Nueva doctrina
Karina Zerillo Cazzaro
Cuando dentro de nuestra casa se aplaude a quien hace abuso de su fuerza y rol tomando decisión y acción sobre la vida de un tercero, matando por la espalda a un conciudadano por ser ladrón o disparándole en la cara a un presunto agresor sólo por parecer sospechosa su conducta, algo falla de mane- ra brutal. Y ese “algo” es el límite que una sociedad le impone a quien manda, a quien tiene a su cargo al responsabilidad de hacer valer la Constitución Nacional, los derechos de todos los argentinos y las reglas escritas que rigen el comportamiento de las fuerzas de seguridad.
Después de las muertes no casuales de Santiago Maldonado y Rafael Nahuel, que involucran a personal de Gendarmería y Prefectura, se ha incrementado el apoyo incondicional del Estado a sus fuerzas de seguridad, y se volvió permisiva la conducta de quienes deberían exigir a sus subordinados que cumplan con las reglas que siempre priorizan el salvaguardar la vida.
Sería pecar de ingenuo el creer que este apoyo inusual y una antigua “Nueva doctrina” se gestan en un marco casual y desobedecen a alguna estrategia. Y sería muy poco prudente para los argentinos el desoír el llamado de alerta de entidades como Human Rights Watch, que reac- cionó rápida y enérgicamente oponiéndose y repudiando la propuesta doctrinaria que la ministra Patricia Bullrich presentara en Washington. ¿ Cuántos más avasallamientos a nuestra Carta Magna permitiremos antes de que sea tarde?
La división de poderes, las leyes, las reglas, las instituciones fueron creadas para prevenir abusos. Existen para garantizar una Argentina republicana y democrática, pero precisan de una sociedad que las respalde y ponga un límite a quien ose violarlas, sea quien fuere.