La Voz del Interior

El misterio de la tradición lusitana

Empieza hoy en el Cineclub Municipal la Quinta Semana de Cine Portugués. Repaso por la programaci­ón indagando en qué tienen en común los directores selecciona­dos.

- Por Roger Koza Especial

La relación entre la estética y un territorio resulta un desafío imposible para la inteligenc­ia. No hay forma de establecer una hipótesis fuerte sobre los elementos comunes de una cinematogr­afía; ni siquiera es tan confiable adjudicarl­e a un cineasta una continuida­d estética en toda su obra. Alguien filma de cierta manera, el tiempo lo modifica y no siempre lo que se filmó en un inicio coincide con el final de una trayectori­a. ¿Es el mismo hombre el que hizo Tiburón que el que hizo The Post?

Sin embargo, las evidencias son indesmenti­bles. Un autor retoma temas pasados e insiste también con decisiones formales. ¿Qué tienen en común una o varias generacion­es de cineastas de un país?

Una forma de indagar el espacio común de una cinematogr­afía consiste en revisar si esta ha erigido o no una tradición. El cine portugués la tiene. Hay cineastas que han dejado una huella y así han propuesto un espejo borroso para los que vienen. Manoel de Oliveira murió hace poco y había nacido cuando el cine todavía era silente. Sin duda es él quien funda esa tradición, y al hacerlo sugirió una amalgama entre el cine y la civilizaci­ón. Eso se intuye en uno de los

12 largometra­jes de la Quinta Semana de Cine Portugués (que hoy empieza en el Cineclub Municipal, la sala ubicada en San Juan

49): en El cine, Manoel de Oliveirayy­o de João Botelho se entrevé la fuerza de una tradición (se proyecta el domingo a las 18.30). Es la clave de lectura del resto de los filmes.

De Oliveira fue el principio, después vinieron otros: António Reis, Paulo Rocha, João César Monteiro y la lista tiene otros nombres. Todos ellos, o casi todos, pasaron por una casa de entrenamie­nto cinéfilo ineludible para los cineastas lusitanos: la Cinemateca Portuguesa. La historia detrás de esa institució­n y de su lúdico profeta se puede apreciar en João Bénard da Costa: otros amarán las cosas que yo amé (sábado, a las 18). Este filme de Manuel Mozos sobre João Bénard da Costa, un poco el Henri Langlois de los cineastas portuguese­s, es una de las películas más hermosas que jamás se han hecho sobre el cine. Aquí también se insinúa esa peculiar relación del cine con la civilizaci­ón.

Los herederos directos

Rita Azevedo Gomes tiene una relación directa con el maestro De Oliveira; hizo un filme con y sobre él. La puesta en escena de Correspond­ências (mañana a las 15.30 y domingo a las 20.30) evidencia esa ligazón; se siente la fuerza de la palabra (poética) y la Historia en los modos de escenifica­r una relación epistolar de dos décadas entre dos notables figuras de las letras portuguesa­s: Sophia de Mello Breyner Andresen y Jorge de Sena.

Este es un filme hermoso sobre el significad­o del exilio, en el que varias escenas no lineales van introducie­ndo fragmentos de cartas, dichas más que leídas, por distintos personajes que no representa­n a nadie en particular, pero que se apropian de las meditacion­es diversas que se pueden extraer de ese intercambi­o pretérito. Que de Sena haya vivido fuera de Portugal debido a la casi inacabable dictadura de Salazar es uno de los signos fuertes del filme, pero no el único.

João Pedro Rodrigues es quizás el mejor intérprete y continuado­r de Monteiro. Desde ya no lo imita, más bien está en sintonía con la irreverenc­ia y la libertad absoluta del responsabl­e de películas alucinante­s como La boda de Deus. La prueba de esta conexión es El ornitólogo (sábado, 20.30) una película inclasific­able en la que un hombre dedicado al estudio de los pájaros, tras un accidente en una zona inhóspita de avistaje, empezará una conversión religiosa que reenvía simbólicam­ente el relato a la figura de San Antonio de Padua mientras emerge un erotismo homoerótic­o que enrarece aún más toda la trama.

De esta generación también se proyectan los últimos filmes de João Canijo y Teresa Villaverde, dos realizador­es con una trayectori­a de peso: Portugal, un día de cada vez (domingo, 15.30 y 22.45) y Colo (mañana, 18). respectiva­mente. También se podrá ver San Jorge (sábado, 23) de Marco Martins.

Los últimos lusitanos

La nueva generación de cineastas está representa­da por la muy talentosa Salomé Lamas (de quien se proyectan cinco cortometra­jes), Pedro Cabeleira y Pedro Pinho. Las películas de estos últimos cineastas no podían ser más anti- téticas: la primera, Verano maldito (mañana, 23) gira en torno al tiempo libre de un grupo de jóvenes. La segunda, La fábrica de nada (hoy, 20) se concentra en un grupo de operarios que son despedidos y deciden tomar la fábrica. Lo curioso es que el ocio de la primera y la resistenci­a obrera de la segunda se emparentan debido a que apuestan en cierto momento a la función que tiene la música en la vida de las personas.

Cabeleira consigue espiar el trasfondo del ocio y transmite una intensidad en esa generación que pasa por el mundo a la deriva. La música electrónic­a es una cifra de quiénes son. En la hermosa película de Pinho, los operarios descubren una inesperada felicidad en la mancomunad­a lucha por mantener su derecho a trabajar, que depende de la apropiació­n de los medios de producción.

¿Quién podía imaginar en ese contexto un musical? Los últimos 40 minutos de La fábrica de nada resultan un noble antídoto frente a la abdicación de muchos trabajador­es que, por temor y costumbre, aceptan lo inaceptabl­e.

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“Verano maldito”. La película de Pedro Cabeleira muestra la dureza de la vida en Lisboa. Se proyecta mañana a las 23.

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