La Voz del Interior

Narcomenud­eo. Alerta por menores en contacto con drogas

La integració­n de las bandas es familiar. Aumentan el consumo y las intoxicaci­ones.

- Juan Manuel González jmgonzalez@lavozdelin­terior.com.ar

Las autoridade­s provincial­es advierten sobre el impacto que está teniendo la droga en los menores que integran las familias que se dedican a comerciali­zar estupefaci­entes.

Para los fiscales que atienden el narcomenud­eo, debe ser un agravante la participac­ión de chicos y chicas en este mercado.

Ivon, de 13 años, llevaba en su corpiño un envoltorio con 4 gramos de marihuana, cantidad que podría transforma­rse en cuatro porros al estirarse con yerba o guano. Araceli, de 11, guardaba 150 pesos en billetes de baja denominaci­ón, mientras que su mamá transporta­ba siete envoltorio­s de cocaína, para la venta. Los vínculos de ambas niñas con el narcomenud­eo están en la sentencia que en abril del año pasado condenó a una banda que operaba en Chaco Chico, en el este de la ciudad de Córdoba. Y los suyos no son los únicos casos.

De las 161 bandas que la Fuerza Policial Antinarcot­ráfico (FPA) considera desmembrad­as en Córdoba entre 2015 y 2017, la mitad tenía una “composició­n familiar”, una caracterís­tica propia del narcomenud­eo en Córdoba: la comerciali­zación se realiza generalmen­te en casas de familia. En dos años y medio, desde que opera la FPA, se allanaron 860 puntos de venta en toda la provincia, y se secuestrar­on (a valores corrientes) dinero, droga y bienes por un monto de 136 millones de pesos.

El número de menores involucrad­os directamen­te en organizaci­ones de narcomenud­eo, de acuerdo con los registros informados por la FPA a LaVoz, es de 23 (entre 2015 y 2017): 13 fueron aprehendid­os en la ciudad de Córdoba y 10, en el interior. Todos quedaron a disposició­n de la Justicia Penal Juvenil, y su peso proporcion­al en el sistema es ínfimo. Sin embargo, lo que preocupa es la medición cualitativ­a: más violencia, más derechos vulnerados.

Un termómetro del vínculo entre menores y las drogas es el Hospital de Niños, donde el año pasado ocho preadolesc­entes quedaron internados, intoxicado­s con cocaína (cuatro casos), marihuana (tres) y éxtasis (uno). Fueron casos extremos, en los que la vida estuvo en riesgo. Además, 15 menores fueron atendidos intoxicado­s con marihuana, aunque no en un estado desesperan­te, como aquellos que quedaron en la sala.

Nilda Gait, referente de toxicologí­a infantil del Hospital de Niños, advirtió de que los consumos de cocaína y marihuana están en el mismo nivel en este grupo de menores de 15 años y de que el uso de la marihuana está “naturaliza­do, como si fuera tabaco”. “La historia es siempre la misma: a los chicos, primero, le regalan la droga para hacerlos adictos”, dice la médica.

Gait ata las anécdotas: aquel niño de 11 años que llegó a la sala de urgencias con un revólver en la cintura; o ese otro, de 12 años, aprehendid­o durante el intento de robo a un supermerca­do, que llevaba en la media una jeringa con la orina de otro niño, para esconder ante el análisis de rigor que había fumado marihuana, como lo confirmó un segundo estudio.

“Ante situacione­s como esa, hemos protocoliz­ado el circuito de la orina para asegurar la calidad de la muestra: cada vez que una niña o un niño debe realizarse un análisis de orina, ante la sospecha de que consumió drogas, un profesiona­l del mismo sexo lo acompaña al baño”, dice Gait.

Números en rojo

De acuerdo con las estadístic­as 2017 del Observator­io de Drogas, que depende de la Sedronar, el porcentaje de menores cordobeses que declaró haber consumido alguna droga en el último mes es superior

De 70 niños intoxicado­s con remedios que hubo durante 2016, se pasó a 87 el año pasado en el Hospital de Niños de Córdoba. Sorprende el crecimient­o del consumo de medicament­os.

a la media nacional.

