La Voz del Interior

La magia del encuentro decisivo

En la calle, Diego Villarruel invita a desconocid­os a hacerles un retrato, en un proceso que comenzó a experiment­ar en 2012. Esas imágenes componen la muestra “La obturación de la sorpresa”, que exhibe en el museo Dionisi de plaza España, zona donde toma

- Verónica Molas Especial

Cinco años atrás, Diego Villarruel comenzó a hacer retratos fotográfic­os en la calle a partir de una premisa: “Generar un instante de confianza entre dos extraños”. Aquel desafío tuvo finalmente un final feliz. Un conjunto de imágenes de una serie mucho más grande –que aún continua realizando– se exhibe hoy en el Museo Provincial de Fotografía Palacio Dionisi (Yrigoyen 622), en la muestra titulada “La obturación de la sorpresa”.

La exhibición inauguró una nueva sala de este espacio, “Geografías Latentes”, dedicada a las obras en proceso de artistas locales. “El puntapié fue y es que alguien, cualquier persona, me genere el impulso de retratarlo y me lo permita”, dice el artista.

El primer paso

Todo partió de la necesidad de ponerse a prueba, “resolver y superar la tensión de retratar a desconocid­os en la calle de una manera franca, directa y sin vueltas”. La cuestión fue esperar el momento oportuno: “Pararme en frente y dominar la situación”. Así, fue percibiend­o algunas cosas “como la sorpresa, el no saber qué hacer, la desconfian­za en algunos casos y la negativa (pocas veces) o al contrario, la aceptación del momento, la confianza en el fotógrafo”. “Supongo que luego de un prejuicio sobre los pocos elementos a la vista (mi aspecto, mi actitud, un saludo, etcétera), confiar en mi buena voluntad y la decisión final de aceptar hacer no más de tres fotos”.

“Miro a los ojos”

“Cuando hablo del instante de confianza, es lo que siento que pasa, porque no conozco a las personas y muchas veces es un cruce de unos segundos”, revela el artista. Entonces, “pasada la obturación de la sorpresa” (frase que Diego toma del libro La potra ,enla que Juan Filloy “resuelve con una maravillos­a síntesis un encuentro fugaz”), siente que finalmente se entregan.

Hay un componente extra, agrega Villarruel: “Hago las fotos con una cámara compacta, no réflex, que tiene la pantalla móvil o flexible, es decir que la puedo sacar de su posición normal, como si fuera una 6x6 analógica y los miro a los ojos, sin cámara de por medio, luego miro la pantalla, hago algún ajuste, los vuelvo a mirar a los ojos. Quizá les pido algún movimiento o les doy una indicación y finalmente hago la foto”. Vale la aclaración porque no es la típica situación en la que el fotógrafo se lleva la cámara a la vista y la persona cambia de actitud o deja de hacer lo que está haciendo.

Las fotos del Dionisi, explica, fueron realizadas en la zona de plaza España, haciendo triangular el propio museo, la casa del fotógrafo y del propio Juan Filloy que también vivió cerca. Las primeras son de 2012 y las últimas de 2016. Algo que empezó como un ejercicio, fue encontrand­o su forma. “Fui vien- do cómo asumía el prejuicio cada uno, la sorpresa de ser abordado por alguien que te quiere hacer una foto, la actitud, la confianza, la aceptación o la negación”. Diego descubrió que podía manejar la situación, y que, en general, la gente le demostraba confianza.

Además, su mayor descubrimi­ento fue que desde la primera foto todas fueron saliendo con el mismo tono: “Actitud serena, brazos bajos que lo traduzco en guardia baja, mirada a la cámara, cada uno con su aplomo, seguros de sí mismos, y eso fue lo que me llevó a seguir fotografia­ndo. El trabajo incluye personas mayores, oficios, gente varia, estudiante­s”.

Para Diego, esta búsqueda estética tenía sus reglas: “Las personas tienen un componente particular en su fisonomía o ropa (realzados en el retrato); hago notar la individual­idad de cada uno; uso una luz natural indirecta, sólo la luz disponible sin ningún artefacto extra; los fondos por lo general son neutros o armónicos con la paleta de colores; uso el plano general, cuerpo entero; y el punto de cámara es a la altura de mi cintura”. El autor de la conocida serie Carros de Troya sigue actualment­e con las fotos que le generan adrenalina. El proyecto va decantando, ocupando su lugar merecido: “También me he tomado todo el tiempo para volver a ver los retratos después de años y ver qué me pasa, si los sigo viendo atractivos y auténticos y sobre todo si me siguen pareciendo interesant­es”.

¿La muestra del Dionisi cerró un círculo, una historia? Todo lo contrario, afirma Diego. “Creo y espero que abra más puertas”, revela. Esta exposición es sólo un avance, y le gustaría volver más adelante al mismo museo. “Seleccioné algo acorde y me permití acompañarl­o con el relato de Filloy por haber vivido el escritor en el mismo barrio y haber descripto de una manera tan fotográfic­a un encuentro como los míos”.

Diego toma para su arte los principios del Wabi Sabi: “Nada es perfecto, nada está terminado, nada es para siempre”.

FUI VIENDO CÓMO ASUMÍA EL PREJUICIO CADA UNO, LA SORPRESA DE SER ABORDADO POR ALGUIEN QUE TE QUIERE HACER UNA FOTO, LA ACTITUD, LA CONFIANZA, LA ACEPTACIÓN O LA NEGACIÓN.

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Así, al natural. El fotógrafo Diego Villarruel realiza retratos de gente que circula por las inmediacio­nes de plaza España, sin mayor producción que la presencia del personaje en la escena.
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