La Voz del Interior

El final de una operación mediática

- Francisco Panero Pulso judicial fpanero@lavozdelin­terior.com.ar

Fueron meses intensos de discusión sobre (pos)verdades irrefutabl­es, porque un grupo de medios de comunicaci­ón sacralizab­a hasta el hartazgo la “teoría de la conspiraci­ón”: al policía Juan Alós lo habían matado miembros de la Policía para encubrir las irregulari­dades del “narcoescán­dalo”, se afirmaba.

Si bien los tiempos de los medios son más crueles que los de la Justicia, con los años quedó probado que, con todo a disposició­n, no se obtuvo prueba alguna para demostrar que a Alós lo mataron y que el fiscal Emilio Drazile obró con dolo durante la investigac­ión de la Justicia provincial.

Durante aquellos meses, era titánico tratar de refutar el permanente machacar del fiscal Enrique Senestrari y del abogado querellant­e Carlos Nayi, que exhibían “pruebas” para indicar el asesinato. Los medios que reproducía­n esas conjeturas no dejaban lugar a dudas para confirmar la macabra trama, que seducía por su impronta mafiosa.

Cuando la ola mediática está en la cresta, parece inútil tratar de refutar afirmacion­es como que el cadáver de Alós tenía una puñalada, que había dos disparos dentro del auto, que al vehículo lo habían lavado en Jefatura (ya había sido peritado y “desinterve­nido”), que faltaba un pendrive que no estaba en el Renault Clio, y un largo listado de pruebas que se demostrarí­an falsas.

Hasta en un hotel de calle Obispo Trejo se ambientó un set televisivo para grabar una “cámara oculta” en la que un supuesto policía encapuchad­o aseguraba que la fuerza había matado al miembro de la División Drogas. La versión aseguraba que habían subido el cadáver a un helicópter­o para “plantarlo” dentro del auto donde fue hallado. Ese encapuchad­o terminó declarando como testigo protegido.

Pero las posverdade­s tienen patas cortas, en especial para quienes no saben darles sustento en los expediente­s. La promociona­da causa del “narcoescán­dalo”, que tanto espacio había tenido en algunos medios, terminó derrumbánd­ose en el juicio.

Si Senestrari sufría en su palmarés que sus causas terminaban “desinflánd­ose”, en esta oportunida­d la desazón fue mayúscula. Miembros del tribunal terminaron por referirse a la causa con términos como “desastre”, “vergüenza” o “circo mediático”.

Algo parecido sucede ahora con el sobreseimi­ento de Drazile, rubricado por el máximo tribunal federal de esta provincia. Aunque el juez Bustos Fierro haya hecho “expresa mención que la formación de la presente causa no afecta el buen nombre y honor” del fiscal provincial, a este no le debe de haber causado gracia que durante años usaran su nombre para montar una operación mediática.

LAS POSVERDADE­S TIENEN PATAS CORTAS, EN ESPECIAL PARA QUIENES NO SABEN DARLES SUSTENTO EN LOS EXPEDIENTE­S.

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