La Voz del Interior

La quebrada escondida

Poco accesible y por ende muy preservada, la Quebrada del Yatán es uno de los sitios más bellos de las Sierras Grandes.

- Carina Mongi Correspons­alía

Un prolongado vuelo en círculo de cinco cóndores, que permitían disfrutar ese planeo perfecto a escasos metros de ellos, se convirtió en el epílogo casi guionado de la travesía a la Quebrada del Yatán. Se trata de uno de los espacios naturales más impactante­s de Córdoba por su belleza agreste. Pero también, de los menos conocidos y explotados, por lo complejo que resulta llegar.

Recorrer los escarpados 13 kilómetros sin caminos que lo separan de La Cumbrecita, a pie o a caballo, vale la pena. Los dolores musculares se mitigan con la belleza que dispara cada escena. En vehículo, olvídese: a ese rincón no se llega de ese modo.

Elevada a unos 1.830 metros, la quebrada se extiende a lo largo de dos laderas casi verticales. Una, que recibe más humedad, está sembrada de tabaquillo­s, ese vistoso árbol autóctono que es una reliquia de la zona serrana alta.

La Quebrada del Yatán parece una hermana, casi melliza, de su vecina Quebrada del Condorito, más conocida por ser el único parque nacional en Córdoba. Está unos kilómetros más al sur pero se emparentan en paisaje, en fauna y en flora. Se encuentran ambas dentro de la reserva natural Pampa de Achala, una planicie de altura que actúa como reservorio de agua de todo el territorio cordobés.

Entre medio de los macizos corre el río Yatán, formado de la unión de los ríos Paso de Garay y Atalaya. En un extremo de la quebrada parecen diseñadas para la postal tres cascadas encadenada­s, que añaden una pincelada más, por si hiciera falta.

El Yatán termina uniéndose con el río Corralejos para formar Los Espinillos, y desembocar en Los Molinos. Ese lago se puede observar en toda su dimensión desde la altura sobre la que se camina para llegar a la quebrada. lace. En el trayecto se sube unos

700 metros, partiendo desde los

1.400 de La Cumbrecita. Comienza en un tramo ascendente y pedregoso, hasta entrar en el extremo sur de la Pampa de Achala. Se intercalan algunos tramos llanos con pajonales y otros de laderas abruptas y forestacio­nes con caminitos plagados de zarzamoras. Se cruzan arroyos y ríos. Los matices son nutridos y diversos. Las vistas panorámica­s obligan a detenerse varias veces.

Roberto Molina (36), guía y lugareño, brinda los detalles que no se leen en los libros de geografía ni aparecen en internet. “Es uno de los lugares menos conocidos de Córdoba y de los menos explotados, por la distancia y porque no hay paraje ni refugio en su camino, lo que lo hace más salvaje”, apunta.

Medio centenar de familias habitaban los puestos de las inmediacio­nes, que en su mayoría están desde hace años abandonado­s. Sólo quedan algunos, dispersos. En los corrales hechos de pircas, piedra sobre piedra, sólo habita el recuerdo de las majadas que criaban las familias serranas.

Eran otras épocas. Donde había pavas calentando al fuego, hoy sólo se ven taperas derruidas y siempre un bosquecito alrededor, poblado con al menos un sauce mimbre, “árbol que permite sombra en verano y leña en invierno”, comenta Juan Manuel Busaniche, coordinado­r de Turismo Alternativ­o en La Cumbrecita.

Hora y media antes de llegar a la quebrada, Ramón Giménez (62) aparece con su camisa desprendid­a y un caballo a tiro.

Es yerno de Justiniano Rosales, el ya falleci- do dueño del puesto cercano a Paso de Garay. También está deshabitad­o, como tantos otros. Ramón expone una historia repetida en las sierras altas: “Los más viejos fueron falleciend­o y los más jóvenes se empezaron a ir, somos pocos los que quedamos. Se va perdiendo la tradición porque a los jóvenes no les interesa mucho quedarse”, opina.

Ramón ya no habita ese sitio, pero da unas vueltas para cuidar el puesto, de varias construcci­ones cerradas con candados.

Refugio del cóndor

Águilas moras, jotes, loicas y yales plomizos integran el nutrido catálogo de aves que enriquece la zona y que uno cruza a lo largo del camino. Pero el plato fuerte es el avistaje de cóndores: en lo más alto de la quebrada es un espectácul­o casi asegurado e increíblem­ente a mano.

Con sus alas abiertas, algunos ejemplares llegan a los tres metros. En peligro de extinción en algunas regiones, parecen estar muy a gusto anidando en los acantilado­s de la Quebrada del Yatán.

La “otra”

Las comparacio­nes son inevitable­s: Yatán es una quebrada muy similar a la del Condorito, único parque nacional de Córdoba.

Condorito tiene un ingreso accesible, desde la ruta de Altas Cumbres, y hasta una parada de colectivos frente a su acceso. Posee intervenci­ones en su interior y algunos servicios para visitantes, además de guardaparq­ues.

Yatán es mucho más agreste, menos accesible, poco conocida y apenas protegida. Para llegar hay que disponer de –al menos– dos días y del esfuerzo físico que implica caminar o montar a caballo cerca de 30 kilómetros entre ida y vuelta, en un trayecto sin puestos ni refugios habitados de forma permanente. Pero vale la pena.

En podés disfrutar un hermoso video realizado en la quebrada.

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(LA VOZ) Cara a cara. Los cóndores se pasean altivos por Yatán.
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El periplo hasta llegar es tan imponente como el desenLaVoz.com.ar
Pareymire El periplo hasta llegar es tan imponente como el desenLaVoz.com.ar
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(LA VOZ) Imponente. Así, sencillame­nte, es la vista de la Quebrada del Yatán.

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