Lo que nos falta es mucho más que lo que logramos
Apenas sancionado el decreto presidencial que restringe el nepotismo en la designación de cargos políticos, se difundieron listados con los funcionarios que deberían dejar la función pública si se aplicaran similares reglas en otros ámbitos públicos. En esa instancia, fui mencionada como una de las primeras funcionarias que se vería afectada si la Provincia adhería al decreto nacional.
Más allá de la pertinencia de la norma, es muy sugerente el criterio con el que se imaginó la aplicación. Ante un caso en que ambos miembros de una pareja tienen un cargo de similar jerarquía, idéntico sueldo y antecedentes profesionales parecidos, automáticamente se asume que quien debería dejar el cargo es la mujer.
No creo que la reacción sea por un motivo personal, sino el reflejo de cuán arraigada esta la cultura machista.
Frente a la cantidad y gravedad de hechos que agravian a las mujeres, mi caso personal es un tema menor. Sin embargo, me permito mencionarlo porque ilustra lo naturalizado que está asumir que las mujeres somos seres inferiores subordinados a los varones. Visto de cara a construir una sociedad más equitativa, la espontaneidad con la que se asume la superioridad de los hombres señala que nos queda un largo camino por recorrer.
No se trata de menospreciar las acciones que con mucho esfuerzo se vienen desplegando desde hace tiempo. Sólo enfatizar que estamos frente a un problema estructural que no lograremos superar si no media un profundo cambio cultural.
Por ejemplo, con la Ley Nacional de Cupo Femenino, sancionada en 1991, se dispuso un acceso igualitario de las mujeres en la selección de cargos públicos electivos. Fue un hito tendiente a dar voz y voto a la mujer en la discusión de políticas públicas.
Sin embargo, la experiencia mostró sus limitaciones como herramienta de equidad. Más del 70% de los integrantes de la Comisión más poderosa del Congreso Nacional, la de Presupuesto y Hacienda, son hombres.
La contrapartida es que las mujeres somos mayoría en las comisiones vinculadas a temas relacionados al rol reproductivo y a cuestiones sociales. Dentro de la cultura machista, la ley de cupo pierde relativamente su eficacia y se convierte en una traba más en el armado de las listas de candidatos y no en un instrumento de empoderamiento de las mujeres.
Si para quienes participamos en política los avances son parciales en general, la situación de discriminación es más intensa en otros ámbitos. Menos de un cuarto de los puestos gerenciales en las empresas son ocupados por mujeres y los salarios, de manera sistemática, son inferiores.
La contrapartida es que se asume como algo propio a la naturaleza del género que la crianza de los niños, las tareas domésticas y el cuidado de nuestros ancianos son temas de “mujeres”. La discriminación adquiere dimensiones más dramáticas cuando, además, se le suma la violencia.
El 8 de marzo, en todo el mundo se conmemora el Día Internacional de la Mujer, en recuerdo de esas mujeres que con silencio, sacrificio y perseverancia lucharon por la reivindicación de los derechos laborales.
Es una buena instancia para celebrar los progresos, pero sobre todo para dimensionar lo que nos falta para construir una sociedad donde se respeten los derechos de las mujeres y tengamos las mismas oportunidades. Esto no se va a lograr con declamaciones y acciones aisladas, sino con una acción integral y sistemática que lleve a naturalizar que tanto varones como mujeres tenemos igualdad de derechos.
* Secretaria de Planeamiento y Modernización del Gobierno de la Provincia de Córdoba