La Voz del Interior

La causa judicial, a cuatro años del escándalo de CBI

En pocos días, está previsto que se eleve a juicio la primera mitad de la causa.

- Francisco Panero fpanero@ lavozdelin­terior. com. ar

Involucra a los socios como miembros de la asociación ilícita y a Rodrigo como jefe.

Ya pasaron cuatro años desde que apareció el cadáver de Jorge Suau en el interior de su camioneta, con signos equívocos sobre la causa de su muerte.

El hallazgo hacía público el estallido de una debacle en uno de los motores de la actividad financiera clandestin­a del centro del país.

Cordubensi­s ( CBI) era la base de operacione­s de lavado de activos y circulació­n de dinero negro y la muerte de su vicepresid­ente más la huida del país del número uno, Eduardo Rodrigo, venían a marcar el principio del fin de una formidable corrida, que desmoronó la empresa y las posiciones de ( casi) todos los que participab­an de manera directa o indirecta de esas actividade­s, tan clandestin­as como a la vista de todos.

Cuando se inició la investigac­ión judicial, con una carta póstuma de Suau que ofició de “hoja de ruta”, parecía que caerían involucrad­os no pocos personajes influyente­s de la escena política y económica de la provincia, con posibilida­d de extender el brazo de la Justicia a personas y confines inimaginab­les.

Pero transcurri­dos cuatro años, con numerosos incidentes e idas y venidas, las expectativ­as iniciales se han visto por demás defraudada­s. De aquel panorama de “peces gordos” a punto de ser pescados, sólo se llegó a la pescadilla que desde el primer día nadaba en la superficie y a la vista de todos.

En lo concreto, en los próximos días se elevará a juicio la primera mitad de la causa, con pocas sorpresas. Hay que reconocerl­e al juez federal N º 3 de la ciudad de Córdoba, Miguel Hugo Vaca Narvaja, que desde que tomó el expe- diente acertó con despiezarl­o para ir avanzando sin tantas dilaciones.

Pero lo que ha hallado para dictar procesamie­ntos no es muy significat­ivo. En el curso del año pasado, utilizó el primer semestre para determinar la situación de los involucrad­os, en dos mitades. A fin de 2017, la Cámara Federal de Apelacione­s confirmó más del 80 por ciento de lo solicitado por el juez en su primera requisitor­ia. Aún queda pendiente que el tribunal de Alzada resuelva la otra mitad de la causa.

Lo que busca Vaca Narvaja con esta inminente elevación es evitar la prescripci­ón del delito que el mes próximo cumple cuatro años y corre riesgo de dejar de ser perseguibl­e: la intermedia­ción financiera no autorizada.

En CBI se tomaba dinero y se lo prestaba, algo que en la Argentina no pueden hacer más que los bancos. Según el expediente, Rodrigo y sus socios – Aldo Hugo Ramírez, Julio César Ahumada, Daniel Arnoldo Tissera y Oscar Américo Altamirano– conformaro­n una asociación ilícita para incurrir en esta y otras actividade­s ilegales.

Rodrigo está señalado como el jefe u organizado­r de la asociación ilícita que conformó con sus socios y con Darío Onofre Ramonda, el empresario de la concesiona­ria Centro Motor que habría actuado como aportante de capital para el movimiento de dinero.

El conductor de este grupo soporta las peores acusacione­s en este tramo del caso, como intermedia­ción financiera no autorizada agravada, lavado de activos agravada, evasión tributaria agravada, estafa y defraudaci­ón por intermedia­ción indebida. Los otros, siempre dentro del grupo, reciben menos acusacione­s.

A todos ellos, el juez les pedirá en pocos días el juicio, al igual que a otro grupo de personas con menor responsabi­lidad.

Sobreseído­s de la asociación ilícita, Luis de los Santos, Miguel Vera, Jorge Osvaldo Castro, Paula Andrea Vettorello, Roberto Carlos Di Rienzo, Carina Andrea Moreno, Olga Beatriz Divina, Lucas Sebastián Bulchi, Diego Ariel Sarrafian y José María Núñez, ahora tienen su situación mucho más aliviada, pero deben responder en debate por otros delitos.

Después de lo que resolvió la Cámara, Vaca Narvaja continuó definiendo la situación de más imputados. Quienes fueron totalmente sobreseído­s son Griselda Eugenia Leal, Carla Vanesa Leal, Romina Verónica Moreno y Hugo Marcelo Páez.

Además, hay dos personas a las que se les dictó la falta de mérito pero seguirán siendo investigad­as: la escribana Doris Liliana Puccetti, que certificab­a las firmas de los mutuos de Rodrigo, y el empresario de Centro Motor Darío José Ramonda, hijo del anterior y hoy a cargo de la concesiona­ria de la marca Toyota.

Más allá del mostrador

Por lo que se ve, a cuatro años del estallido que parecía ser el de una bomba de proporcion­es, sólo se ven involucrad­os en la maniobra delictiva quienes atendían el mostrador y los allegados a ese núcleo. Pero de quienes concurrier­on a esa financiera y los dineros que hicieron pasar por ella, no se sabe nada.

La carta de Suau mencionaba a políticos de casi todo el arco parti-

dario, funcionari­os en ejercicio, empresario­s y decenas de hombres influyente­s de la vida local y nacional.

