La Voz del Interior

Fanático del teatro de Carlos Paz desde hace cuatro décadas

Carlos Natalini es un fanático del teatro veraniego de Carlos Paz desde hace 40 años. Además, tiene una colección enorme de fotos y programas de las obras.

- Santiago Berioli

“TENGO FOTOS SACADAS POR MÍ DE TODAS LAS OBRAS, HASTA QUE HACE ALGUNOS AÑOS SE PROHIBIÓ ESO “.

“CUANDO EMPECÉ A IR, CARLOS PAZ ERA UN PUEBLO. HOY TIENE HOTELES DE NIVEL INTERNACIO­NAL”.

Cada año, Carlos Natalini recorre los 340 kilómetros que separan su pueblo, Cruz Alta, al sudeste cordobés, de Carlos Paz. Así cada verano, durante 40 años, sin interrupci­ones ni cambios de destino.

“Siempre me encantó Carlos Paz. Si bien ha cambiado mucho, tiene todo lo que un turista como yo necesita”, dice Carlos Natalini sobre su pasión. Pero la principal motivación de este hombre que apenas supera los 60 años es llegar a la perla de Punilla para ver las luces y los telones del teatro. En su haber, puede contar entre 400 y 500 obras de teatro vistas en la villa serrana: “Todos los días voy a ver una o dos obras, si alcanzo el trasnoche”, cuenta.

Para Natalini, su pasión por Carlos Paz y el teatro no se ha modificado jamás, a pesar de los cambios que ha habido a lo largo de sus 40 visitas consecutiv­as a la villa: “Son 40 años de temporadas consecutiv­as en Carlos Paz. Mi primer verano fue en el año 1979. En esa época, era un pueblo de 19 mil habitantes. Era un chalecito, un par de terrenos vacíos y otro chalecito. Ahora hay hoteles de nivel internacio­nal, son 40 años increíbles de ver ese crecimient­o”.

Apasionado del teatro, alguna vez se animó a dejar la butaca para subirse al escenario, practicarl­o en talleres y cursos, e incluso a producirlo. “Siempre me gustó mucho. Yo trabajo en una inmobi- liaria, el teatro es mi pasión. He trabajado muchos años en Rosario con grandes directores y traté de mejorar y de capacitarm­e también. He hecho seminarios con Leonardo Sbaraglia, con China Zorrilla y con Miguel Iriarte. Además de Carlos Paz, cuando puedo ir a Rosario, voy al teatro siempre. Hubo temporadas que me vine por completo a Carlos Paz, ya que fui productor de algunas obras como el trío Kretas, Mario Fassi o Marcelo Josset”.

Una biblioteca del teatro

Los recuerdos de Natalini vinculados al teatro son como una gran caja. De entrada aclara: “No soy memorioso para las fechas, pero sí para las obras y sus protagonis­tas. Si me preguntás a quién vi en el ’ 82 no me voy a acordar, pero sí las obras”, señala, y comienza a tirar sobre la mesa nombres de obras y artistas sin ningún hilo temporal.

Su relato es casi una enumeració­n: “Conocí teatros que ya no están, como El Monte, donde llegué a ver al genial José María Vilchez, El Bululú; el teatro Estella Maris en la calle Alberdi, ahí vi

Quiero pero no puedo, con Elizabeth Killian y Aldo Barbero; el teatro Moliere es otro a los que fui. Los Teatros de la Villa, con La

señora embajadora, con Luisina Brando y Susana Campos, Pablo Codevilla y Rita Terranova; allí también recuerdo que estaba Ceci

lia Rosseto in concert. Vi a Susana Giménez en Sugar, con un Ricardo Darín que era un pequeñito. A Los Midachi los vi en su pri- mera temporada en El Quijote.

Los grandes del humor, con Alberto Anchart y Alfredo Barbieri. A Adriana Aguirre, que este año está con Extinguida­s, ya la había visto en el año 1982 en el teatro Cómico, lo mismo que a Beatriz Salomón, que la vi en La Som

brilla, donde también vi a Pelele. Me acuerdo de Silvia Montanari en el Yolanda, con Jorge Maiorano, con Querido señor New

York. También, 20 metros de amor, con Guillermo Francella y María del Carmen Valenzuela en teatro Bar”.

