Estados Unidos.
Donald Trump despidió a su secretario de Estado, Rex Tillerson, y puso en su lugar al exjefe de la CIA Mike Pompeo. Ya ha destituido a unos 20 colaboradores desde que es presidente de Estados Unidos.
El presidente Trump despidió a su secretario de Estado. Ya destituyó a 20 colaboradores desde que asumió.
WASHINGTON. Donald Trump abrió ayer una nueva crisis en su turbulento gabinete. A los pocos días de aceptar reunirse cara a cara con el líder norcoreano, Kim Jong-un, el presidente de Estados Unidos anunció la destitución de su secretario de Estado, Rex Tillerson, y su recambio por el director de la CIA, el halcón Mike Pompeo. La jefatura de la CIA será ocupada a su vez por Gina Haspel, quien supervisó las torturas practicadas en la cárcel secreta de Tailandia.
Tanto el puesto de Pompeo como el de Haspel requieren confirmación del Senado. Con la salida de Tillerson, cuyo mandato fue inusualmente breve para un secretario de Estado, cae otro de los pesos pesados del sector moderado (la semana pasada fue el consejero económico, Gary Cohn) y se confirma la vertiginosa capacidad de Trump para quemar equipos.
El despido de Tillerson no tuvo contemplaciones. Puro Trump: un tuit y fuera. El propio Departamento de Estado, en un insólito comunicado firmado por el subsecretario Steve Goldstein, afirmó que Tillerson no había hablado con el presidente y que desconocía el motivo de la destitución: “El secretario tenía toda la intención de permanecer, debido a los progresos tangibles en materias críticas de seguridad nacional”. Dos horas después, Goldstein también fue despedido.
El golpe tiene un significado estratégico. Pasado el primer año de mandato, Trump afronta en noviembre unas elecciones clave en el Senado, la Cámara de Representantes y 39 gubernaturas. Ante los previsibles vaivenes, quiere reforzar el ala dura republicana y quitarse de encima a todo aquel que, como Cohn y Tillerson, frenan su narrativa.
En este cambio también incide una agenda exterior que Trump trata como una cuestión interna. La guerra tarifaria comenzó, el Tratado de Libre Comercio con Canadá y México está en la cuerda floja, el pacto con Irán debe ser renovado en cuestión de semanas y, en un giro inesperado, el presidente ha aceptado un cara a cara con el déspota norcoreano. Un diálogo de alto voltaje que puede acabar en un estrepitoso fracaso y redoblar el pulso nuclear.
Ante este horizonte explosivo, Trump se dejó guiar por sus instintos y apostó por quienes le son más fieles. “Con Tillerson discrepaba en algunas cosas, como en el acuerdo con Irán; en cambio, Pompeo y yo tenemos procesos de pensamiento similares”, dijo Trump .
El despido reafirma que con este presidente, el Gabinete ha pasado a ser uno de los más convulsos de la historia de Estados Unidos, Su tasa de reemplazo es del 43 por ciento y no hay mes en que no caiga un alto cargo. Abrió la cuenta el consejero de Seguridad Nacional, Michael Flynn, quien sólo permaneció 24 días, y le siguieron el jefe de Gabinete, Reince Priebus, y el estratega jefe, Steve Bannon, entre otros. Tillerson duró 13 meses. Aunque supone más tiempo que sus colegas, resulta poco para un secretario de Estado, de hecho, ninguno había sido despedido en tan poco tiempo en el último siglo.
WASHINGTON. La subdirectora de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos, Gina Haspel, fue designada ayer para dirigir esa entidad. Su nombramiento fue recibido con recelo debido a su pasado, en el que abundan los relatos de torturas.
Su designación, que aún debe ser confirmada por el Senado, se debe a la salida del secretario de Estado, Rex Tillerson, cuyo despido motivó un baile de fichas en el gabinete que ha llevado al hasta ahora director de la CIA, Mike Pompeo, a asumir ese puesto.
La dirección de Haspel supone un hito en la historia ya que, por primera vez en sus 70 años, la emblemática agencia de espionaje podría contar con una mujer al frente.
Haspel, quien ejercía de mano derecha de Pompeo desde que fue nombrada subdirectora de la agencia, cuenta con un perfil mucho más técnico que el de su exjefe. “Ha demostrado ser una líder con una extraña habilidad para conseguir que las cosas sean hechas y para inspirar a aquellos que la rodean”, dijo de ella el propio Pompeo cuando la nombró subdirectora de la CIA.
Sin embargo, es esa “habilidad” a la hora de conseguir resultados la que preocupa a los sectores más humanitarios del país. La prensa de Estados Unidos señalaba a Haspel como la máxima responsable de una prisión secreta en Tailandia, abierta por el Gobierno estadounidense tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 y a la cual fueron trasladados varios presuntos terroristas islamistas.
Algunos de estos supuestos yihadistas terminaron en la prisión de Guantánamo (Cuba), donde aguardan un juicio que, según algunos expertos, nunca llegará debido a las graves torturas que sufrieron en Tailandia y que impiden que Estados Unidos se plantee siquiera hacerlos comparecer ante un tribunal.
Ayer la CNN insistía en que algunos informes apuntan a que Haspel no sólo dirigió las torturas, que incluían prácticas como el ahogamiento simulado, sino que habría participado en ellas.
Además, fue acusada de haber eliminado todas las pruebas de estas prácticas inhumanas.
Estas acusaciones, sin embargo, en vez de haberle supuesto un inconveniente en su carrera, podrían haber sido el espaldarazo definitivo que necesitaba, puesto que el presidente Trump se ha mostrado en numerosas ocasiones a favor de emplear cualquier recurso en nombre de la seguridad nacional. El presidente de Bolivia, Evo Morales (foto), afirmó ayer en La Paz que aguarda que su colega venezolano, Nicolás Maduro, asista a la Cumbre de las Américas que se celebrará en Lima el 13 y 14 de abril bajo el lema “Gobernabilidad, democracia y lucha contra la corrupción”. “Mi gran deseo es que (Nicolás) Maduro tiene que llegar a Lima”, dijo en referencia a la prohibición impuesta por Perú. El Tribunal Europeo de Derechos Humanos condenó ayer a España por violar la libertad de expresión al imponer una pena de cárcel a dos manifestantes que quemaron una foto gigante de los reyes Juan Carlos I (foto) y Sofía durante una protesta por la visita del monarca a Cataluña, en 2007. Enric Stern y Jaume Roura fueron condenados por la Justicia española a 15 meses de prisión.