La Voz del Interior

San Martín y la creación de la historia

- Alejandro Mareco Albures argentinos

Son los hombres los que hacen la historia o es la historia la que hace a los hombres? La vieja pregunta intenta desentraña­r un orden de causa y efecto en una cuestión que, de todos modos, es inmanente: la historia es sólo un asunto humano.

Nuestra especie es la única que ha concebido el tiempo lineal como un escenario donde dejar constancia de sus pasos por la cultura, la política, las ideas, la ciencia, el arte, la tecnología.

Son los pueblos los que van dibujando los grandes trazos: romanos, griegos, vikingos, bárbaros, americanos (nosotros, sí)... Los nombres propios, las gestas individual­es son mojones, símbolos que sustentan esos pasos. Y van mucho más allá de la pequeña veleidad de pretender una porción de eternidad histórica por alcanzar a dejar escrito el nombre propio en una placa o en un manual.

La mirada frente a los hechos y a los protagonis­tas de la historia, lejos de ser una mirada perdida hacia las brumas del pasado, siembre va en busca de signos de luz.

Hoy se cumplen 240 años del nacimiento de José de San Martín, inmenso héroe del tiempo fundaciona­l americano y, por defecto, argentino.

“Para él no había más partido que el ‘americano’ ni más objetivo que la unificació­n nacional de Sudamérica independie­nte. Todo lo demás era accesorio y secundario”, afirma A. J. Pérez Amuchásteg­ui, en Ideología y acción de San Martín.

Es nuestro máximo héroe como resultado de una convención, inevitable en los asuntos de la historia: en el espejo de su tarea y de su ideario todos intentan reflejarse, aunque sea selecciona­ndo partes.

Es inherente a nuestra condición de seres políticos: la lectura del ayer nos da un lugar bajo el sol del presente, y una guía para el porvenir. Por eso, la historia es un gran botín por el que se consumen, de generación en generación, tantas energías.

El mismo San Martín desconfiab­a de las maneras de escribirla: “... Del desprecio que yo pueda tener por la historia porque conozco de las pasiones, el espíritu de partido, la adulación y el sórdido interés son en general los agentes que mueven a los escritores”, decía en una carta a Tomás Guido.

Mientras tanto, hay momentos en los que la magnitud del llamado de la historia es capaz de hacer que los hombres entreguen sus destinos personales en los brazos de un destino superior, de un enorme sueño colectivo.

Tal vez uno de los modos de sentirse parte de su gesta, generacion­es después, es asumir que San Martín no fue un mesías ni un constructo­r individual de la historia. Por lucidez, convicción, pasión y coraje, fue el hombre señalado para ponerse al frente de un pueblo que deseaba tanto su independen­cia que no vaciló en regar de sangre estas tierras.

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