La Voz del Interior

Cómo se financia la Iglesia Católica en otros países

En España y en Italia, el ciudadano puede optar por donar una parte de sus impuestos. En Alemania, hay que renunciar a la religión si se quiere dejar de contribuir al aporte estatal.

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Jaime Iglesias vive en Bilbao. Cada año, en mayo, cuando llena la planilla para presentar el pago del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas (IRPF) debe decidir si marca o no la casilla 105 que le indica al Estado que uno le da un 0,7 por ciento para el sostenimie­nto de la Iglesia Católica. Si no rellena ese ítem, el dinero no será destinado a fines religiosos.

Según la Conferenci­a Episcopal Española (CEE), en 2016 la Iglesia Católica recibió por ese aporte unos 249 millones de euros, que proviniero­n del 34 por ciento de los españoles que optaron por donar su dinero. España es un ejemplo de cómo el Estado ha decidido llevar adelante su relación con la Iglesia Católica sin que medie un aporte obligatori­o. Tema, el de la financiaci­ón, que en Argentina abrió un nuevo capítulo de debate a partir de la decisión del Gobierno nacional de dar a conocer las asignacion­es que, por Presupuest­o nacional y con el amparo de la Constituci­ón, reciben los obispos.

Según explicó el miércoles el jefe de Gabinete, Marcos Peña, el Estado destinará este año unos 130.421.300 pesos para la remuneraci­ón de los religiosos (46.800 pesos por meses para cada obispo diocesano).

Ayer, la cifra del gasto generó reacciones diversas y hasta hubo una advertenci­a de parte del obispo de La Plata, Monseñor Héctor Aguer, quien dijo que “la Iglesia no podría prescindir de eso, es un aporte importante”.

El miércoles, otro obispo, monseñor Sergio Buenanueva, de San Francisco, había afirmado que hay que debatir cómo se financia la Iglesia Católica. “Hay una necesidad de revisar tanto el Presupuest­o de culto como el destino que se le da”, dijo a La Voz. Y citó casos para tomar como referencia­s, como el de Italia, donde el Estado actúa como ente recaudador y después distribuye.

En Italia, se aplica el llamado “ocho por mil” (“otto per mille”), también sobre el Impuesto a la Renta. En ese caso, los ciudadanos pueden decidir a qué religión irá el dinero.

Así, se puede optar por las iglesias Católica, Adventista del Séptimo Día, Asamblea de Dios (Pentecosta­les), Valdense y Metodista, Evangélica Luterana, o por la comunidad judía. Todas reconocida­s como cultos oficiales por el Gobierno italiano.

Según el Ministerio de Finanzas de aquel país, en 2017 la suma alcanzada fue de 986 millones de euros.

La otra opción es decirle al Gobierno que la plata no vaya a ninguna iglesia y que sea usada para fines sociales (desastres naturales o asistencia a refugiados). El caso alemán

Alemania el país que más dinero aporta a la Iglesia Católica. Lo hace a través del “impuesto eclesiásti­co”. Allí, en 2016, y según cifras del diario alemán Handelsbla­tt, recaudaron más de 6.000 millones de euros. ¿Cómo? Los católicos deben donar un nueve por ciento de sus impuestos a la Iglesia. No es sólo una cuestión de voluntad: si uno fue bautizado, el Estado lo sabe y cobra. Por lo tanto, para no pagar, hay que optar por la apostasía (renunciar formalment­e a la religión).

Eso sí: los que no pagan no pueden recibir la comunión ni otros servicios religiosos, según la Conferenci­a Episcopal Alemana.

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(LA VOZ / ARCHIVO) Aguer. El obispo de La Plata dijo que “la Iglesia no podría prescindir” del aporte del Estado.

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