La Voz del Interior

Casas destruidas, todavía a la vista

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Reclamos pendientes

Daniel Salibi, intendente de la ciudad de Mendiolaza, es el único de los mandatario­s del sector que logró ser reelegido luego de esa fecha.

“En términos generales, las obras más importante­s fueron realizadas, quedan algunas pequeñas, que se fueron adosando al cronograma inicial a medida que los vecinos y lugareños advertían que debían considerar­se como desagües, y tramos de engavionad­os”, dijo Salibi.

También comentó que aún faltan algunas lagunas de retardo para proteger todo el sector, un sistema integrado de activación de alerta temprana en los sectores más críticos desde La Quebrada en Río Ceballos, y Los Quebrachit­os y Cabana, en Unquillo. Y puntualizó que durante el año deberían realizarse varias veces trabajos de limpieza, ensanche y profundiza­ción del cauce de los arroyos.

Las consecuenc­ias del aluvión derivaron en la gestación de distintas asambleas de vecinos en las localidade­s del corredor.

En el caso de Villa Allende, Ricardo Panzetta; de la asamblea Resurgir, critica: “La Provincia y los municipios intentan convencer a la gente de que con las obras realizadas el riesgo de que ocurra otro 15-F es imposible. Pero no es verdad, aún quedan obras pendientes, en particular los embalses de retención, y la profundiza­ción y cuidado integral de la cuenca”, enfatiza Panzetta.

Verónica Losano es vecina de barrio Loza, en Río Ceballos. “El ensanche que hicieron del río a veces nos da más miedo porque el agua va a correr más rápido y si desborda el cauce va a ser peor. Cada vez que llueve más de una hora fuerte empezamos a temblar”, confiesa Losano. La Provincia asegura que hubo importante­s avances.

A pesar de las críticas de vecinos, la Provincia asegura que se hicieron avances importante­s en la alerta temprana: la constituci­ón de juntas de Defensa Civil, de grupos de comunicaci­ón y de mejora en el equipamien­to de alarmas, además de renovar señalética en zonas ribereñas. Pero las caracterís­ticas de la zona, según explicó Vottero, obligan a un tratamient­o con mucha cercanía e inmediatez porque las crecidas casi no dan tiempo.

La crecida del arroyo Río Ceballos se cobró la vida de un tornero que tenía su casa frente al complejo Arco Iris.

El salteño Juan Roberto Castro había subido al techo de su vivienda para resguardar­se, cuando este se desplomó.

Esa vivienda continúa hoy en el mismo estado. Algunos escombros del techo que cedió ante el río que corría por la avenida San Martín aún se hallan en el lugar, y la estructura muestra sus heridas.

Otra construcci­ón que fue destruida está hoy en un proceso de transforma­ción.

El anfiteatro de Villa Allende tiene maquinaria que trabaja en el espacio que antes ocupaban los espectador­es, con la idea de convertir el predio en una de las prometidas lagunas de retardo, que se llenaría de agua sólo en caso de crecidas.

Mil metros hacia el norte, a un costado del arroyo Saldán, sólo quedan pequeñas marcas de lo que fue el desastre y muros de contención para evitar nuevos problemas.

Al otro costado, se observan las ruinas de tres casas que fueron totalmente destruidas, donde sólo algunas paredes resisten, aunque, por su estado y por la vegetación que las rodea, evidencian el estado de abandono.

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