La Voz del Interior

Boca, River y los árbitros: la grieta en el fútbol argentino

En River y en buena parte de los equipos de la Superliga, se quejan de los últimos fallos arbitrales. Muchos le apuntan a Boca. Esto no hace más que aumentar la distancia entre pares.

- Daniel Guiñazú Especial desde Buenos Aires

Nunca pasó algo así en la historia del fútbol argentino. Que el presidente de la Nación (Mauricio Macri), las dos máximas autoridade­s de la AFA (Claudio Tapia y Daniel Angelici), el titular del tribunal de disciplina (Fernando Mitjans) y el de la nueva Superliga (Marcelo Elizondo) estén vinculados o hayan asumido públicamen­te su condición indisimula­ble de hinchas de Boca Juniors.

“Que Macri haya sido presidente de Boca y Tapia sea hincha de Boca nos hace estar con la guardia alta siempre”, advirtió Marcelo Gallardo, el entrenador de River, durante la pretempora­da en Miami. Y, cada vez que hizo declaracio­nes, el presidente millonario, Rodolfo D’Onofrio, se expresó en el mismo sentido. Como si en verdad creyera que, desde los más altos niveles del Gobierno, hay una campaña orientada a favorecer a Boca y a perjudicar a todos los demás. Dentro y fuera de las canchas.

Si los presidente­s Angelici y D’Onofrio tuvieran una buena relación personal, esa grieta futbolera podría cerrarse con buena voluntad. Como últimament­e lo hicieron en Córdoba Jorge Franceschi, por Belgrano, y Andrés Fassi, por Talleres. Pero nada de eso sucederá: entre los dos dirigentes hay diferencia­s que van mucho más allá de los colores que defienden. Y que dificultan cualquier apuesta a una convivenci­a más o menos armónica entre los dos gigantes del fútbol argentino.

Algo personal

Todo se echó perder en la noche del 14 de mayo de 2015, cuando, luego de que los jugadores de River fueron agredidos con gas pimienta antes del segundo tiempo del partido con Boca por los octavos de final de la Copa Libertador­es de ese año, D’Onofrio entró por las suyas al campo de juego de la Bombonera, apoyó a sus futbolista­s que estaban en problemas y, de paso, increpó a Rodolfo Arruabarre­na, por entonces entrenador boquense.

Angelici tomó ese gesto de D’Onofrio como una ofensa personal. Mucho más cuando el presidente de River se movió rápido y consiguió que la Conmebol dio el partido por terminado y oficializó la clasificac­ión millonaria a los cuartos de final y, en paralelo, la eliminació­n boquense. Desde ese momento, Angelici juró desquite. Y decidió llevar la eterna rivalidad futbolísti­ca a todos los terrenos, incluyendo el político.

A la hora de elegir la sucesión de Julio Grondona en la AFA, Angelici y D’Onofrio volvieron a pararse en veredas opuestas. En la triste noche del 38 a 38, el presidente de Boca jugó al lado de Claudio “Chiqui” Tapia, en tanto que River respaldó la candidatur­a de Marcelo Tinelli.

Luego, mientras Angelici volvió a aliarse con Tapia para alcanzar la vicepresid­encia de la AFA, D’Onofrio se manifestó prescinden­te. Tanto que River es el único equipo grande que no está representa­do en la nueva conducción de la entidad de la calle Viamonte, si bien Jorge Brito, vice primero de los millonario­s, ocupa el mismo cargo en la Superliga.

La topada que se viene

Lejos de disipar la atmósfera

EL PODER DEL FÚTBOL ESTÁ MANEJADO CASI EN SU TOTALIDAD POR BOCA. LOS ÁRBITROS PUEDEN DIRIGIR CONDICIONA­DOS.

Marcelo Tinelli, exvice del Ciclón

pesada, la final de la Supercopa Argentina que Boca y River jugarán el próximo 14 de marzo en Mendoza multiplica al infinito las desconfian­zas y las suspicacia­s entre los dos dirigentes. Angelici había pedido para mañana una reunión conjunta con “Chiqui” Tapia y con el titular de la Escuela de Árbitros, Horacio Elizondo, para designar el árbitro del trascenden­tal partido y definir si se utilizaría o no el sistema VAR (video para ayudar a los árbitros con jugadas polémicas).

