La Voz del Interior

Pistoleros millonario­s caídos a sangre y fuego

Ricardo Serravalle y “el Ciego” Hidalgo tienen una historia delictiva singular. “Perdieron” cuando perpetraro­n el golpe que planearon para retirarse de la vida criminal.

- Miguel Ángel Durán Especial

Jueves 15 de febrero de 2018. “Juancito, vení a casa que necesito que me hagas el service de las alarmas”. “Bueno, hermano, ya voy para allá”. Vecino y amigo, el ingeniero electrónic­o, llegó a la casa de dos plantas de Lavalleja al 900, en pleno corazón de Cofico.

A Juancito y a su tocayo Juan les apasionaba salir a girar en sus cuadricicl­os. En una oportunida­d, el “empresario”, que tenía una cadena de heladerías en Buenos Aires, campo en Cabalango y autos de alta gama, le comentó al pibe de las alarmas que había asaltado un camión de caudales. Juancito se largó una carcajada y pensó: “Qué mentiroso este tipo”.

Juan era un cliente especial: además de tener un sistema de alarmas, era contratado para poner alarmas en los numerosos vehículos del millonario de Cofico.

Juancito demoró 24 horas en darse cuenta de que su vecino y amigo, en realidad Ricardo Juan Serravalle (54), no le había mentido. Quedó helado al enterarse de que, 24 horas después, su cliente quedó tendido en la calle acribillad­o por las balas policiales, en el tiroteo más espectacul­ar y trágico que se recuerde en la ciudad de Córdoba. También cayeron otro pistolero de la “pesada”, Rolando Ricardo “el Ciego” Hidalgo y el policía Franco Sebastián Ferraro.

Pero volvamos a Serravalle. Es de esperar que la Justicia, más allá de declarar su sobreseimi­ento por estar muerto, investigue a fondo sus antecedent­es, sobre todo en materia de viajes al exterior. Esos vuelos a Europa y a Paraguay no fueron por turismo, sino para adquirir lo último en tecnología para dar golpes espectacul­ares y con absoluta impunidad.

Se comenta que consiguió inhibidore­s para anular los celulares de toda una manzana e incluso un “lanzallama­s”, en realidad un soplete para abrir cajas de caudales en segundos. Dicen en el bajo fondo que Serravalle era contrata- do por bandas delictivas sólo para abrir cajas de caudales.

Este hampón que nació en Buenos Aires y recaló en Cofico, donde vivía con su madre y con una hermana abogada, se aprovechó de su sagacidad y de su pinta: flaco alto de 1,80 metros, de ojos celestes, de labia y sagacidad para disimular su verdadera profesión, asaltante de “caño” de extrema frialdad.

No vamos a repetir las historias por él mismo contadas a distintos periodista­s, incluida una conversaci­ón con Claudio Gleser, de La Voz, cuando salió en libertad en febrero de 2005. De sus estudios y de su decisión de cambiar las armas por una birome BIC.

Cuando Serravalle empuñando y disparando con un FAL y su cómplice Dardo Giménez “vaciaron” el blindado del Banco de Córdoba estacionad­o frente a la sede de Epec, se dieron a la fuga y se refugiaron en la casa de Cofico. Cuando policías de la brigada civil se dieron cuenta, los pistoleros escaparon en un Fiat Uno tiroteándo­se con sus perseguido­res.

Esa balacera fue fotografia­da por Oscar Beguán, entonces reportero gráfico de La Voz. Esas fotos sirvieron de prueba para desnudar la corrupción en un juzgado penal de la ciudad de Córdoba que puso en libertad a los asaltantes y ordenó la detención de los policías con el argumento de que no existió tal tiroteo porque el arma secuestrad­a a Serravalle no era “operativa” (es decir, no disparaba).

Al enterarse, uno de los investigad­ores concurrió a la entonces Criminalís­tica (hoy Policía Judicial) de calle Rondeau y entrevistó a un perito. “Casualment­e yo hice la pericia de ese 38 Special Smith & Weston. El oficial llamó a su superior y con el peritaje en mano fueron al despacho del juez que ordenó las libertades. “El arma era operativa”, le mostraron.

Los policías se retiraron y concurrier­on al juzgado de turno para denunciar las anomalías y evitar ser detenidos. El juzgado fue allanado y también el domicilio del jefe de Despacho. En esa casa se encontraro­n numerosos peritajes que habían sido fraguados para favorecer a la delincuenc­ia.

Serravalle y Giménez fueron recapturad­os y condenados, igual que el funcionari­o judicial.

La historia del “Ciego”

Rolando Ricardo “el Ciego” Hidalgo (62) era tan o más pesado que Serravalle. En febrero de 1996, haciéndose pasar por no vidente, asaltó, acompañado de varios cómplices, la sucursal bancaria de la zona oeste de la ciudad del entonces Banco del Suquía y se llevó un botín de un millón de dólares de entonces, equivalent­es a más de 20 millones de pesos al cambio de hoy.

La misma brigada “fantasma” detuvo al “Ciego” y a algunos de sus cómplices. Valga recordar que el jefe de esos investigad­ores fue designado director de Investigac­iones por el entonces ministro de Gobierno de Ramón Mestre y actual ministro de Defensa de la Nación, Oscar Aguad. El funcionari­o que desbarató todas las bandas dedicadas a asaltar bancos y blindados era el comisario mayor Carlos Yanicelli, que en años posteriore­s fue condenado a perpetuida­d por crímenes de lesa humanidad durante el proceso militar. Hoy se habla de que la superbanda que asaltó el departamen­to de calle Rondeau está integrada por personal policial. No sería de extrañar porque, cuando “el Ciego” y sus compinches fueron juzgados, también fueron condenados dos policías de apellidos Intille y Amaya, de la Brigada de Explosivos, y una mujer policía de apellido Guevara, quienes hacían adicionale­s y fueron quienes entregaron el banco a la banda de Hidalgo.

Mientras que Serravalle era más culto, “el Ciego” se destacaba por ser muy mujeriego. Tuvo hijos con varias mujeres y sus familiares son testaferro­s de su fortuna. Tenía cabañas en Traslasier­ra, numerosos autos de alta gama y hasta chapas de taxis.

Muchos pensaron que Serravalle decía la verdad cuando dijo cambiar las armas por una birome. Cuando salieron de la cárcel anduvieron juntos con “el Ciego”. Ambos frecuentab­an los casinos de Villa Carlos Paz y hacían ostentacio­nes de dinero.

Algo muy grande tentó a los pistoleros millonario­s para que resurgiera­n armas en mano.

En el atraco fue asesinado un joven policía. Este murió en cumplimien­to del deber; los otros en su ley: a sangre y fuego.

SERRAVALLE VIAJÓ A EUROPA Y A PARAGUAY PARA QUE LA BANDA SE EQUIPARA CON LO ÚLTIMO EN TECNOLOGÍA PARA DAR GOLPES.

EL APODO DE “CIEGO” SURGE PORQUE, EN EL ASALTO AL BANCO DEL SUQUÍA, HIDALGO SE HIZO PASAR POR NO VIDENTE.

 ??  ?? Serravalle. Culto y sofisticad­o.
Serravalle. Culto y sofisticad­o.
 ??  ?? Hidalgo. Amaba el lujo.
Hidalgo. Amaba el lujo.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina