Lo Grippo, capitán de tormentas
Habló de dos situaciones que marcaron su vida: el fallecimiento de un hijo y un accidente de auto.
De delantero de Newell’s a ala pivot y capitán de Atenas. Su vida deportiva vivió un cambio brusco a sus 13 años, cuando dejó la pelota número 5 y la cambió por la anaranjada. Su vida personal también tuvo situaciones muy bruscas y dolorosas, que tuvo que aprender a transitar. Diego Lo Grippo es uno de los más queridos y respetados dentro de la Liga Nacional.
A sus 40 años, forma parte de la camada que le dio vida a la gloriosa Generación Dorada. A sus 40, mantiene el mismo espíritu que le permitió llegar hasta acá, siendo protagonista de un Atenas que hoy vuelve a estar entre los protagonistas. Ayer, “Logri” se prendió al “Desafío Mundo D”. En un Facebook Live, jugamos un 21 con él, en el Cerutti, y charlamos de una manera diferente.
Salir adelante
Es un sistema desagradable, pero la vida te enseña a los golpes. “Logri” lo sabe. Le tocó padecerlos en su vida deportiva y en la personal. Pero los toma como desafío para hacerse más fuerte.
El rosarino llegó a la LNB en 1996, a sus 17 años. En su primera temporada sorprendió con su nivel y llegó a semifinales. Tenía todo para irse a Europa, muy joven, cuando un accidente automovilístico lo cambió todo.
“Me marginó un año sin jugar. Tenía posibilidades de irme a jugar a Italia. Con 17 años tenía la carrera encaminada. Pero ese accidente fue un golpe muy duro porque me hizo retroceder varios pasos”, contó. Sin embargo, con tan corta edad, tuvo la capacidad para recuperarse y volver a jugar. “Eso me hace sentir muy orgulloso, el haber salido adelante”.
Tras el accidente, volvió a jugar. Y a seguir creciendo. De Ferro se fue a Estudiantes de Olavarría y jugó la final 2001-2002 contra Atenas. La ganó el Verde, con el épico final de la carrera de Marcelo Milanesio. Pero su nivel promovió que el Griego pensara en él. Vino y fue campeón: “Ahí hicimos una sociedad muy grande con Bruno Lábaque, que estaba en su esplendor. Fue una sociedad que funcionó hasta la liga pasada. Una sociedad dentro de la cancha y de amistad. Es uno de los jugadores a los que más aprecio le tengo. Es una amistad de por vida”.
Después, pasó seis temporadas en España. Jugó en la selección argentina y fue clave en el Preolímpico de Las Vegas, que otorgaba solo dos plazas a Beijing 2008, a pesar que varias figuras albiceles- tes no fueron: “Ese grupo de Las Vegas fue sólo para suplantar a algunos jugadores que estaban consolidados dentro de la selección por su juego y por lo que le venían dando en esos años. Sabíamos que a los Juegos Olímpicos iban a ir ellos”. Sabe que aportó su granito de arena a ese tiempo fabuloso de nuestro básquet: “Es un orgullo sentirse una mínima parte de esa fantástica generación”.
Diego hoy disfruta de Lucía, su nena de casi dos años y medio. “Es la luz de nuestros ojos”, dice el capitán de Atenas. En el vientre de la señora de Lo Grippo, un varoncito acompañaba a Lucía. El embarazo se complicó y sólo la nena sobrevivió. Los padres también debieron sobrevivir a ese drama.
“Fue una situación muy difícil que fuimos superando con el tiempo y con la ayuda de la gente que sigue al lado nuestro. Encima, el equipo venía último, a cuatro o cinco partidos del que estaba adelante nuestro. Se juntaba todo; lo familiar y lo profesional”, recordó.
Pero había que salir: “Tenemos una nena hermosa y es nuestro motor. Son momentos en los uno no sabe para dónde salir. Por ahí se te va tu papá, un tío, una abuela y uno está más preparado. Pero cuando pasa esto en un nacimiento no podés sacar la cabeza. Lleva un tiempo asimilarlo, pero la vida continúa y ahí está la nena. Eso hace que nosotros, hoy en día, estemos bien. Y el básquet fue mi cable a tierra; siempre lo fue”.