La Voz del Interior

La noche en que Nueva Córdoba enmudeció bajo el fragor de las balas

A las 2 de la mañana, la calle Rondeau se convirtió en una enorme escena del crimen y fue testigo de una balacera inédita. Los vecinos se quedaron inmóviles en las veredas, en los balcones y en las ventanas de los departamen­tos. Hubo un policía y dos lad

- Juan Pablo Carranza jpcarranza@lavozdelin­terior.com.ar

Decenas de casquillos de balas tirados en el suelo y encerrados en un redondel de tizas. Las luces azules intermiten­tes dando vueltas a toda velocidad y un barrio acostumbra­do al bullicio, al lío y a la fiesta de la madrugada, enmudecido.

Hacía apenas unos minutos que una banda de delincuent­es fuertement­e armados había intentado huir de un robo en el séptimo piso de un edificio ubicado en Rondeau

84. Pero un imprevisto llamado al

101 modificó los planes de fuga y transformó a los bares cerveceros en el escenario de un campo de batalla que dejó a un policía y a dos delincuent­es muertos.

La medianoche del viernes había empezado para la Policía con un operativo contravenc­ional en el parque Sarmiento. Cerca de las dos de la mañana, los casi 100 oficiales que había desplegado la Secretaría de Seguridad de la Provincia para controlar y detener por infraccion­es a las motos que ya hacían piruetas por la avenida Deodoro Roca recibieron la noticia por uno de los canales de la radio: había un tiroteo. Muy cerca.

Sin saberlo, el grupo comando de entre cinco y seis hombres que había planeado el golpe a una administra­ción del consorcio con un infrecuent­e manejo de fondos tenían a cinco minutos a toda una división policial, que además contaba con refuerzos de civil en Nueva Córdoba.

La Voz, que estaba cubriendo ese operativo de control como parte de un informe que saldrá en los próximos días, fue testigo de este impensado vuelco de los sucesos durante la madrugada del viernes.

A unas cuadras del parque, en Rondeau y Buenos Aires, un oficial había recibido un disparo y había un enfrentami­ento entre delincuent­es en pleno corazón de Nueva Córdoba.

Al llegar, el cabo Franco Ferraro recibía los últimos intentos de reanimació­n por parte del 107 en el palier del edificio donde había ocurrido el robo. Los dos delincuent­es ya estaban muertos, uno yacía boca abajo en la vereda del primer bar de la mano de la derecha sobre Rondeau y el segundo en la puerta de otro, a unos 30 metros sobre Buenos Aires.

La calle Rondeau se convirtió de pronto en una gran e improvisad­a escena del crimen. Policías con guantes inspeccion­aban los cuerpos ya sin vida de los delincuent­es y el contenido de los bolsos; mientras los estudiante­s y los vecinos de los edificios estaban apostados como estatuas en las puertas, los balcones y las ventanas. Eran espectador­es pálidos de un fragmento de una serie policial, y sus celulares lo atestiguab­an.

“Traté de reanimarlo, pero no pude, se me murió en los brazos”, solloza la voz de un policía en un audio que luego se filtró a la prensa. Las palabras son del compañero de Franco Ferraro, el oficial que murió de un tiro durante la balacera.

Mientras tanto, el equipo del Eter se aprestaba para entrar en el edificio de al lado, de Rondeau 86, por donde habían escapado los delincuent­es. Cuando los habitantes de los departamen­tos evacuaron el edificio, la fuerza especial revisó los ocho pisos. Tenían la sospecha de que al menos uno de los delincuent­es permanecía escondido.

Antes, un grupo de policías había intentado chequear el edificio. En la desesperac­ión, subieron por el ascensor, que se trabó en la planta baja.

Una hipótesis es que los delincuent­es tomaron dos vías de escape. Unos bajaron por el mismo edificio que habían asaltado y otro grupo lo hizo por el edificio contiguo, por el balcón.

“Entraron tres personas a mi departamen­to por el balcón y me gritaron que les abriera. Como no encontraba la llave, uno de ellos amenazó con matarme”, contó Florencia, que vio cómo tres hombres de mediana edad, y con un arma en cada mano, le apuntaban, desesperad­os, para encontrar una salida.

Lo sorpresivo de la balacera dejó inmóviles, por un instante, a los vecinos y a las personas que estaban en los bares. Cuando tomaron conciencia del peligro, recién reaccionar­on. Algunos se tiraron cuerpo a tierra, otros corrieron por Buenos Aires hacia el Paseo del Buen Pastor, y hasta los automovili­stas abandonaro­n sus autos en plena calle.

En uno de los bares sobre Buenos Aires, Esteban escuchó un disparo. Luego otro y otro más. En el mismo instante que se levantó de su silla, vio un mensaje de su novia que le decía que los ladrones habían estado en su departamen­to. Corrió hasta la esquina de Rondeau, pero la lluvia de balas por ese momento ya era torrencial y tuvo que volver corriendo sobre sus pasos.

Pasadas las dos y media de la mañana, el vértigo del asalto y del tiroteo fue mermando. Quedaban los estertores de la agitación de la gente que seguía en las esquinas al hormiguero de policías que marcaban evidencia, buscaban a quienes había intentado huir y consolaban a los compañeros más conmovidos entre los cartuchos y el olor penetrante de la nafta de un tanque baleado.

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(LA VOZ) Dramático. El 107 intentó reanimar al joven policía.
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