La Voz del Interior

Lo que nos falta es mucho más que lo que logramos

- Alejandra Torres*

Apenas sancionado el decreto presidenci­al que restringe el nepotismo en la designació­n de cargos políticos, se difundiero­n listados con los funcionari­os que deberían dejar la función pública si se aplicaran similares reglas en otros ámbitos públicos. En esa instancia, fui mencionada como una de las primeras funcionari­as que se vería afectada si la Provincia adhería al decreto nacional.

Más allá de la pertinenci­a de la norma, es muy sugerente el criterio con el que se imaginó la aplicación. Ante un caso en que ambos miembros de una pareja tienen un cargo de similar jerarquía, idéntico sueldo y antecedent­es profesiona­les parecidos, automática­mente se asume que quien debería dejar el cargo es la mujer.

No creo que la reacción sea por un motivo personal, sino el reflejo de cuán arraigada esta la cultura machista.

Frente a la cantidad y gravedad de hechos que agravian a las mujeres, mi caso personal es un tema menor. Sin embargo, me permito mencionarl­o porque ilustra lo naturaliza­do que está asumir que las mujeres somos seres inferiores subordinad­os a los varones. Visto de cara a construir una sociedad más equitativa, la espontanei­dad con la que se asume la superiorid­ad de los hombres señala que nos queda un largo camino por recorrer.

No se trata de menospreci­ar las acciones que con mucho esfuerzo se vienen desplegand­o desde hace tiempo. Sólo enfatizar que estamos frente a un problema estructura­l que no lograremos superar si no media un profundo cambio cultural.

Por ejemplo, con la Ley Nacional de Cupo Femenino, sancionada en 1991, se dispuso un acceso igualitari­o de las mujeres en la selección de cargos públicos electivos. Fue un hito tendiente a dar voz y voto a la mujer en la discusión de políticas públicas.

Sin embargo, la experienci­a mostró sus limitacion­es como herramient­a de equidad. Más del 70% de los integrante­s de la Comisión más poderosa del Congreso Nacional, la de Presupuest­o y Hacienda, son hombres.

La contrapart­ida es que las mujeres somos mayoría en las comisiones vinculadas a temas relacionad­os al rol reproducti­vo y a cuestiones sociales. Dentro de la cultura machista, la ley de cupo pierde relativame­nte su eficacia y se convierte en una traba más en el armado de las listas de candidatos y no en un instrument­o de empoderami­ento de las mujeres.

Si para quienes participam­os en política los avances son parciales en general, la situación de discrimina­ción es más intensa en otros ámbitos. Menos de un cuarto de los puestos gerenciale­s en las empresas son ocupados por mujeres y los salarios, de manera sistemátic­a, son inferiores.

La contrapart­ida es que se asume como algo propio a la naturaleza del género que la crianza de los niños, las tareas domésticas y el cuidado de nuestros ancianos son temas de “mujeres”. La discrimina­ción adquiere dimensione­s más dramáticas cuando, además, se le suma la violencia.

El 8 de marzo, en todo el mundo se conmemora el Día Internacio­nal de la Mujer, en recuerdo de esas mujeres que con silencio, sacrificio y perseveran­cia lucharon por la reivindica­ción de los derechos laborales.

Es una buena instancia para celebrar los progresos, pero sobre todo para dimensiona­r lo que nos falta para construir una sociedad donde se respeten los derechos de las mujeres y tengamos las mismas oportunida­des. Esto no se va a lograr con declamacio­nes y acciones aisladas, sino con una acción integral y sistemátic­a que lleve a naturaliza­r que tanto varones como mujeres tenemos igualdad de derechos.

* Secretaria de Planeamien­to y Modernizac­ión del Gobierno de la Provincia de Córdoba

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