Después de las masacres, suben las ventas de pistolas y fusiles en EE.UU.
El país constituye el 5 por ciento de la población mundial.
Pero posee casi la mitad de todas las armas civiles.
Es una secuencia conocida, un guion macabro: se produce un tiroteo masivo, el mundo mira a Estados Unidos con estupor y una parte del país clama por más controles a la posesión de armas. Y, justo durante esos mismos días, suben las ventas.
Ocurrió tras la matanza de niños en una escuela de Connecticut, en 2012, se repitió tras la sangría de aquel concierto del pasado octubre en Las Vegas y resulta fácil adivinar que sucederá lo mismo con el instituto de Parkland (Florida).
Cuando el defensor de las armas teme que una tragedia puede llevar a los legisladores a acordar restricciones, se lanza a comprar de forma preventiva. El dato muestra lo inquebrantable de la cultura de las armas, inmune a las masacres: el país supone menos del 5 por ciento de la población mundial, pero posee casi la mitad de todas las armas privadas.
En el último Black friday (Viernes negro), ese famoso día de descuentos de locura que hacen las tiendas después de Acción de Gracias, se batió el récord histórico de venta de armas en un solo día.
El FBI recibió 203.086 solicitudes de información de antecedentes de estadounidenses que querían hacerse de pistolas y fusiles, según adelantó el diario USA Today.
Dos semanas antes, un hombre llamado Devin Kelley se había presentado en una Iglesia de Sutherland Spring (Texas) y matado a 26 feligreses que asistían en el servicio del domingo.
Segunda enmienda
La adhesión de los estadounidenses al derecho a las armas, consagrado en la segunda enmienda de la Constitución, se ha mantenido en el mismo (alto) nivel durante años, sin altibajos demasiado significativos.
El 30 por ciento de la población adulta es propietaria de alguna pistola o fusil, el 36 por ciento no posee ahora, pero afirma que podría hacerlo en el futuro y tan sólo un 33 por ciento lo descarta, según datos de Pew Research del pasado verano.
Un argumento que suelen esgrimir los activistas, con la Asociación Nacional del Rifle a la cabeza, consiste en que la mayor parte de muertes con armas se producen en sucesos no masivos y que, en esos casos, las armas suelen ser ilegales, con lo que una regulación distinta no cambiaría nada.
Pero el fenómeno de los tiroteos masivos es algo demasiado acentuado en Estados Unidos como para no vincularlo con esa excepcional proliferación de armas en manos civiles.
Adam Lankford, profesor de la Universidad de Alabama, analizó los datos de posesión y de matanzas de una lista de 171 países y se topó con que el 31 por ciento de las masacres de entre 1966 y 2012 se había producido en suelo estadounidense.
“Estados Unidos, Yemen, Suiza, Finlandia y Serbia son los países con más armas per cápita y en el estudio figuran entre los 15 con más tiroteos”, afirma el académico Lankdorf.
En tan sólo mes y medio ya han muerto 1.816 personas por violencia con armas, según la organización Gun Violence Archive.
Y en centros educativos se han producido al menos cuatro tiroteos desde que comenzó 2018, de chicos que toman un fusil y se presentan en el instituto para matar.