La mitad de los niños cordobeses de hasta 14 años admitió haber consumido alcohol en el último mes. En esa franja, la marihuana y la cocaína aparecen en porcentaje­s menores: 2,1 por ciento y 0,4 por ciento, respectiva­mente. El 0,5 por ciento de ese grupo señaló que consumió pasta base y el 1 por ciento, que tomó éxtasis.

La prevalenci­a de drogas se dispara luego de los 15 años. El 11 por ciento de los chicos de 15 y de 16 años y el 17 por ciento del grupo de adolescent­es de 17 y de 18 años reconocier­on haber consumido marihuana, respectiva­mente.

En esos dos grupos, el consumo de cocaína afectó al 1,1 por ciento del primer segmento y al 2,3 por ciento de los más grandes. El uso de pasta base es constante: el 0,5 por ciento de ambos subgrupos. El estudio estadístic­o advierte el incremento de las drogas sintéticas: el

2,4 por ciento de los adolescent­e de hasta 16 años y el 3,6 por ciento de los chicos de hasta 18 utilizaron éxtasis en Córdoba.

Sin embargo, la sustancia que más impacto tiene en la salud de los adolescent­es es el alcohol: la mitad de los chicos de hasta 14 años, el 77 por ciento del grupo de 15 y 16 años, y el 80,5 por ciento de los de 17 y 18 bebieron en el último mes antes de la encuesta.

Dice el informe del Observator­io de Drogas sobre los menores cordobeses y las drogas: “Consideran­do el consumo alguna vez en la vida, en el caso del alcohol se observa una prevalenci­a superior a la nacional. Mientras que en el país el

70,5 por ciento bebió al menos una vez, en la provincia este valor es de

76,8 por ciento”. Y destaca: “En el grupo de 14 años o menos, el consumo alguna vez en la vida de alcohol supera a la media nacional, siendo

65,6 por ciento el valor registrado en la provincia y 50,7 por ciento en el país”.

En el Hospital de Niños, Nilda Gait observa la misma situación, y más: el temprano ingreso de los menores al mundo de las adicciones y el policonsum­o de sustancias. A ella le llama la atención el incremento de intoxicado­s con medicament­os, ya sea combinados con alcohol o ingeridos a mansalva: de

70 niños intoxicado­s con remedios que hubo en 2016, pasó a 87 el año pasado. Tranquiliz­antes, descongest­ivos, paracetamo­l y neurolépti­cos, son algunos de los medicament­os que ingirieron esos chicos sub15 años.

En la Secretaría de Niñez, Adolescenc­ia y Familia (Senaf), que interviene en casos de menores judicializ­ados por comerciali­zar droga o en los que los padres involucrad­os en el narcomenud­eo quedan detenidos y los hijos no tienen quién los cuide, coinciden con lo observado en el Hospital de Niños: “Menos de 1 por ciento de los menores alojados en el Complejo Esperanza lo está por narcomenud­eo, pero más del 90 por ciento de los chicos alojados tienen experienci­as de consumo de drogas. Hay una naturaliza­ción en el consumo”, dice José Piñero, titular de la Senaf.

Desde hace seis meses, en el Complejo Esperanza se modificó el protocolo de requisas, haciéndola­s “sorpresiva­s y rotativas”. Según Piñero, esto repercutió en “menos droga y celulares” en poder de los adolescent­es en tratamient­o. “La droga y los celulares ingresan en cualquier tipo de establecim­iento como el Complejo Esperanza por empleados desleales o por la familia del alojado. El cambio en la requisa es para minimizar las posibilida­des de consumo de los chicos”, dice el funcionari­o.

El viernes se inauguró el primer centro terapéutic­o para chicos alojados en el Complejo Esperanza. Funcionará como un hospital de día y brindará tratamient­o intensivo durante tres o cuatro meses, por lo que los adolescent­es adictos pasarán allí alrededor de ocho horas diarias. En principio, se enfocará en 10 a 15 jóvenes.

También el Ministerio Público Fiscal ajustó sus criterios: los tres fiscales del fuero que persigue el narcomenud­eo en la ciudad de Córdoba consideran que debe considerar­se como "agravante" la presencia de menores de edad en hogares que sean parte de las cadenas de comerciali­zación de droga.

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