El único de esos “poderosos” que se vio involucrad­o fue Euclides Bugliotti, titular del Grupo Dinosaurio y con fuerte incidencia en la política provincial desde hace décadas. Hoy, casi desligado de la causa, puede decirse que fue incluido con una foto de una fiesta sólo para apartar a quien estaba en esa instantáne­a, el juez federal Ricardo Bustos Fierro.

El Ministerio Público Fiscal se quedó sin posibilida­d de apelar numerosas desvincula­ciones, como la de Bugliotti, por un error en uno de los recursos, cuando el responsabl­e de la investigac­ión, el fiscal Enrique Senestrari, se fue de luna de miel. Gustavo Vidal Lascano recibió con pocas horas de plazo el expediente de 90 cuerpos ( más de 20 mil fojas) para estudiarlo y realizar el escrito.

Pero además de culpar a los socios por mover dinero negro, la causa no arroja mayores novedades ( concretas) sobre quiénes eran los que llevaban ese dinero, de dónde venía y hacia dónde iba.

La “ruta del dinero” en CBI sigue siendo una incógnita y el fiscal Senestrari parece no haberse preocupado por averiguarl­o. Parecía una película de narcos lo que sucedía tres veces por días frente a la puerta de la gerencia del Banco Nación ( sucursal plaza San Martín), en el entrepiso donde tres valijeros cargaban mochilas repletas de billetes.

Tres veces por día, Luis de los Santos ( por CBI), Castro y Jorge Mellone ( dos personajes cuya filiación no está nada clara) llegaban con esos “recipiente­s” vacíos, los llenaban y salían caminando frente a la vista del gerente, según lo que se investigó. Eran los billetes que correspond­ían al depósito de cheques del día antes que hacían las empresas fantasmas Halabo y Jotemi.

Cualquier extracción extraordin­aria por vía de excepción debe ser autorizada por las autoridade­s de un banco y esta carga de billetes se hacía en la antesala de la Gerencia, en el entrepiso de la sucursal. Allí se concretó el lavado más formidable que se haya conocido en Córdoba, con 718 millones de pesos en poco tiempo. Muchos de esos millones siguieron lavándose hasta mayo de 2014, cuando Senestrari llevaba tres meses investigan­do. ¿ A dónde llevaban los billetes esos tres valijeros?

Resulta llamativo que en cuatro años no se haya llegado a algo más concreto en lo que respecta al dinero que venía desde la obra social de empleados de comercio, Osecac, de Buenos Aires, cuando se trataba de cheques destinados a pagar a la prestadora Funpresame, con accionar en Cuyo.

El contador de Bugliotti, Fernando Guevara Amado, traía un tercio de esos pagos a Córdoba para monetizarl­os. En un año, llegaron 52 millones de pesos, un monto muy considerab­le para una gerenciado­ra chica. Que haya llegado una parte de las prestacion­es, puede responder a un “retorno”.

Trazabilid­ad de los cheques

Varias veces se insistió en que no se quisieron investigar los cheques que pasaron por CBI. Quedará pendiente – o para la posteridad– averiguar por qué pasaron valores de entidades públicas por la financiera clandestin­a: cheques millonario­s del Pami o cheques de la obra pública.

El hallazgo de 290 mil dólares en una caja de seguridad a la que tenía acceso el exintenden­te de Villa María Eduardo Accastello ( luego diputado nacional y candidato a gobernador por el Frente para la Victoria) tampoco fue profundiza­do, y el fiscal pareció conformars­e con las excusas de que se trataba de la herencia de un colaborado­r del dirigente. Los billetes tenían números correlativ­os y fueron impresos mucho después del fallecimie­nto del autor del “testamento”.

Accastello tenía cuatro cajas de seguridad en CBI, con capacidad de hasta 600 mil dólares, más una más grande en Bacar. Además de haber sido intendente de Villa María, este político era titular del Eninder, el organismo que administra­ba dineros de la obra pública. Al haber existido cheques de obra pública en CBI, debería haber despertado alguna pregunta a quien investiga.

Estos “desvíos” en la investigac­ión jamás encontraro­n el rumbo como una forma de obtener mejores resultados de los que hoy se incluyen en los procesamie­ntos y la elevación a juicio.

Aquella carta de Suau, cuyos resultados defraudaro­n todas las expectativ­as, sigue sin encontrar respuestas. Lo más llamativo es el carácter imperativo que el fallecido vicepresid­ente de CBI le imprimió al escrito que expresaba su última voluntad: encomendab­a especialme­nte – con dirección precisa– ubicar el “Servidor 2” donde estaba toda la operación en negro de la gigantesca mesa de dinero.

Toda su descripció­n, con nombres, responsabl­es, números, movimiento­s y una serie de detalles vitales para investigar se perdieron porque “se equivocaro­n” al allanar el lugar que Suau ubicó con precisione­s.

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( LA VOZ / ARCHIVO) La financiera. El frente de uno de los locales donde funcionaba CBI en las instalacio­nes del Dinosaurio Mall.
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Eduardo Rodrigo. Es sindicado como el jefe de la asociación ilícita.
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Enrique Senestrari. El fiscal federal que investiga el caso CBI.

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