La Voz del Interior

Un estremeced­or relato de violacione­s, que salió a luz después de 40 años

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“Para ellos era una diversión; se reían…uno tenía siempre olor a alcohol”. La voz templada de María del Carmen Claro flotaba en la sala, como si la tremenda violencia que desgarraba su recuerdo fuera el eco de un dolor lejano, una herida de otro tiempo. Pero acaso sólo era el último arresto de la vieja fuerza del silencio que acorraló durante décadas su relato.

Es que ella, víctima-testigo, estaba contando por primera vez que había sido violada por tres hombres, y no en una sola ocasión sino en varias. Había sucedido en el otoño de 1975, en las sórdidas dependenci­as del Departamen­to de Informacio­nes de la Policía de la Provincia, la tenebrosa D2, que funcionaba en el Cabildo, en pleno centro de la ciudad de Córdoba

“¡Levantate, puta!”. El 31 de marzo al mediodía un grupo sin uniforme había entrado a la habitación que ocupaba en una pensión. Ella aún dormía: estudiaba Arquitectu­ra durante el día y en las madrugadas era moza en el bowling Aeropuerto. Además, militaba en el Partido Revolucion­ario de los Trabajador­es.

La primera violación sucedió en su segunda noche en la D2. Luego, el tremendo abuso se repitió noche de por medio, en apariencia cuando volvían a encontrars­e los mismos hombres de guardia. Ella nunca los vio, pero recuerda que las risas eran las mismas, como el mismo olor a alcohol.

Su testimonio llegó al final de la audiencia de ayer en el juicio por las causas Vergéz y González Navarro. Los tres primeros (Alen Prieto, Juan Carlos Fernández y Carlota Sombory) habían llegado a través de videoconfe­rencias con Uruguay, Dinamarca y Jujuy.

Su relato había inquietado y Julián Falcucci, presidente del Tribunal, quiso saber cuántas violacione­s había sufrido en unos pocos días. Ella precisó: “Cuatro”.

Antes, Jaime Díaz Gavier, juez vocal, había preguntado si sabía de otras prisionera­s que hubieran sido violadas también. Y la respuesta de María del Carmen apunto al corazón del silencio de tantos años: “¿Sabe qué pasa con las violacione­s? A las mujeres nos costaba mucho hablar del tema”.

“A mí me llevó mucho tiempo”, señaló, dando a entender que los años de callar habían llegado a su fin en ese momento. “Le debe haber hecho bien haberlo relatado ahora”, le dijo Díaz Gavier.

Pero ella no sólo padeció violacione­s nocturnas, sino también largas sesiones de tortura diurna. Una de los métodos más repetidos era el “submarino”: se sumerge en agua la cabeza de la víctima cubierta por una bolsa de nailon.

Las consecuenc­ias no se borraron sencillame­nte. “Mi deporte de chica era la natación. Cuando salí de las cárceles, me paré delante de una pileta y no me pude tirar: miraba el agua y sentía asfixia”.

Después de la D2, fue a parar a la cárcel del Buen Pastor, donde fue una de las 26 presas que se fugó el 24 de mayo de 1975. Dos años después, y ya madre de una niña, fue apresada en Buenos Aires.

El final de su testimonio lo destinó a plantear la pregunta sin respuesta que la consume a ella y a su hija desde hace cuatro décadas: ¿Dónde está Armando Imas, su compañero y padre de su hija, desapareci­do en mayo de 1977?

Antes de levantarse de la silla, una breve estela de silencio coronó su relato. Luego, la abrigaron los brazos y las emociones de aquellos que la habían ayudado a soltar, por primera vez, el viejo espanto de su memoria.

PARA ELLOS

ERA UNA DIVERSIÓN; SE REÍAN... UNO TENÍA SIEMPRE OLOR AALCOHOL.

¿SABE QUÉ PASA CON LAS VIOLACIONE­S? A LAS MUJERES NOS COSTABA MUCHO HABLAR DEL TEMA. María del Carmen Claro

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