La Voz del Interior

Manuel, el modelo de ropa para todos los talles

Con 160 kilos, Manuel Riboldi es una de las caras visibles de una tienda de ropa “para todos los talles” de Nueva Córdoba.

- Natalia Lazzarini nlazzarini@lavozdelin­terior.com.ar

Sólo se considera modelo “de caradura”, pero reconoce que la sesión de fotos de la campaña le cambió la vida para siempre.

Manuel Riboldi odiaba los espejos. Cada vez que por accidente se topaba con el reflejo de su cuerpo, la imagen le recordaba su batalla perdida contra la balanza, el día en que llegó a pesar 200 kilos y las espantosas camisas a cuadros que a cuentagota­s conseguía en las tiendas de talla grande.

Le costó mucho a su novia convencerl­o de que necesitaba aquel valioso artilugio que los conquistad­ores llegaron a intercambi­ar por oro. María de los Ángeles Oliva opinaba: “Tenés que chocarte con la realidad si querés cambiarla. Tenés que mirarte”.

El sábado pasado, por primera vez después de cinco años de convivenci­a, la pareja colgó en el cuarto un espejo de cuerpo entero.

Este hombre de 36 años y 160 kilos ya no era el mismo. Se había convertido en la cara visible de una tienda de ropa de Nueva Córdoba, la gente lo reconocía por la calle y su autoestima había mejorado.

Tampoco la imagen reflejada era la misma. El Manuel Riboldi que aparecía en el espejo de marcos marrones comprado en el Paseo de las Pulgas ya no era ese gordo que caminaba con la cabeza gacha, como pidiendo perdón. Y aunque sólo se reconoce modelo “de caradura” y advierte sobre los riesgos de la obesidad, hoy disfruta de su popularida­d.

Un sí que costó

–¿Yo??? ¿Modelo de qué? Si soy gordo, atiendo un quiosco y me gusta ir a la cancha, como a cualquier persona normal.

Esa fue la primera reacción de Manuel cuando los dueños de la Tienda Líbano le propusiero­n participar de una sesión de fotos. Facundo Bidaurre (26) y Lucas Martínez (25) notaron su carisma y su actitud. Pero el candidato respondió con una risa, gran salvadora ante la incomodida­d. En el fondo, tenía miedo de que otros se burlaran de él.

“Cuando estás gordo, no te querés –reconoce Luli, su novia–. Castigás esa imagen y no te arreglás. Manu se compraba jeans para hombres de 60 años, le quedaban incómodos y entonces vivía de jogging”.

Un año tardaron en convencerl­o. En diciembre pasado fue la primera sesión de fotos, a cargo de Jimena Mercau. El quiosquero llegó con sus Crocs, un par de zapatillas, una toalla y un desodorant­e. Los otros dos modelos –George, de 60 kilos, y Tabo, un gimnasta– se miraban al espejo. “Ellos me decían: ‘Manu, te quedó el cuello torcido’, pero a mí me daba lo mismo”, reconoce.

La terraza de la tienda funcionó como escenario, con sus árboles de copa verde y sus rejas de hierro. El sol pegaba directo en la cabeza, pero Manu sólo sentía sus piernas temblar.

Frustració­n al vestirse

La primera vez –y la última– que Manu usó camisa fue cuando cursó el secundario en el Liceo Militar. Fue deportista del Córdoba Rugby Club, hasta los 22 años, pero un accidente en un partido le impidió avanzar. Se convirtió en guardia de seguridad y custodio de gente importante que prefiere no identifica­r. Su trabajo nocturno, que le imposibili­taba ir a las prácticas de rugby, atentó contra su salud. La balanza comenzó a jugarle en contra.

“La obesidad es una enfermedad silenciosa. Las piernas te pesan, te llegan las várices, la diabetes. Te va matando de a poco. Pero seguir un tratamient­o no es fácil. Necesitás mucho apoyo y una buena obra social. Todo el tiempo te cruzás con tentacione­s”.

Manuel llegó a pesar 200 kilos, sufrió un preinfarto y apneas de sueño. Comenzó a vagar por las tiendas de ropa y a frustrarse al no encontrar nada. “Entiendo la moda, pero los gordos también estamos en esta sociedad. Al principio te enojás, pero después te da impotencia”.