D’Onofrio, en principio, no quería concurrir, en protesta por los malos arbitrajes. Pero después resolvió hacerlo, aunque solicitó trasladar el encuentro a los primeros días de marzo por razones de agenda.

Ya adelantó que no le merece confianza ninguno de los tres árbitros (Néstor Pitana, Patricio Loustau y Fernando Rapallini) que se mencionan para la final. Y que, después de lo que pasó en la semifinal de la Copa Libertador­es del año pasado ante Lanús, no quiere que le hablen del VAR.

Tampoco ayudan demasiado a enfriar el clima recalentad­o quienes, por sus altas responsabi­lidades, deberían mantener su imparciali­dad. Horas después del polémico arbitraje de Silvio Trucco en el clásico San Lorenzo-Boca y de los insultos al presidente Macri por parte de la hinchada azulgrana,

QUE MACRI HAYA SIDO PRESIDENTE DE BOCA Y TAPIA SEA HINCHA DE BOCA NOS HACE ESTAR CON LA GUARDIA ALTA SIEMPRE.

Marcelo Gallardo, DT de River

YO NO ME JUNTO EN LA QUINTA DE MACRI A VER A QUÉ ÁRBITRO PODEMOS PONER O SACAR.

Horacio Elizondo, director nacional de arbitraje

Claudio “Chiqui” Tapia participó de los festejos del cumpleaños de Carlos Tevez.

Y el lunes pasado, horas después de haber sido insultado otra vez por buena parte de la hinchada riverplate­nse, exaltada por los errores de Jorge Baliño en el partido entre River y Godoy Cruz de Mendoza, Macri almorzó en plena Casa Rosada con el entrenador boquense, Guillermo Barros Schelotto, de quien se proclama amigo y a quien acostumbra a asesorar en cuestiones financiera­s.

En vida de Julio Grondona, el coro de los reproches tribuneros iba dirigido exclusivam­ente hacia su persona. Pero, durante su largo mandato de tres décadas y media al frente de la AFA, “Don Julio” trató de mostrarse neutral. Dejó de ir a las canchas y manejó la política tratando de compensar el peso inmenso de Boca y de River con el respaldo de los clubes más chicos de Primera División, con el ascenso y con las ligas del interior.

Una mano azul y oro

Ahora no sucede lo mismo. El ambiente del fútbol intuye (desde luego sin ninguna prueba) que hay una mano azul y amarilla que, sin disimulos, trata de favorecer a Boca. Y que esa mano es manejada desde la Casa Rosada por Mauricio Macri, más en su condición de expresiden­te de Boca que de presidente de la Nación.

Para los funcionari­os políticos y los asesores en comunicaci­ón que lo rodean, no es una buena noticia que, cada vez que un árbitro se equivoque, el primer mandatario empiece a ser insultado todos los fines de semana en las canchas, la gran caja de resonancia de los estados de ánimo de los argentinos. Pero es el precio que Macri paga por su decisión de involucrar­se directamen­te en los asuntos del fútbol.

En el futuro, la situación podría empeorar. Sobre todo si se lleva al límite el enfrentami­ento con Hugo Moyano, presidente de Independie­nte, vicepresid­ente segundo de la AFA y secretario general del gremio de los camioneros. De eso Macri también habló en su última reunión con “Chiqui” Tapia en la residencia de Olivos.

La decisión es plantearle batalla a Moyano en todos los frentes, inclusive en el fútbol, aunque implique romper la alianza que hoy maneja la AFA con Tapia, Angelici y Moyano a la cabeza. Nadie pretende un escenario de caos en la previa del Mundial de Rusia. Pero nadie tampoco lo descarta en medio de tanto ruido que aturde alrededor de la pelota.

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Adelantado. Esta jugada derivó en el gol de Godoy Cruz ante River.

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