Penales para premiar, castigar y definir
Benditos o malditos. Los penales de definición sólo aceptan esos dos calificativos de acuerdo del lado en que decante la victoria. El miércoles, Gremio creyó ver un guiño divino en su coronación como campeón de la Recopa Sudamericana, para fastidio de un Independiente que, a la hora del lamento, seguramente no recordaba que tres de sus 17 títulos internacionales los festejó por esa vía: Interamericana 1974 vs. Municipal de Guatemala, Interamericana 1976 vs. Atlético Español (hoy Necaxa de México) y Sudamericana 2010 vs. Goias de Brasil.
La efectividad de los ejecutantes es decisiva e inapelable. Muestra de cierta manera algún grado de destreza, pero también puede cristalizar auténticas injusticias. Sus conversiones pueden premiar un plan mezquino y castigar en exceso la falta de definición de otro ofensivo. O bien, como sucedió en Porto Alegre, desequilibrar una serie equilibrada.
La discusión puede ser eterna. ¿Es justo definir un ganador a través de disparos desde los 12 pasos? Y otro interrogante más: ¿es lotería u oficio?
El penal es, para quienes defienden su instrumentación para resolver partidos empatados, una situación de juego, y como tal legitima “futbolísticamente” su resultado. Quienes abogan por otro tipo de definición, chocan ante la imposibilidad de tiempos suplementarios interminables o de reprogramaciones de calendario sobre la marcha.
Algo es innegable: ya se probó de todo. Hasta mediados de los ’60, sólo los torneos amistosos admitían una definición por penales, aunque de una manera muy diferente a la actual. Se elegía un ejecutante por equipo que remataba los cinco seguidos y a continuación lo hacía el rival.
En los inicios de los ’70, con programaciones más acotadas, se estableció en algunos torneos que, en caso de empate en un juego decisivo, el ganador sería quien tuviera más córners ejecutados. Así fue como una selección juvenil argentina en la que jugó Mario Kempes, en 1973, perdió la final del torneo de Cannes (Francia), ante un Brasil que celebraba cada tiro de esquina como un gol.
Fue justamente después de ese torneo, cuando la discusión se reabrió. Hubo propuestas de contabilizar tiros al arco, pero fracasó porque también dejaba margen para la especulación: un equipo defensivo podía resultar ganador disparando intrascendentes tiros desde 40 o 50 metros.
Desde entonces, cada tanto surge alguna iniciativa tendiente a robarle o al menos reducirle el protagonismo a los “malditos/benditos” penales. El “gol de oro” y la regla de otorgarle valor doble a los goles conseguidos como visitante son algunas de las propuestas que salieron a la cancha. Pero el penal nunca dejó de reinar. La atrapante emoción de su definición y la falta de alternativas viables puede más que cualquier objeción.
DESEMPATAR UN COTEJO IGUALADO CON REMATES DESDE LOS 12 PASOS, SUELE GENERAR HÉROES Y VILLANOS.