Hace cinco años, por chat, conoció a su novia. Al principio, Luli se resistió, según reconoce: “Yo también llegué a pesar 120 kilos, me costó bajar a los 98 y lo último que quería era salir con alguien con mi mismo problema. Pero al año ya me había enamorado. Es que tiene un corazón que no le cabe en el pecho”.

Su novia, de 42 años, asegura que Manu se preocupa demasiado por los demás. “Si vamos a un recital, siempre me cuida. Pero yo le digo: ‘Amor, tenés que empezar a protegerte vos’”.

A través de su cuñada, que se enteró por Facebook, el excustodio llegó a la Tienda Líbano. “Costó mucho que dejara de usar negro y que se animara a los colores –cuenta Facundo–. Pero es algo que les pasa a muchos clientes. Cada uno tiene su proceso, hasta que se aceptan y comienzan a sentirse mejor”.

Así conoció los chupines, los jeans estilizado­s, las chombas de colores y hasta se amigó con las camisas. La relación comercial derivó en amistad y la amistad, en la propuesta que cambiaría su vida.

“Yo no quería salir en las fotos. Tenía miedo de que se rieran de mí. Terminé por decir que sí, aunque no estaba convencido. Al día siguiente, estaba posando, sin saber qué hacer con las manos”, relata el modelo extra large.

De autógrafos y “selfies”

Con el tiempo se fue soltando, incluso disfrutó de la segunda sesión. Esta vez llegó con zapatos bien lustrados. En Facebook se lo ve relajado, como un joven que prueba poses para una selfie.

En el medio del trabajo, a Manu se le ocurre prender un pucho y

CUANDO ESTÁS GORDO, NO TE QUERÉS. CASTIGÁS ESA IMAGEN Y NO TE QUERÉS ARREGLAR NI VER.

Luli, novia de Manuel

EN LA CALLE NO VES TODOS BARBIES O KENS, HAY GENTE ALTA O BAJITA QUE TAMPOCO ENCUENTRA ROPA.

Manuel Riboldi, modelo XXL

NUNCA NOS GUSTÓ HABLAR DE TALLES GRANDES DESDE EL LUGAR DE VÍCTIMAS O PARA HACER UNA APOLOGÍA DE LA ENFERMEDAD.

Facundo Bidaurre, comerciant­e

tomar un vaso de coca. La fotógrafa lo reta y le pide que meta ritmo. “Paráááá, relajate –contesta él–. Como no soy modelo, para mí esto es diversión”.

Las fotos dieron vuelta el país. Tienda Líbano recibió pedidos desde La Quiaca hasta Ushuaia. Manuel se convirtió en un personaje popular. En el quiosco donde trabaja, a metros de Patio Olmos, dos chicas le pidieron una foto. Y en un partido de Instituto con Racing, alguien le gritó desde la tribuna: “Mirá, ahí está el gordo modelo”.

“En la calle no ves todos Kens y Barbies. Hay gente con panza, alta o bajita que tampoco encuentra ropa. No sé si en Argentina seré el único en posar para una marca. Pero sí sé que soy el primer caradura en Córdoba que se hace el modelo”, bromea.

Con la campaña en la calle y en las redes sociales, Manuel reconoce que esas fotos cambiaron su vida. “Las sesiones lo ayudaron. Empezamos un tratamient­o con una nutricioni­sta y encontramo­s una forma de cuidarnos juntos”, dice Luli.

El próximo 17 de noviembre, se casarán en Capilla de los Remedios. Él usará traje y plastrón, un pañuelo al cuello. Ella, escote y segurament­e transparen­cias.

Mientras tanto, en la intimidad, disfrutan de ver juntos la vida pasar. Cuando toca el turno de salir a la calle, Luli siempre apura: “Dale, amor, ya estoy lista”. A lo que él contesta, frente al espejo: “Esperame, che, que no puedo salir despeinado”.

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(GENTILEZA DE JIMENA MERCAU) La foto de la campaña. Manuel posa junto a un modelo ultraflaco y a un chico con cuerpo de gimnasio en la campaña de Tienda Líbano.
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