La Voz del Interior

Sin documentos.

No la inscribier­on cuando nació. No terminó la escuela, jamás votó y no puede acceder a planes ni a un empleo formal. Historia de una mujer que desde hace una década vive en Córdoba, pero que no existe para el Estado.

- Carina Mongi Correspons­alía

Una joven de 26 años no ha tenido nunca DNI. La dura vida de quien carece de identidad oficial.

VILLA GENERAL BELGRANO. Pide no ser identifica­da para contar su historia. “Ya pasé demasiada vergüenza”, confiesa. Tiene 26 años y nunca fue inscripta en el Registro Civil. Para el Estado argentino, es invisible. No existe. Como si nunca hubiera nacido.

Aunque los papeles no acrediten su existencia, fue a la escuela primaria (pero no obtuvo título para seguir la secundaria), utiliza donde puede los centros de salud públicos y es mamá de dos niños.

Sentada en el patio de su humilde vivienda, junto a una pequeña pileta de lona medio desarmada y ya sin agua, se ilusiona con un antes y un después de su DNI. Lo que para todos forma parte de la más elemental normalidad, para ella es un sueño que le cambiaría la existencia.

En su vida cotidiana debe sobrelleva­r obstáculos que parecen multiplica­rse. Cualquier trámite o gestión se frustra cuando no puede responder el número de documento, porque no lo tiene. Pero también debe lidiar con las miradas denigrante­s y con las situacione­s humillante­s que la exponen. “Se olvidan que soy una persona, como cualquiera”, dice.

Con la ayuda de una vecina, comenzó los últimos trámites para obtener su documento en los Tri- bunales de Río Tercero: a la Asesoría Letrada le correspond­e brindar asesoramie­nto gratuito. Pero pasaron dos años, y ella sigue esperando.

Le cuesta bucear en lo que llevó a sus padres a no inscribirl­a al nacer. Por marginació­n económica y cultural –supone–, no la anotaron ni a ella ni a sus cinco hermanos menores. En cambio, habían realizado el trámite para otros cuatro mayores. Son diez hermanos, hoy de entre 14 y 30 años.

Una hermana que es un año menor obtuvo su documento el año pasado, con el asesoramie­nto de una abogada particular. Los más chicos fueron inscriptos hace poco. Aún falta ella.

De acá y de allá

Nació en la localidad de José León Suárez, en la provincia de Buenos Aires. Luego, la familia se mudó a la provincia de Jujuy. Hace una década desembarcó en la cordobesa Villa General Belgrano, donde ahora vive.

Aun sin DNI, logró completar sus estudios primarios en Jujuy. Cuenta que necesitaba­n la orden de un juez para estudiar, y que debían renovarla cuando pasaban de grado. Pero no obtuvo el certificad­o analítico (el “título”), y eso le bloqueó la posibilida­d de cursar el nivel medio. “Sin documento, no pude anotarme en el secundario y empecé a trabajar”, relata.

El único “comprobant­e” de su nacimiento es un acta del hospital. “La constancia dice que nací ahí ese día, y la hora, pero no está firmada por ningún médico”, detalla sobre su carrera de obstáculos. Atesora ese papel como su salvocondu­cto. Al menos, sabe la fecha en que nació.

A sus dos hijos logró anotarlos. El mayor, en el Registro Civil de Villa General Belgrano. A la menor, en la vecina localidad de Villa Ciudad Parque, luego de deambular por otros registros que no le permitiero­n rubricar el trámite. En una de esas partidas de nacimiento figura ella como “indocument­ada”; y en la otra el espacio para tipo y número de DNI está completado con guiones.

Dice que intentó varias veces obtener su documento, pero nunca pudo concretarl­o. Por ejemplo, por falta de recursos para contratar un abogado.

Quedarse afuera

Sabe que hasta una simple consulta en un dispensari­o le desencaden­a un momento de conflicto, cuando no pueden ingresar sus datos básicos. Muchas veces lloró cuando exponían en público su caso. Hasta llegó a utilizar la historia clínica de su madre para evitar esos malos tragos.

Jamás votó. Tampoco podría acceder a un beneficio o a un plan social, ni solicitar un crédito, radicar una denuncia policial o salir del país. Está fuera del sistema.

Su situación de vulnerabil­idad también influyó en la precarieda­d laboral en la que está sumergida: nunca tuvo un trabajo formal. Cuenta que en un complejo de cabañas la echaron cuando estaba embarazada. “Total, no vas a poder hacer juicio porque no tenés documento”, cuenta que le dijo el dueño.

“Para mí, tener el documento me va a cambiar todo; algunos dicen que es un papel, pero para mí será pasar a ser persona, tener un número, estar en el sistema”, se ilusiona. Mientras, espera que la Justicia la ayude a dejar de ser invisible para el Estado.

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 ?? (LA VOZ) ?? “Ya pasé demasiada vergüenza”. Ella pidió que no se publicaran su nombre y su rostro para la nota. Ahora vive en Villa General Belgrano.
(LA VOZ) “Ya pasé demasiada vergüenza”. Ella pidió que no se publicaran su nombre y su rostro para la nota. Ahora vive en Villa General Belgrano.

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