En medio de ese torbellino de nombres de obras, de teatros y de artistas, un recuerdo muy especial, casi una historia mágica lo detiene: “La vi a Amelia Bence y tuve la oportunida­d de conocerla.

Yo la admiraba mucho, era mi ídola. La esperé fuera del teatro Carlos Paz, en 9 de Julio y San Martín, y le dije: ‘ Quiero comprobar si es cierto lo que dicen todos, que usted tiene los ojos más lindos del mundo’. Ella se sonrió y me dijo: ‘ Gracias, muy amable’, y me invitó a acompañarl­a. Salimos caminando por San Martín, y cuando llegamos a su departamen­to me invitó a tomar un café. Así que chocho yo, tomando un café con Amelia Bence, no lo podía creer”.

Pasión sin fin

Sobre la consulta acerca de cómo realiza su selección a la hora de elegir qué obras irá a ver, Natalini retoma la enumeració­n: “Primero, me interesa ver a los artistas, me gusta ver artistas con trayectori­a. Me acuerdo de haber visto Mi familia es así, los Abril, con Betiana Blum y Rodolfo Ranni, al que también vi en Los Grimaldi. Vi Citas peligrosas porque estaba María Rosa Fugazot, a la que también vi en La casa

de Bernarda Alba”.

Para Natalini, una de las grandes cosas que tuvo su llegada a Carlos Paz fue descubrir el teatro cordobés y a uno de sus referentes: “Cuando descubrí a Miguel Iriarte, me encantó. Lo primero que vi de él fue La nona, con Susana Carmona, Jani Bonetto y Jorge Mansilla. De ahí que lo empecé a seguir, siempre. Vi La papa de Hortensia; después La cañada, en el teatro Yolanda, San Vicente súper star, Eran cinco hermanas y ella no era muy santa, Quince caras bonitas, El guante... Me encantaba su dramaturgi­a”.

Además de espectador, este fanático cordobés también podría considerar­se un coleccioni­sta: “Tengo fotos sacadas por mí de todas las obras, hasta que hace algunos años se prohibió eso y no pude sacar más dentro de la sala. También programas de mano, los guardo todos. Para mí, son más que recuerdos, es historia. El otro día estaba con el actor Sergio Oviedo, y me decía de armar una muestra, porque no debe haber alguien que tenga tantos objetos relacionad­os con el teatro”.

Los recuerdos comienzan a hacerse más recientes, y Natalini rememora las obras a las que fue con mayor frecuencia: “A los Midachi los vi tres veces; a Bien argentino lo vi seis veces entre los dos años; Stravaganz­a lo vi todos los años; a Mahatma también lo vi los dos años”, dice, y agrega con un análisis autorizado: “Estoy convencido de que hay un antes y un después de Stravaganz­a en el teatro Luxor”.

“Este año fui a ver: Josset y la risa prometida, Bien argentino, la evolución, Bollywood, Mahat- ma, Extinguida­s, Pulenta, de Adrián Gómez, Como el culo, Clavado en París, y a Pablo Rey, que es un amigo”, cuenta Natalini sobre su actual excursión teatral por Carlos Paz.

La pregunta es casi una afirmación: ¿ le regalan entradas? “No. Si uno quiere ver buen teatro, hay que pagar. Yo ahorro todo el año. Si bien yo voy solo, es todo un presupuest­o. Este año hay mucho espectácul­o a la gorra, pero también hay que ser generoso: si Bollywood tiene 30 artistas en escena, no se pueden dejar 10 pesos. Hay que dejar algo acorde a un espectácul­o como ese”.

Otra pregunta obligada: ¿ vuelve la temporada próxima? “Por supuesto, no hay 40 sin 41”, afirma Natalini entre risas.

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( GENTILEZAC­ARLOSNATAL­INI)
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Haceme trampas, querido. Con Guillermo Francella y María del Carmen Valenzuela.
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Sugar. La obra con Susana Giménez y Ricardo Darín, en el Teatro del Lago.
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Querido señor New York. Con Silvia Montanari y Jorge Mayorano.

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