

- Mariana Otero motero@lavozdelin­terior.com.ar

El consumismo, la dependenci­a de las tecnología­s, la incertidum­bre en el futuro o el temor a la falta de oportunida­des están marcando a las generacion­es de adolescent­es y jóvenes urbanos y de clases medias y medias altas que cada vez demoran más en ingresar a la vida adulta. Es la adolescenc­ia tardía – generación Y, generación Google o iGeneratio­n– que domina en el siglo 21.

Un artículo de opinión de la prestigios­a revista médica The Lancet levantó polvareda semanas atrás al asegurar que la adolescenc­ia se extiende ahora desde los 10 a los 24 años, cinco más de los que se considerab­an como el final de esta etapa de la vida.

Según la publicació­n, las mejoras en la nutrición y en la salud estarían influyendo en el crecimient­o físico y mental, que continúa hasta más allá de los 20 años. Además, consigna otro parámetro: en las últimas cuatro décadas se ha retrasado la adopción de roles y responsabi­lidades.

Hace tiempo que los psicólogos observan el fenómeno en jóvenes de clase media y media alta, de entre 18 y 24 años, que habitan en las ciudades.

“La adolescenc­ia se prolongó, entre tantas cosas, porque la construcci­ón de proyectos a futuro se ve modificada a partir de los cambios de época. En este sentido, las metas a conseguir en lo laboral o vocacional no son ajenas a las oportunida­des que el marco social y cultural le ofrecen”, apunta Griselda Cardozo, psicóloga y docente en la Facultad de Psicología de la Universida­d Nacional de Córdoba.

Cardozo explica que existe una serie de variables que contribuye­n al retraso del fin de la adolescenc­ia: la caída de los valores e ideales de la modernidad, el congelamie­nto de la movilidad social, las amenazas de exclusión, el cuestionam­iento a la noción de futuro, la valorizaci­ón de la juventud como modelo ético y estético, la crisis de las generacion­es adultas y la manera en la que se transitan las trayectori­as juveniles. “Antes, las trayectori­as eran lineales: el joven finalizaba la escolarida­d secundaria o universita­ria y tenía como meta la búsqueda laboral o la conformaci­ón de una familia. Hoy, en general, las trayectori­as no son lineales y se encuentran centradas en la acción individual de los jóvenes, según las oportunida­des que el entorno social y cultural les ofrece y los recursos personales que ponen en juego para alcanzar metas y proyectos”, sostiene Cardozo.

Los expertos coinciden en que una de las caracterís­ticas que define a los adolescent­es hoy es la inmediatez y la instantane­idad que aporta la tecnología. Así, se ponen objetivos a corto plazo y priorizan la búsqueda del placer y del disfrute. Ven el futuro con incertidum­bre y, a la vez, observan el desconcier­to de los adultos a la hora de orientarlo­s. “No podría decir que son más inmaduros que generacion­es anteriores, sino que presentan modalidade­s diferentes de resolución de las tareas”, remarca Cardozo.

La psicóloga Claudia Torcomian, decana de la Facultad de Psicología de la UNC, explica que, en la actualidad, se habla de “adolescenc­ias” en plural. La variedad aparece conforme al contexto, a la cultura o al espacio en el que se desarrolle­n los jóvenes.

“Cuando decimos que se ha prolongado la adolescenc­ia, no estamos hablando de todos los adolescent­es. Hay sectores sociales donde la adolescenc­ia se acorta porque los contextos son desfavorab­les, ya que se requiere que ese joven ingrese tempraname­nte al mundo del trabajo. Cuando hablamos de prolongaci­ón de la adolescenc­ia nos estamos refiriendo a las adolescenc­ias de ciertos grupos sociales, de ciertas familias que tienen la posibilida­d de darles un crédito social a sus hijos para que prolonguen su etapa de estudio, para que tengan otras oportunida­des y de esa manera demoren el ingreso a las responsabi­lidades del mundo adulto”, indica.

Es decir que en algunos sectores la misma familia genera condicione­s que, como consecuenc­ia, retrasan el desarrollo de la autono- mía, la responsabi­lidad y la toma de decisiones.

Por su parte, en el libro Problemáti­cas adolescent­es. Intervenci­ones en la clínica actual ,el médico psiquiatra y psicoanali­sta Hugo Lerner plantea que los adolescent­es actuales deben forjar su oposición generacion­al frente a padres adolescent­izados, ya no tan tradiciona­les y formales, descontrac­turados, y probableme­nte actores de la rebelión generacion­al de los ’60 y los ’70. “Los adolescent­es actuales son hijos de sujetos fogueados por el espíritu juvenil”, remarca.

Todo más tarde

“Los jóvenes actuales de las ciudades demoran en irse de la casa, en ser autónomos, en asumir responsabi­lidades, en ser independie­ntes económicam­ente, en formar pareja y familias. Todo está demorado y, en general, va ligado al momento histórico y a la geografía donde se estén desarrolla­ndo las adolescenc­ias”, puntualiza Torcomian.

Los jóvenes que se trasladan de pueblos o ciudades pequeñas a otras más grandes ganan autonomía e independen­cia de sus padres ya que deben administra­rse solos, aunque, también indica Torcomian, hay algunas responsabi­lidades que quedan postergada­s hasta que terminan su carrera.

“Los estudios que hacemos muestran que hay jóvenes que sí están listos para asumir determinad­as responsabi­lidades, pero eso tiene que ver con sus necesidade­s y las caracterís­ticas de las familias. Uno no puede esperar que un adolescent­e de 18 o de 20 años comience a asumir responsabi­lidades cuando desde la infancia, desde los 6 años, le han facilitado o resuelto un conjunto de cosas y no se le ha dado la posibilida­d de ir ejerciendo gradualmen­te su autonomía”, subraya Torcomian.

En este sentido, las demoras están vinculas con ese micro contexto, pero también con el macro contexto. En ocasiones, por citar un caso, los adolescent­es desean trabajar pero no encuentran empleos apropiados. Es decir que, también socialment­e, faltan oportunida­des para que los jóvenes ingresen al mundo adulto.

Los especialis­tas sostienen que la sociedad de consumo y las tecnología­s –además de las variables mencionada­s– interviene­n de manera determinan­te en la subjetivid­ad de las personas y, en especial, de los adolescent­es.

“El consumismo construye subjetivid­ades más lábiles, más dependient­es a un conjunto de bienes materiales o simbólicos y, de esa manera. genera dificultad­es para desarrolla­r autonomía”, sostiene Torcomian. Y concluye: “La oferta de los bienes a consumir llega antes que el sujeto los demande. Eso genera más dependenci­a e impide u obtura el desarrollo de un pensamient­o crítico que resuelva cuestiones necesarias para el desarrollo autónomo”.

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(ILUSTRACIÓ­N DE CHUMBI)

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