La Voz del Interior

Histórico: la seguridad en Río, bajo el control total del Ejército

“No podemos seguir aceptando pasivament­e la muerte de inocentes”, declaró el presidente Temer al justificar la medida. La situación se tornó insostenib­le para las jaqueadas fuerzas de seguridad, embarcadas en una guerra sin tregua que deja miles de vícti

- Mar Marín

RÍO DE JANEIRO. La violencia desangra a Río de Janeiro, alimentada por décadas de corrupción de políticos que saquearon las arcas públicas y dejaron a la población a merced de una guerra con miles de víctimas al año, y que ahora el presidente de Brasil pretende frenar con el Ejército.

A ocho meses de las elecciones presidenci­ales, Michel Temer, que roza el 5 por ciento de popularida­d, dio un golpe de efecto y, por primera vez en la historia de Brasil, dejó en manos del Ejército la seguridad pública del estado de Río.

Temer, quien busca apoyo parla- mentario para aprobar una polémica reforma de las pensiones, ha elegido a un general de confianza para comandar la operación en Río, el jefe del Comando Militar del Este.

Walter Souza Braga Netto, con experienci­a en la coordinaci­ón de la seguridad durante los Juegos Olímpicos de 2016 y en la Inteligenc­ia del Ejército, organizará a los militares y a los distintos cuerpos de la Policía estatal.

Unos 10 mil soldados se encuentran en Río desde el pasado año, pero su presencia apenas se ha hecho notar, más allá de las primeras fotos en el paseo marítimo de Copacabana y de algunos operativos sin éxitos notables en favelas y en carreteras.

La decisión del presidente se produce tras un Carnaval marca- do por el tono crítico y manchado por escenas de violencia en Río que dieron la vuelta al mundo, ante la incapacida­d de las autoridade­s para reaccionar.

Mientras se multiplica­ban los saqueos y los asaltos, el portavoz de la Policía llegó a comparar Río con París, y el gobernador Luiz Fernando Pezao admitió que no estaban preparados para esa ola de violencia.

El alcalde, el pastor evangélico Marcelo Crivella –quien considera pecaminoso el carnaval–, se fue a Europa, en un viaje privado que ahora está bajo investigac­ión por el supuesto uso de fondos públicos.

“No podemos seguir aceptando pasivament­e la muerte de inocentes”, dijo Temer, quien calificó la violencia como una “metástasis” y prometió devolver las plazas públicas a “la gente honesta”.

El presidente no mencionó las causas de la violencia en un estado ahogado por la crisis, rehén de políticos corruptos y de una guerra sin cuartel entre bandas por el control del territorio y de las rutas del tráfico de drogas y armas.

Prácticame­nte todos los principale­s dirigentes del estado de Río en los últimos 20 años están en prisión o acusados de corrupción, incluyendo los exgobernad­ores Anthony Garotinho (1999-2002) y Sérgio Cabral (2007-2014), aliado de Pezao, también blanco de la Justicia, pero protegido por su fuero político.

Cabral utilizó el Mundial 2014 y los Juegos de Río para enriquecer­se hasta el punto de desviar recursos de proyectos de mejora de las favelas.

La corrupción nutrió la crisis y Río tuvo que declarar la quiebra en vísperas de los Juegos Olímpicos de agosto de 2016.

Año y medio después, la crisis es más profunda, si cabe, y los cariocas tienen aún que pagar la pesada factura olímpica.

La administra­ción regional apenas puede pagarles a sus funcionari­os, no hay inversione­s, la violencia se ha disparado, el desempleo alcanza a más de un millón de personas y los moradores de rua (mendigos) se cuentan por miles.

Sólo en lo que va del año, se han registrado más de 150 muertes violentas en una ciudad que se acostumbró a vivir con 20 tiroteos al día y contabiliz­ó 6.700 homicidios en 2017.

Un cuadro que llevó a la fiscal general de Brasil, Raquel Dogde, a decir que Río de Janeiro vive un clima de “tierra sin ley”.

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(AP) Ciudad violenta. La escalada que sufre Río de Janeiro se traduce en enfrentami­entos permanente­s entre fuerzas de seguridad, casi desbordada­s, y bandas de delincuent­es.

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