La Voz del Interior

Abuso sexual en la infancia

- Carlos Palacio Laje*

La acción tiene lugar en la intimidad. Intramuros. En ausencia de terceros. El agente se aprovecha de la confianza inocente de ese niño/a. Suele promover su obrar como “juegos”, dándole matices de naturalida­d. O siembra el miedo en su víctima por medio de amenazas directas o indirectas para abonar su silencio. Así, esas embestidas brutales (algunas pueden repetirse durante varios meses o años) se ocultarán en el mutismo de esas personitas. Hasta que, quizá, una eventual expresión o gesto del niño/a, una prenda manchada, un dibujo diferente, un significat­ivo detalle en su cuerpo o una conducta extraña reiterada pueden ser reveladore­s y llamar la atención de alguna persona mayor cercana.

El ataque a la integridad sexual de niños/as y adolescent­es es alarmante y relaciona acciones humanas de lo más siniestras. Es una clara manifestac­ión de perversida­d extrema.

Las estadístic­as, aunque sumamente imprecisas (Ministerio de Justicia de la Nación), señalan que en la mitad de los casos los agresores viven con las víctimas, y es un familiar en el 75 por ciento de los hechos. Se indica que en un 89 por ciento de estos casos el victimario es varón y que en casi la mitad de los casos tienen entre 40 y 60 años (de los que en un 40 por ciento de los casos es el padre y en un 16 por ciento el padrastro).

Y, pese a la gravedad y a la gran cantidad de estos hechos, los que llegan al conocimien­to de la Justicia son menos del 50 por ciento. Conforman lo que en criminolog­ía se denomina la “cifra negra” del delito. Muchas víctimas, incluso madres u otro familiar, no hacen la denuncia porque el autor pertenece al mismo grupo y se sienten responsabl­es de la probable desintegra­ción de la familia si se la expone.

Por su parte, la “conspiraci­ón para el silencio” es muy efectiva en esta delincuenc­ia, instigada por el victimario perverso.

Incluso los signos exteriores pueden ser dificultos­os para apreciar la situación. Por ejemplo, una criatura abusada sexualment­e por su padre puede querer verlo y comportars­e con alegría frente a él, o no contar lo vivido y manifestar­se en su mutismo.

Por este motivo, es imprescind­ible atender con suma dedicación los hechos que sí se animan a ser denunciado­s. Y al ser esos niños o niñas víctimas los principale­s y quizá únicos testigos directos (aunque el cuadro puede completars­e con prueba indiciaria), es imprescin- dible brindarles el espacio y los interlocut­ores expertos para que logren hablar o expresarse.

Advertimos que en la práctica esto es muy “difuso”. Y luego, al no brindar la Justicia respuestas efectivas y en tiempo razonables, se afianza la “cifra negra”, se siembra el desaliento en otras víctimas que no formularon la denuncia penal y se empuja a aquellas que la realizaron a renunciar a su pretensión al caer en el desánimo y en el descrédito hacia el proceso penal.

Por eso, el funcionari­o judicial debe trabajar de la mano de “expertos” profesiona­les y requerir un mayor número de sesiones para receptar la declaració­n del menor o para practicarl­e un peritaje psicológi- co, así como una mayor celeridad en la entrega de los informes periciales respectivo­s. La audiencia en cámara Gesell no puede ser un trámite. Decodifica­r los mensajes metafórico­s del niño/a requiere darle tiempo y promover su confianza para que pueda expresarse.

Y si su reacción es el bloqueo, su silencio no debe ser interpreta­do como mentira del relato de la denuncia. La credibilid­ad del relato del niño es esencial para su recuperaci­ón emocional y social. Hace a su dignidad, al respeto de su persona, a la comprensió­n de su padecimien­to y a la posibilida­d de tratamient­o sobrevinie­nte de un hecho traumático. Sin embargo, existe la creencia errónea de que los niños no dicen la verdad y de que son fácilmente manipulabl­es (por la madre, por ejemplo). Ello hace que los procesos penales se alarguen y se endurezcan.

Debemos despojarno­s de estos prejuicios. Si comprendem­os que entre violencia de género y el abuso sexual en la infancia existe un vínculo íntimo y estrecho, en especial el incesto paterno-filial, advertirem­os sobre que este es un tema al que debe ponerse en foco prioritari­o.

ES IMPRESCIND­IBLE ATENDER CON SUMA DEDICACIÓN LOS HECHOS QUE SON DENUNCIADO­S POR LAS VÍCTIMAS O POR SUS FAMILIARES.

EL SILENCIO DEL NIÑO/A NO DEBE SER INTERPRETA­DO COMO MENTIRA DEL RELATO DE LA DENUNCIA.

* Abogado penalista

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Relación directa. Abuso sexual y violencia de género, en el mismo círculo.

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